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¿Quién carajo inventó los ventiladores turbo?

Cuando me fui de vacaciones les escribí sobre los típicos personajes y situaciones de la playa, cuando no me dio el presupuesto pensé en 5 maneras de refrescarte en el verano mendocino, pero no sigo odiando el verano como cuando escribí ¿Tenés muchas ganas de que llegue el pegajoso verano?, ahora simplemente me pregunto:

¿QUIÉN CARAJO INVENTÓ LOS VENTILADORES TURBO?

Porque el de techo vaya y pase, a veces revuelve el calor, pero generalmente zafa como brisa agradable. Excepto el de tres patas de mi pieza que al mango parece helicóptero y me da miedo que se caiga y me deje toda tajeada como Freddy Krueger.

El aire acondicionado es un arma de doble filo, es la única salvación en un día agobiante, nada se compara al cambio asfalto hirviendo a tienda fresquita, te dan ganas de mirar hasta lo que no te entra y cuando ya es insostenible hacerte el maniquí mal vestido abajo de la boca más cercana de aire.

El tema es cuando te encontrás a los que, a mí me gusta llamar, como «fundamentalistas del aire acondicionado». Este ser medio pelotudo que nunca entendió el punto medio, es el mismo salame que en invierno tiene la calefacción a 30° y anda en remera. Bueno ahora pone el aire a 16° y están todos con camperas menos él.

¡Aaah! Pero no le vayas a tocar el termostato porque se ofende y angustia. Su organismo nació sin la capacidad natural de regularse como la de todos los mamíferos, es 60% reptil y el otro 40% salame picado grueso.

Ni me quiero imaginar la boleta de luz y gas que les debe llegar a estos seres, pero bueno eso lo pienso yo que tengo tantas deudas que apago la luz mientras estoy cagando, si igual no necesito ver una mierda.

Ahora yo me pregunto ¿quién carajo inventó los ventiladores turbo? Esos armatostes enormes que más que airecito te tiran un tornado.

No hay manera de ordenar un escritorio con una de esas tortas prendidas. La hoja más chica te termina en Tierra del Fuego.

Encima si lo pones para que se mueva, te cagas de calor de manera intermitente, te concentras y ¡opa llegó el huracán Katrina!

¡Cómo olvidar esa noche en el trabajo!, cuando estuvo el del pasillo grande prendido todo el día y el motor no aguantó. Saltaron las llamaradas y se llenó todo de humo. Sorpresivamente, saltó el mostrador mi jefe con un matafuegos, a lo «Chicago Fire» villa style y lo apagó. El efecto navideño fue hermoso, nos quedó todo lleno del polvo blanco (del matafuego cochinos).

Quiero que imaginen, esta hermosa situación: una habitación, 60 personas, planta alta, 40° de calor, todo cerrado para el proyector y dos porquerías gigantes de estas al fondo revolviendo el calor, ¡el caldo de cultivo que era eso! ¡El olor a pedopatapitotetaculohuevon fermentando!

Encima no se escuchaba un choto porque el ruido que hacen esos aparatotes es infernal. Entre el calor, el ruido, la oscuridad y mi intento de sostener el pelo con un pañuelo me sentía en una operación secreta árabe en el medio del desierto, metían un par de camellos ahí adentro ¡y listo!

Todo esto es para decir que lo único que me importa es que ¡me pongan un frigobar con birras al lado del escritorio! ¿No les parece un derecho básico laboral?