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Casta política: sacudo mis pies ante tu pueblo

En la antigüedad, sacudir el polvo de los pies ante un pueblo, era sinónimo de desprecio y repudio contra ese pueblo. Si un caminante entraba en forma pacífica a un lugar en busca de alojamiento, alimento o ayuda y no era tratado de buena manera, hospedado o socorrido, este tenía todo el derecho de sacudir el polvo de sus pies en las entradas del pueblo y ese pueblo quedaba en el olvido.

Hoy yo soy un joven caminante, intentando hacer mi propio camino, sin buscar huellas o tránsito liviano. Hoy estoy comenzando a emprender un viaje al que llamamos vida y tratando de crecer, caminando los senderos de mi país. Y me encuentro solo, con un Estado depredador, insolente y enfermizo. Un Estado que solamente busca el bien de nuestros representantes, olvidándonos a todos los representados, un Estado indigno, carente de coherencia, conciencia de Estado y habilidades como guía. Vivo en un país donde el Estado está en estado vegetativo para más de la mitad de nosotros, un Estado que añora que sus mismos integrantes cada vez piensen menos, cada vez razonen menos y así de esta manera hacer abuso de sus derechos sin recibir crítica consistente alguna. Hoy me encuentro solo ante un Estado que debería acompañar nuestros pasos, debería ayudarnos a ser y crecer, debería apoyarnos en nuestros emprendimientos, nuestras familias, nuestro porvenir y solo existe beneficio para aquellos pocos a los que puede dominar como la más simple de las marionetas. Hoy hay ayuda a cambio de un voto, como una negociación sucia y negra, como el peor de los tratos. Es como un circo en el que tenes que ser payaso o animal domesticado para ingresar y así obtener los beneficios de ser uno más bajo la carpa, pero de ninguna manera un ser pensante puede estar dentro, de ninguna manera vas a recibir alimento o beneficios si no te vestís de payaso o te aguantas que te domen a palazos y látigo. Vivo en un Estado donde la base de una nación, que es la salud y la educación, es una profesión mal paga y decadente, un Estado padre de grandes médicos y grandes educadores que son olvidados en lo más penumbroso del olvido y dejados a la deriva, como flores en un florero sin agua, en una casa sin habitantes. Hoy, Estado argentino, sacudo los pies ante vos.

Pero el Estado es una institución, una institución dirigida por personas, personas que llamamos dirigentes, dirigentes elegidos por nosotros. Dirigentes enaltecidos de poder, poder que les ha hecho perder el juicio y la discreción. Personas sin idoneidad, incluidas por pagos o cobros de favores turbios, inútiles, sin educación, profesión o razón. Personajes, más que personas que limitan su visión a su bolsillo, que carecen de conciencia, como nación, como país y como personas. Hoy son el reflejo de mi país, Argentina especuladora, pícara y resignada. Pero no son el reflejo de nosotros los jóvenes de hoy, ya que nosotros somos el futuro y nuestro futuro nunca está ligado con la política de turno, sino que son el reflejo de viejos de antaño, oxidados, traicionados y diezmados. Son los mismos de siempre, con distinta camiseta, con distinto olor. Como un bolillero con todas las mismas unidades, donde el azar se limita a la cantidad de bolillas conocidas por todos, donde luego de cada extracción esa bolilla vuelve al bolillero, para quedarse hasta que otro idiota la saque nuevamente. Hoy veo que los dirigentes se manejan con la misma soberbia e impunidad que un delincuente argentino, que sabe que siempre va a ser libre de hacerle a los demás lo que jamás permitiría que le hagan a él. Hoy el accionar vergonzoso de mis dirigentes, esta amparado por leyes, decretos y organismos. Hoy es una tragicomedia donde nosotros, el futuro de la argentina, no estamos invitados ni nos interesa estarlo, ya que entendemos que solamente esta en nosotros el cambio. Hoy, dirigentes argentinos, sacudo mis pies ante ustedes.

¿Y como huir cuando no quedan islas para naufragar? Diría Sabina. Donde ampararse cuando no hay un partido en el que depositar nuestra confianza, nuestra fuerza, confiar nuestras ideas. Hoy los partidos de mi país no generan militantes, ya que los jóvenes de mi generación crecimos sin ilusiones, sin esperanzas políticas. No les interesa escucharnos más que para la foto y para las urnas. Nuestros proyectos pasan desapercibidos por sus ojos, les hacen oídos sordos cuando el bolsillo del partido no crece y pasa de mano en mano, hasta quedar archivado en el último de los cajones. Los partidos no hacen más que gastar en propaganda barata y enarbolar cataratas de promesas, que es sabido no son cumplidas en lo más mínimo. Hoy un partido no genera entusiasmo, porque en su ambiente solo se percibe resignación y egoísmo, hoy no hay partido del que nazcan líderes, ya que quienes tienen las habilidades de líderes deciden no corromperse, no venderse y dedicar su vida a asuntos limpios. Hoy cada uno de los militantes de un partido son estúpidos muñecos, vitoreando antiguos personajes, ensalzando antiguas victorias y escondiendo pasados fracasos, o minimizándolos al extremo. Los seguimos escuchando discutir, como barrabravas de distinto equipo de fútbol, discutiendo por copas, jugadores estrella, triunfos y campeonatos pasados y pasándose el fútbol por donde no da la luz del sol. Sus integrantes son figuritas repetidas, resurgidas de la nada, remakes del pasado, recauchutadas y emparchadas para aguantar su figura antes de que se pinchen y desinflen nuevamente como antes, volviéndonos a dejar solos, con menos confianza que ayer y menos participación que mañana. Hoy, partidos políticos de mi país, sacudo mis pies ante todos ustedes.

Hoy estoy a gusto entre un pueblo de jóvenes, donde nos cuidamos entre nosotros, donde nos acompañamos, nos apoyamos, nos comprendemos y construimos nuestro futuro a solas, donde depositamos confianza entre nuestras filas, entusiasmo e ideas, lejos del Estado, del gobierno y de los partidos políticos. Hoy, todos nosotros sacudimos nuestros pies ante todos ustedes y tenemos cientos de palabras e ideales que van a destrozar sus estandartes como la más horrorosa de todas las guerras.

Escrito por Enrique Rosi para la sección: