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5 cosas que hacemos cuando tenemos que estudiar

Y si caballeros y caballas, ha llegado fin año y consigo ha traído los malditos exámenes finales, donde absolutamente todo lo que hagas te va a producir culpa como comer, dormir, ver tele, hasta bañarte.

Estar en esta parte del cursado significa que te va a quedar el culo como la Pangea de tanto estar sentado y posiblemente no veas tan seguido a tus amigos hasta más o menos navidad y año nuevo.

Estamos en una etapa del año en la cual lo único que queremos es tirar todo a la mierda, calzarnos las ojotas, bikini, toallón y a la pileta o al río a tomar sol hasta no dar más de morenos pero antes de eso hay que preparar los últimos exámenes y ahí es cuando se complica todo.

Ya tenés todo para ponerte a estudiar: Carpeta completa, lápices afilados, jarra de café lista y de repente, lo más mínimo e insignificante te distrae.

Estas son las 5 cosas más comunes que preferimos hacer antes de ponernos a estudiar:

1.     Limpias tu casa de arriba a abajo

No hiciste más que leer el primer párrafo del tema que tenés que rendir y te diste cuenta que el vaso en donde estás tomando jugo tiene una manchita… ¡PERO COMO PUEDE SER LA PUTA MADRE! Y Ahí es cuando sacas todos los vasos de la alacena, incluso el vaso que está en el baño para enjuagarte la boca cuando te lavas los dientes, y te pones a lavarlo uno por uno hasta dejarlos impecables.

Cuando por fin terminaste te das cuenta que el piso tiene tierra, que la ventana tiene los dedos marcados, que el baño esta desordenado y así hasta descubrir que vivís en un chiquero y no queda otra que poner a limpiar como si viniera Jesús a cenar.

Por fin está todo que rechina de limpio pero ya es tarde como para ponerse a estudiar. Comes algo, ves tele y te vas a dormir jurando que mañana te pones posta a estudiar sabiendo que sos un mentiroso de mierda.

2.     Te probas ropa que hace mil años no usas

De nuevo estas a punto de ponerte posta con el estudio, pero el jean te molesta así que decidís ponerte más cómoda y entras a buscar algo livianito. Abrís el placar en busca de algo reconfortable, sabiendo que tenés el pijama a mano, pero vos te empecinas en buscar otra cosa y entre busque y busque encontras el uniforme del secundario, el vestido de la cena de egresados, jeans que guardaste para usar cuando terminaras la dieta que jamás empezaste, y ropa que ni sabías que tenías.

Entras a probarte todo, la cama no da más de ropa, y se te ocurre que estaría bueno hacer caridad, entonces buscas una bolsa para apartar lo que te vas a dejar de lo que vas donar y de lo que vas a guardas por si las dudas.

Cuando al fin terminaste, le das una limpiadita a tu habitación y cuando queres acordarte ya te están llamando para cenar.

De nuevo te vas a dormir prometiéndoles a todos los santos habidos y por haber que mañana sí o sí te pones a estudiar.

3.     Te dormís la siesta de tu vida

Listo, ya está de hacerte el flor de pelotudo, el examen se acerca y ni siquiera le has puesto un dedo encima a los apuntes.

Te pones a leer, por fin estas resumiendo, sentís que nada te puede parar, al marcador le salen chispas de tanto resaltar pero en la segunda hoja ya no entendes una mierda de lo que estás leyendo, empezas a bostezar, a refregarte los ojos, empezas a mirar para todos lados y sin darte cuenta ya te estás escabullando a la cama de tus viejos, porque es más grande y cómoda y por qué simplemente la cama de los padres tienen ese “No sé qué” que tanto nos gusta. Antes de dormirte te pones 36 alarmas en el celular para dormir solo una hora y después a seguir estudiando y finalizado el trámite le das duro y pajero a la siesta.

Te despertás y está todo oscuro, estas mas desorientado que espermatozoide en el esófago. Manoteas el teléfono, son las diez de la noche, y tenés treinta llamadas perdidas de tus amigos, diciéndote que a las once te pasan a buscar. Te levantas, te bañas en una patada y te vas con tus amigos, con mucha culpa porque no estudiaste un joraca pero bueno, hacía bocha que no los veías. Mañana te pones posta y le ésta vez le juras a Jesús, Alá, Buda y a todos los santos que te vas a poner mañana sí o sí.

4.     Te pones a buscarle una razón a todo

A este punto llegaste a un nivel en el que ya te da hasta vergüenza contestar cuando te preguntan: “¿Cómo te va en el estudio?” Finalmente te sentaste, terminaste el primer capítulo en una hora, para tu felicidad ya te falta menos que antes, te tomas cinco minutos y te colgás mirando a una mosca, ves como se lava las patitas y te empezas a preguntar para que hace eso, y como puede ser que una hormiga pueda levantar 50 veces su peso, te preguntas si existe vida en Marte, y porque que cielo es azul. Entras a filosofar sobre la creación del mundo y te colgás buscando videos sobre experimentos en Rusia hasta terminar viendo videos de terror y como estás un par asustado se te hacen las doce de la noche viendo videos de nenes chiquitos que se hacen moco contra el piso.

Miras la hora y te das cuenta que no das mas de boludo y te mentes a la cama, ya sin prometer nada porque los santos ya deben estar hasta la nuca de tus promesas y te dormís con culpa, imaginándote todo el verano estudiando, como todos los años.

5.     Te pones a escribir una nota sobre las cosas que haces cuando te tenés que ponerte a estudiar.

Pones la música a todo lo que da y empezas a escribir y a dar ejemplos de cosas que te han pasado para que los demás lean y vean que no son los únicos a los que les pasa esto.

Sabes que podes hacerla en otro momento, pero son tan pocas las ganas de estudiar qué preferís ponerte a escribir antes de que Bomur te llame la atención otra vez porque hace mil años que no deleitas a nadie con tus notas.

Posiblemente cuando sientas la cuerda en el cuello va a ser el momento en el que al fin te pongas a estudiar y con suerte termines y te presentes a rendir rogando que el día del examen a la profesora la rapte un tiranosaurio rex camino a la facultad para poder tener un día más para estudiar, sabiendo que posiblemente lo desperdicies con alguna de las cinco cosas anteriores.

Afortunados aquellos que tienen voluntad para ponerse a estudiar y que encima tienen tiempo para organizar sus vacaciones. ¡¡Felicitaciones!! (Los odio profundamente)

Y sin más que decirles: suerte mis queridos lectores y QUE COMIENCEN LOS JUEGOS DEL HAMBRE.

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