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9 cosas que extrañamos de la primaria

Con tanto quilombo por el sueldo de los maestros, que empiezan, que no, que las paritarias, que el 25% o $150 abonado en tres cuotas, me puse a pensar en la escuela primaria. En la merienda todos los días, en las “seños” ordenándote de menor a mayor y recitando hasta el hartazgo “x tal que x” hasta que los 30 monos entendierámos (o fingiéramos entender).

¡Qué lindo sería poder volver a esas épocas donde nuestra única preocupación era intercambiar figuritas, tazos o papeles de carta hasta obtener la colección más nutrida! Les dejo la enumeración de las cosas que marcaron mi infancia en la primaria, y estoy segura que marcaron la de varios de mi generación.

Los Colores Jovi: ¿Alguno conoció alguna vez una poronga mayor que estos símil crayones de mierda? Primero, tenías que calcularle la presión justa a la hora de pintar sino se te quebraba a la mierda. Bah, en realidad se partían en dos de sólo mirarlos. Qué frustración tan grande. Yo no sé que clase de vieja re contra re conchuda te pedía en la listita de los útiles a estos instrumentos del diablo.

El “Ilustrar” al final de cada ejercicio: El tan famoso “ilustrar” esperado durante toda la tarea, para desplegar nuestras más grandes dotes artísticas, para alardear de nuestras fibras Mágicas Sylvapen nuevas delante de los que no tenían. Los quince minutos que te daban para hacerlo, se te iban en abrir los tres pisos de cartuchera y sacar las lapiceras de colores, las microfibras, las fibras, los colores de madera, las plastipinturitas Jovi y así podría seguir enumerando el destino del sueldo de nuestros pobres padres.

Mi mamá no me deja: ¿En qué momento dejamos de seguir el divino mandato de nuestras madres y hacer lo que se nos canta? A la pregunta: “¿Me prestás las fibras?” venía como inevitable respuesta: “No, porque mi mamá no me deja” Mariconazos.

Izar la bandera, el primer gobierno patrio y otras yerbas: No recuerdo haber izado o jurado la bandera en la primaria con un verdadero sentimiento latiéndome en el pecho. No sé si les habrá pasado a ustedes pero cuando yo iba a la primaria, todos los 25 de mayo teníamos que ponernos la escarapela. ¿Por qué, Seño? “Porque fue el “Primer Gobierno Patrio”. En ese entonces yo pensaba: ¿Qué puta es eso? Qué lindo hubiera sido que cayera la señorita a explicarnos con lenguaje fácil, como si se tratara de nuestro programa de tele favorito, lo que ocurrió en aquellas épocas. Que le pusiera un poco de onda y sazón. Que nos atrapara con la historia, no con lo que dice el Manual Pedagógico. ¿No les parece que es re fácil explicar la hazaña del General como si fuera un Súper héroe? Te puedo asegurar que no te olvidás nunca más y no tenés que esperar a ser más mayorcito para entender la historia y aquerenciarte con nuestros próceres entrañables. Seguro que hay miles de “seños” copadas por ahí, igualmente (lo digo para que no caiga el SUTE a putearme)

Sacapuntas y no cuchillita: Tu vieja no te dejaba ni en pedo que cayeras con una cuchillita a la escuela. Y te morías de ganas de tener una, porque siempre el Nelson Rufino del aula tenía una colección en su haber y se jactaba de lo lindo que quedaban los colores Conte cuando los afilabas con ese instrumento soñado.

El portaminas de mierda: Ahora que sos más grande no ves un lápiz ni de casualidad, a no ser que seas estudiante de arquitectura o diseño. Cuando éramos chiquitos lo “top” era llevar portaminas y, obviamente, minas para ponerle cada dos palabras, porque las muy hijas de puta te duraban lo que un pedo en el aire. Pero todos los pelotuditos chochos con las mierdas esas. Y pidiendo “una mina” prestada cuando se te acababan.

El olor a galletitas y alfajor en la mochila: Este ocupa el top ten de mis favoritos de la primaria. Abrir la lona de la mochilita, aspirar ese aroma inconfundible, dueño de los recreos. Te dan ganas de calzarte los cortos de nuevo y ponerte a jugar a “la vela” contra alguna pared.

La película que se formaba en la punta de la plasticola cuando se secaba: Ahhh! No he conocido placer más grande que despegar con los deditos ese poco de Voligoma que quedaba en la punta. Cuasi orgásmico, si hubiera sabido lo que era eso, claro está.

La manualidad de mierda para el día de la madre: Tardábamos meses en hacer una mezcla de cartón, engrudo, hilo sisal y flores secas para obsequiarle a la reina de nuestra casa. Obviamente que el dinero para los materiales tenía que salir de tu progenitor, tío, abuela o alguien que no fuera ella. Me estoy imaginando mi cara de ilusión trayendo en la mochila escondida la cochinada para regalársela el domingo con mi mejor sonrisa. Qué dulces supimos ser, que lo parió.

El transportador de lata: Resulta que no te dejaban llevar cuchillita pero te daban esta arma blanca de los útiles. Tenía las orillas más filosas que la lengua de mi tía. Justo para clavársela en la aorta a la celadora que rompía las pelotas por le chancherío que tenía que limpiar al final de la jornada.

Bueno, mis blancas palomitas, ahora quiero sus aportes de infancia a mi humilde nota. Y desear una pronta conciliación, con beneficio de todas las partes involucradas, en esta ecuación tan necesaria, loable y maravillosa que es el derecho a la educación.

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