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Acción y reacción ante una infidelidad masculina

 Todo marcha bien, al menos eso es lo que a vos te parece. Tú novio está muerto por vos, pensás y ni vos te la creés.

Llevas 2 años con él, esperás que él te haya sido tan fiel como vos hasta entonces. Pero ya dejaste de creer en Papá Noel hace rato… y empieza la investigación.

Siempre fuiste lo suficientemente intuitiva, de hecho, desafortunadamente el 90% de las veces con tus otras relaciones no te equivocaste. Pero con él no sentiste la necesidad de indagar, ¡hasta hoy!.

El flaco siempre sabe qué decir para despejarte las dudas, pero algo te está haciendo dudar. Entonces comenzás con la “investigación”:

ATENCIÓN: DURANTE LOS SIGUIENTES PASOS ES POSIBLE QUE ENCUENTRES LO QUE NO DEBISTE BUSCAR.

Paso 1: Encontrar su celular

El flaco llega del laburo y esperás que se despoje de sus cosas, entre ellas el celular. Él nunca lo deja a la vista, siempre está en su bolsillo, sería capaz de meter el pito en la boca de cualquier cocodrilo antes que darte el celu a vos. En fin, es más fácil que te deje meterle el dedo en el culo en una noche de pasión y descontrol. Sin embargo él dice que no te esconde nada. Pero nada más alejado de la realidad mamu, ¡verso! Vos no le tenés miedo y se lo pedís “para ver una cosita” y cuando por fin lo tenés en tus manos te das cuenta que ¡el hijo de puta le puso clave! Para esa altura ya vas haciendo amiga la idea de ser una cornuda en potencia y lo sometés a un cuestionario de ¿por qué, cuándo y con la ayuda de quién pensó en una contraseña digna de vos? Porque claro, el tipo tiene sus encantos pero sos consciente de que no piensa en otra cosa que no sea en River y por qué se fue a la b.

Paso 2: Descubrir la clave

Ahora comienza la parte importante mi pichona, si sos una mujer con todas las letras, después del acto le pedís abrazos y mimos porque sabés que no hay mejor somnífero masculino que ponerse hincha pelotas después del sexo. Lograste tú cometido y lo ves dormir con la cara de tranquilidad que prometés le vas a borrar si lo llegas a pescar en otra, mejor dicho ¡con otra!

Le venís siguiendo los pasos hace días para intentar descifrar la clave que le puso, pensás en libros y películas de alto contenido intelectual. No debe ser nada fácil y te tiene desconcertada la idea de dejar pasar un día más sin saber qué tiene en el celular.

Probaste con un montón de frases y fechas, y por descarte escribís “River” y bienvenida a la realidad: ¡¡¡la descubriste!!!

Paso 3: Revisás el celular

Vas directo a los contactos, te tiembla todo el cuerpo pero querés conocer toda la verdad. Tiene agendada a tú mamá, a la suya, a su hermana, a vos y el resto son todos hombres. Ahora te sentís más tranquila pero no sos ninguna boluda, vas al whatsaap y te fijás si los nombres coinciden con sus fotos de perfil:

Miguel: Ese amigo gatero que te cae como el culo. Bien.

Rubén: Su papá. Excelente.

Pablo: Su primo que está más fuerte que trompada de Boliviano. Lo agendás.

Gustavo: El mecánico. Perfecto, hasta ahora no sos cornuda.

Raúl: Su otro amigo con cara de boludo que tiene menos levante que tu ex en el boliche.

Nicolás: ¡Cagamos! O Nico se hizo las tetas o ahí hay gato agendado. Y para esa altura vos ya te prendés fuego, te sube literalmente la bilirrubina y te vas a tu casa sin despedirte.

Paso 4: No dar señales de vida

No hay nada peor que tener desconcertados a los hombres. Si vos siempre fuiste esa “hincha pelotas” que él tanto padecía, ahora te volviste todo lo contrario. Te mordés los dedos hasta convertirlos en muñones para evitar escribirle al flaco que te engañó peor que tú mamá, el día que te dijo que el ratón Pérez se llevaba la plata de tú alcancía.

Cuando te llama le contestás pero le hablás cortado y no tenés ganas de verlo. Aunque cueste creerlo, el pibe se da cuenta de que algo pasa. Y empieza la conversación que le “genera dudas”:

– Él: ¿Te pasa algo?

– Vos: No.

– Él: ¿Segura?

– Vos: ¿Me debería pasar algo?

– Él: No, pero como siempre me escribís, no sé.

– Vos: No sé, vos sabrás.

Y esas palabras se convierten en el eco que van a escuchar durante toda la noche, hasta que no encuentre la razón por la que vos pasaste de ser “la pesada” que lo jodía siempre a estar más fría que un témpano.

Paso 5: Escuchar la verdad/ El perdón

Haciendo memoria, y con mucha bronca se acordó de ese día que le diste bomba como nunca lo hiciste hasta dejarlo dormido pasando por todas las posiciones del kamasutra.

Te das cuenta que ella te conoce más que vos mismo y que seguro descubrió la limitada contraseña que habías puesto y ¡estás al horno!

Y después de explicarte que ese Nico es en realidad Carla, la amiguita atorranta de la facu, que no fue nada importante y que “ella te buscó”, comenzás con una lista de interminables reclamos que van desde el año 2012 en adelante (porque vos nunca te olvidás de nada).

Después de hacerlo sufrir durante una semana, finalmente lo perdonás. ¡Boluda, el flaco se acostó con esa Carla y vos lo perdonaste! ¡Nos merecemos lo que nos pasa loco! Pero al menos, como intento por recuperar tú dignidad le aclarás que las cosas no van a ser como antes.

Paso 6: Cornuda again

Querés ver si, después de todo eso cambió. Entonces revisás su última conexión. Intentás ver si se fue a dormir a la hora que te dijo y ¡sorpresa! Desactivó la última conexión de whatsaap. Está bien que nos consideren estúpidas pero tampoco está bueno el boludeo prolongado. Si te quedaste hablando con otra hasta las cuatro de la mañana, bancate la última conexión.

Entiendo que el amor nos vuelve ciegas, de hecho no existe otra explicación que nos mantenga ahí, llorando por un salame como él. Pero tiene algo, ese síndrome de hombre hijo de puta que nos encanta.

Te das cuenta de todo lo que perdiste, empezás a salir con tus amigas (esas que habías abandonado por él “porque eran piratas”) y te das cuenta que ¡te encanta el agua sucia! Y como para vos una relación sin confianza no llega a nada, después de pensarlo mejor decidís terminarla en buenos términos. Porque aunque haya sido un hijo de puta, lo amaste.

A partir de ahí le das a la joda como sordo al timbre y te olvidás de que fuiste más cornuda que un alce y más boluda que la Xipolitakis, (con menos tetas y afortunadamente más neuronas).

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