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El veterano que me presentaron mis amigas

Viernes en la tarde y la pregunta inquietante en cada grupo de whatsapp de mujeres: ¿chicas que se hace hoy? Entre los 563 mensajes que fluyen, logro rescatar el que decía “vamos a Nueve Reinas” en ese momento mi cara hizo una mueca de desagrado. Pensé: “¿Otra vez tengo que volver a ese boliche?” Había estado yendo durante dos meses seguidos, no quería pisarlo más por un buen rato. Lo que respondí fue “me quedo en casa con un kilo de helado viendo películas ¡suerte amigas!”. Dicho y hecho, prendí el aire acondicionado, me acosté en mi cama con mis perras y un kilo de helado sabor menta granizada, dulce de leche, almendrado y cookies and cream. Prendí la computadora y abrí la página gloriosa de cualquier ser humano, Cuevana2. En marcha mi plan de viernes en la noche.

Me despierto sábado en la mañana y como cualquier adolescente lo primero que hice fue tomar el celular, en eso veo 50 mensajes en el grupo. Tratando de descifrar lo que mis amigas habían escrito en pedo veo dos audios y un número de teléfono, a lo que procedo a escucharlo atentamente imaginando que chongo se habían levantado estas muchachas, a mi sorpresa lo que escuche me dejo tan atónita que lo repetí. Era una voz sexy y masculina saludando y diciendo mi nombre finalizando con un “soy Claudio llamame” al escuchar el segundo audio, era mi delicada y ebria amiga diciendo que era un flaco de 37 años que me quería dar y estaba como piña. No entendía nada, estaba más perdida que Charlotte Caniggia en la salada. Mi cabeza se llenó de intriga y tuve que esperar hasta las tres de la tarde a que mis cumpas resucitaran de la noche alcohólica. Por supuesto en ese tiempo de espera no hice más que agregarlo a whatsapp y pispear su foto. Me encontré con un viejo fachero, en traje, se lo veía fornido, rubio y con una sonrisa típica de galán. La adrenalina sexual comenzó a subirse y solo quería que me contaran la historia.

Resulto ser que las señoritas le comentaron en el boliche que a mí, 19 años, me fascinaban los veteranos y el buen sexo. Si, esas eran mis amigas, consiguiéndome flacos para alimentar mi adicción sexual. Entre tantos mensajes y comentarios, sábado en la tarde decido hablarle y avanzar en el tema. No tardó más de dos oraciones que empezamos a chamuyarnos y calentar el asunto. Me comento que era personal trainer, vivía solo, sus gustos e ideas. Yo le comenté que estudiaba y que me gustaba hacer en mis tiempos libres.

Era febrero, las mesas en la facultad se aproximaban, por lo que yo todas las mañanas me iba a estudiar a la biblioteca para rendir los respectivos finales. Claudio me comentó que salía de trabajar a las 11 de la mañana, creyó conveniente darme un buen recreo de estudio pasándome a buscar. Por lo que yo, accedí. Así fue como un jueves me encontraba a las 11.15hs arriba de su auto mirándolo de arriba abajo, estaba vestido con ropa deportiva, una remera negra con decorado verde flúor que dejaba ver sus marcados brazos, un short negro que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, ojos verde esmeralda y una sonrisa blanca. Yo no daba más, me quería comer a ese veterano en cuestión de segundos.

Nos bajamos del auto y agarrados de la mano vamos hasta la puerta de su casa, al ingresar siento un perfume de hombre mezclado con coco que, debo admitirlo, me hizo sentir tan cómoda que tire mi mochila al piso, deje mi carpeta en la mesa, me di vuelta y no basto más para que el me robara un beso con una leve mordida en mi labio superior. Me llevo hasta el living donde tenía un sillón de tela verde, lo empuje y lo hice sentar. Procedí a bajarle esos hermosos y sexys pantalones cortos poniendo mi mejor cara de putita traga leche. Rozaba con mis yemas su bóxer y sentí como ese palo se ponía cada vez más duro, la sangre me recorría por todo el cuerpo haciéndome cosquillas en las tetas. No aguante, inmediatamente le saque el bóxer y mire con tanto deseo su entre pierna, lo mire, volví a bajar la mirada y me devore lo suyo con ganas.

Recuerdo haber llenado de baba sus partes mientras mi lengua jugaba. Con mis uñas rasguñaba un poco sus piernas mientras su tronco ingresaba hasta el fondo de mi garganta. Sonaban algunas pequeñas gárgaras de placer y mirarlo a sus ojos y ver esa carita de deseo me daba más motivación a seguir y seguir succionado sin parar. Con mis manos empecé a tocarle los testículos, luego hice que se abriera un poco las piernas y lo roce con mi mano por detrás. En ese momento explotó llenándome la boca y parte de la cara de su néctar ardiente. Le di tiempo a recomponerse y subimos al cuarto.

Desprendí mi camisa y deje ver parte de mi corpiño frente a él y me sorprendió que no reacciono, a lo que pregunte “¿Qué hago?” Su elocuente respuesta fue, “seguí por favor, desvestite”.

Debo confesar que me ruborice y fue la timidez lo que entro en mi cuerpo. El al verme colorada se me abalanzo y me tiro a la cama. Comenzó a besar mi cuello mientras desprendía los botones y bajaba hacia mis tetas, pequeñas y leves mordidas mientras desabrochaba mi pantalón. Fue cuando sentí sus varoniles manos jugando en mi entrepierna. Poco a poco comencé a mojarme, encorve mi espalda y me saque el pantalón. El deslizo mi bombacha y abrió mis piernas chupándome con su lengua de arriba abajo. Tenía barba rasposa, y el contacto que provoco en mi suave entrepierna fue como tocar el cielo en media hora de infierno. Prosiguió por un buen rato acompañado con sus dedos, mis piernas temblaban y mi cuello se hacía para atrás. En cuestión de segundos acabe en su cara y sentí como el estrés se iba de mi cuerpo dejándome completamente relajada. Ambos nos recostamos y respiramos.

Estábamos preparados para seguir cuando sonó mi celular, era mi mama diciendo que vuelva a almorzar. Con Claudio nos miramos y nos prometimos volver a vernos para que me penetre como mandaba la realizada previa. Pero esa, esta es otra historia…

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