Fin de año trae consigo una sensación ambigua de que por un lado llegó sin darte cuenta, no alcanzas de terminar de comer el huevo de pascua que estas con el pan dulce, no sabes en que momento o cómo llegó tan rápido el fin de año, y por otro lado que no llega más: los pibes rindiendo, hacer cierres en la oficina, estadísticas, los exámenes en la facultad, muchas ventas y los clientes insoportables. Es cuándo la teoría de Einstein sobre la relatividad se hace posta y no sabes si todo fue muy rápido o querés que todo se vaya muy rápido al carajo, todo depende del punto de vista del observador.
Bueno, yo estoy en la parte que se vaya al carajo, agotada, pasada de laburo y con ganas de estar en algún lugar del Caribe, con una caipiroska fresca y alguien dándome alto masaje ¿es mucho pedir? Bue con Mardel y una birra fresca me conformo. Honestamente ya estoy en ese punto que de tan quemada, más que boludeces pienso cosas irracionales, y antes de matar a un compañero de trabajo, torturar a mi jefe (no se la dejaría fácil) o agarrármela con cualquier ser vivo empecé a imaginar en que me hubiera gustado trabajar o peor que me gustaría ser.
Componer cumbia o reggaetón siempre me pareció una opción viable, no sé una mierda de música pero, todas tienen el mismo ritmo base así que eso se pilotea, no necesitas una gran voz sino escuchen a Pitbull y la letra es lo más fácil, con un par de sílabas ya tenés un tema y con diez palabras un álbum, sobre todo si hacen referencia a algún órgano del aparato reproductor, acto sexual o algo por el estilo. Sino fíjense en la joya contemporánea “mueve el toto” o “mueve el tucu tucu tucu ta”, extraordinario…
Hasta tengo el manual…
Seguí analizando el show televisivo donde mostraban estas proezas y note otra posible profesión viable: ¡Muestraculo de bailanta!, y recordé que siempre me llamo la atención con que habilidad, cadencia y sutileza muestran el poto estas chicas. La indumentaria básica consta de cosas cortas y apretadas, de preferencia polleritas volátiles con una tanga debajo por las dudas que se levante, siempre vale estar precavido porque las coreografías complejas que realizan pueden accidentalmente dejar en evidencia un cachete justo de frente a un camarógrafo impostado en el piso, con el lente a diez centímetros del ojete, que infortunio si eso llegase a suceder.
Cómo nadie va a pagar por verme el culo, busque algo más a tono con mi físico incomprendido, a tono con mi personalidad, una ñoñada… ¡hacker! Escuché por ahí que los argentinos nos las arreglamos como podemos, que engañar al sistema es parte de nuestra vida diaria, y si no lo “arreglamos con alambre”, y que todo eso nos hace los mejores hackers del mundo. Y dije esta es la mía, hace 4 años que no alquilo una peli, ni compro un cd, pero después me acordé que de pedo edito un texto en Word y se me pasó.
A este punto pensé ¿Para que soy buena? Estar tirada en un sillón no es una profesión pero podría serlo… ¡linyera! Ya me imaginé con un perro copado como Diógenes y todo, debajo de un árbol al pedo todo el día, sin pagar nada porque no lo necesito, disfrutando del fresco, ahí me acorde que el invierno no debía ser muy agradable, y que de algún lado debía comer, por ende debía recurrir a la misericordia de otros seres humanos y ya se me cagó la ilusión.
¿Sin gente? ¡Naufrago! Es la solución perfecta, no necesitas pedirle nada a nadie porque lo conseguís de la naturaleza, tampoco podes porque ¡no hay nadie! Y lo más genial estas en una isla paradisíaca.
Nota: delirio tomado de la película de Tom Hanks, no aplicable a situaciones mala leche como la graficada anteriormente o a la de caer en Tierra del Fuego o algo así y cagarte de frío.
Nota bis: No quiero ser naufrago porque los bostas de mis amigos me cargan con Wilson, mi supuesto amigo imaginario al que miro cuándo hablo (porque a veces miro para cualquier parte) y que ya a esta altura dicen que es mi marido.
Entonces me di cuenta, tenía la solución en mis narices, bueno refregándose en mis pies, ¡QUIERO SER PERRO! No me van a decir que nunca salieron a laburar a las 7 a.m. en invierno, todavía de noche, cagados de frío, te acordás que no sacaste a hacer las necesidades al pichicho y el tipo:
Se da vuelta, se acurruca y sigue durmiendo hasta que se levanta tu vieja y le da galletas mientras desayuna, por eso quiero ser perro, pero no uno cualquiera de la calle, quiero ser el de mi vieja, es casi como ser un niño, pero sin responsabilidades, le hablan con amor, no le piden que haga nada, duerme al lado del calefactor en invierno, abajo del aire en verano, tiene cama propia, come rico (mi vieja es master chef así que hasta las sobras están buenas), todo sin pagar o laburar, y si estas gordo…¡sos tierno!
Si ya sé, no deliro más y me voy a hacer como que trabajo, porque si ni me aparezco ya ahí sí que se van a dar cuenta.
es mueve el cucutaaa cheeeee!!!!!!!…me contaron.