/El anillo | Cap 4: Fin

El anillo | Cap 4: Fin

Caminando suelo encontrar respuestas, dar solución a distintos problemas, encontrar significados. Llevaba 5 cuadras caminadas por la Arístides y no se me caía una puta idea de quién es ese tal “Leroi”, le había dado tantas vueltas a la tarjeta que Ángel me dio tan gentilmente, que en cualquier momento se magnetizaba y se convertía en tarjeta  de crédito. Las ansias de saber que era lo que lo hacía tan especial al Anillo, las neuronas interactuaban como locas con dos palabras: Leroi, Anillo.

Él era quien tal vez podría ayudarme y darme a conocer los misterios del anillo. Ya estaba algo exhausto, tuve la idea de llamar Tony, mi fiel remisero. Y no es que no quisiera caminar, el agotamiento de la noche anterior me poseyó de tal manera que la pachorra no me dio tregua. Paré en un Kiosco de esos que tienen teléfono semipúblico, marque el número y llamé. Sonaba y sonaba como si nunca fuera a atender, en eso logre oír ruido en el tubo

– Hola Tony, soy León

– León, querido, ¿Cómo estás? – Saludó Tony.

– Hola hermano, masomeno’, ¿Vos podrás hacer un viaje? – Respondí.

– Si mi viejo, pero, ¿Estas Bien? ¿Pasa algo?  Te noto raro. – Menciono algo extrañado.

– Mira, estoy por calle Colón y Patricias, te espero y cuando vamos viajando te cuento. – Contesté algo apurado.

– Dale, ni un problema. En 15 estoy por ahí. ¡Un abrazo! – Concluyó.

Tardó aproximadamente 45 minutos en llegar, y yo ya tenía una cara de orto como buen tipo al que no le gusta esperar. Se bajó del vehículo pidiendo disculpas, yo contestándole que si hubiera sido una emergencia tendría que haber oficiado de coche fúnebre. Al final nos subimos sonriendo y partimos. Mientras estábamos en ruta le contaba a Tony los sucesos de la noche anterior, boliche, casa de Nati, quilombo, almuerzo, todo sin nombrar una palabra del anillo. Se me cagaba de risa de tal manera que solo faltaba que empezaran a vibrar los vidrios, estaba morado por tanta gracia que le hacia mi inesperada noche.

– Cállate culiado ¿Cómo te vas a ir a la casa con las minas? Estás loco vos. Jajajajajaja.

– Y bueno boludo así es como fue, que, ¿queres que te mienta?

– Daaa, deja de chamuyar.

– Puta madre te voy a decir el porqué de todo esto, es por este anill…

El anillo no lo tenía en el anular, otra vez. Este hijo de remil aceros me tenía demasiado jodido, me estaba tomando el pelo. No lo tenía en la mano derecha, tampoco en la izquierda, en el bolsillo de la camisuli tampoco, en los del pantalón menos. Estaba en el llavero, otra vez, y yo no recuerdo que en ningún momento me lo hubiera sacado para ponerlo ahí.

– Mira boludo, este anillo se lo encontró mi vieja en la calle, me lo trajo, lo usé y desde ahí me empezaron a pasar las mil y una. – Retruqué en señal de enojo por falta de credibilidad.

Si hasta ahí se me había cagado de la risa, cuando le dije lo del anillo se recontra remil cagó de risa. Directamente se tiró a la banquina y paró el motor del auto, ya no podía más el chabón, estaba morado, se bajó su botellita de agua estilo running en dos segundos de la emoción que tenía. Comenzaron las preguntas sin sentido y con tono de gastada, el famoso “Deja de tomarme el pelo”.

– ¡Culiado sos el mentidor serial! – Exclamó Tony.

– Puta madre, mira, ponetelo a ver qué pasa. – Respondí.

– Uy, ¡Uy! – Gritó – ¡Boludo! ¡No sabes lo que estoy sintiendo! – Dijo asombrado.

– ¿Qué? ¡¿QUÉ PASA?! ¡DECIME! – Gritaba más asombrado yo, de que a él le pasara lo mismo.

– Veo, veo, ¡VEO UNA MULA! – Señaló hacia donde yo estaba parado.

– ¿Una mula? ¡Donde, Donde! – Buscaba para tratar de verla con mis ojos.

– ¡La mula que te echaste tarado! ¡Jajajajajaja!

Le di un golpe en la cabeza a palma abierta de esos que suenan bien fuertes y bien dados, pero él no podía parar de reír y seguirme gastando. Me largó el anillo al mismo tiempo que me decía que estaba medio colifa, y que en ningún momento logró sentir nada, y que eso además de causarle mucha gracia le preocupaba de mí. Traté de convencerlo de que a mí sí me pasaban cosas raras cuando me colocaba el anillo, pero todo fue inútil. Subimos al auto y me llevó a casa. Al llegar, las puteadas de mi viejo y los gritos de mi madre, que dónde me había metido, que cómo se me ocurre irme sin avisar donde iba a estar, ya me habían hartado con su sermón de padres preocupados, como le debe haber pasado a todos cuando eran jóvenes. Pasé al baño para higienizarme y luego ir a mi cama a descansar.

Pasó casi una semana, estaba en los cursos del viernes de vuelta, al terminar los muchachos me invitaron a salir como la semana pasada pero en esta ocasión me solicitaron que no me dejara las minas para mí solo. Al contrario de la vez anterior, no acepté, ya tenía planes. Había invitado a salir a una amiga, Tamara. La cité en la Guanaca, ella aceptó inmediatamente y sin peros entretanto hablábamos por el celu.

– Si boludo, me pinta que salgamos esta noche. ¡Estoy con Ganas de Gira! – Declaró con ánimos de fiesta.

– Bueno, ¡Genial! Pero no te me vayas a poner en pedo. Recordá que te llamo por algo importante, te tengo que contar algo Tamy. – Respondí – Dale haceme el aguante.

– Si si gordito, tranquilo vos. Enseguida me contas todo cuando lleguemos.- Contestó.

– Regio, nos vemos allá.

Regresé a casa, pegué cambiazo, y me fui al baile. Al llegar me puse el anillo, ¡YEEEEEEEAHH!, ¡He vuelto motherfuckers! ¡Energía ven a mí! Otra vez más estaba recargado, con todas las pilas puestas en el levante. Canchereando llegue a la taquilla, la flaca que se encontraba ahí estaba hablando por celular.

– Buenas bonita, tomá, te pago la entrada. – Exclamé.

– La entrada sale $120, lo de bonita está de más flaco. – Respondió con cara de orto.

– Pe… pero. Bueno disculpa, gracias. –La cara se me desfiguró de lo pelotudo que quedé

Pasé y me pedí un Cuba Libre, esta vez sí fue un Cubita, era raro. O sea, ¡Anillo, despertate loco! Aparentemente no me estaba siendo de ayuda, no como la noche de la semana pasada. Esperé en los livings a que llegara mi amiga. Estaba algo ansioso, ella me iba a escuchar y no aparecía aun. Se hicieron las dos de la mañana y ya me habían dado ganas de irme, estaba solo y al pedo, sin levante y menos onda que pelo lacio. Se abrió la puerta y ahí llegó, Tamy, un minon terrible, tiene unas piernas que parten la tierra, un lomaso espectacular la morocha, y un mechón de pelo color blanco de nacimiento que me vuelve loco, pero no puedo lanzarme con ella, es mi amiga y la quiero como tal. Aunque no puedo evitar admirar lo linda que es.

– ¡Hola gordito! ¿Cómo estás? – Saludó con cariño mientras reía.

– Hola reina, ya estaba por irme, creía que no ibas a venir. – Respondí.

– Boludo, si sabes que me tengo que venir desde Guaymallen hasta acá y es todo un viaje. –Mencionó – Contame, ¿Que te anda pasando?

– Te voy a contar algo muy loco, pero te pido que me creas y no te rías. – Señale advirtiéndole.

Ella me escuchaba atentamente mientras yo le explicaba lo que había ocurrido, no voy a negar que algo de gracia le causaba, pero así y todo se prestó como buena amiga para oír mi aventura. Tomamos un par de tragos mientras tanto, le conté del despertar y el problemón del despertar, el almuerzo y la tarjeta de Leroi que me dio el padre de Nati, la rubia. Tamy se quedó helada por todo lo sucedido, me preguntó si me había pasado algo así de nuevo, le dije que lo había intentado justo esa noche pero con resultado negativo, era el Off de mujeres nuevamente. Me trató de calmar, y prometió ayudarme a buscar al haitiano la semana siguiente. Bailamos juntos y tomamos un par de tragos. Nos divertimos bastante, al terminar la acompañé a casa y me despedí de ella.

– Vamper, el martes vamos a lo del tipo ese. Pásame a buscar en la tarde.

– Dale, quedamos así entonces. Martes de tarde. – Concluí retirándome.

Pasaron cuatro días y ya estábamos a martes, contacté a Tamara y pasé a buscarla. Llegamos a la dirección que decía la tarjeta, era un consorcio privado, con portero electrónico. Buscamos entre los nombres de la chapa con botones… François Leroi.

– ¡Es el! Es acá, Depto. C8. – Exclamé con emoción.

– Y dale pues, toca para que te atiendan, no es adivino el haitiano ese. – Respondió Tamy en tono sarcástico.

No alcance a tocar el botón que se abrió el portal de entrada, parecía el episodio del Chavo entrando en la casa de la Bruja del 71. Nos adentramos algo cagados pero con ánimos de saber más sobre el anillo. Tamy estaba bastante cagada, solo que no lo demostraba con tal de apoyarme.

Subimos por el ascensor, buscamos el depto. C8, una puerta color verde agua daba con la numeración, me dispuse a golpear

– Pasen, está abierto. – Ordenaron desde dentro.

– Hola, buenas tardes, me llamo…

– León, mucho gusto, soy Leroi. Si, se tu nombre, también a que has venido. – Respondió.

– ¡Apa! Este es de los buenos. – Mencionó Tamy.

– Y también soy adivino, o acaso hizo falta que tocaran el timbre. –Manifestó Leroi, un hombre de piel Negra, con varios años encima.

– Bueno, mire, mi madre se encontró este anillo, y desde que lo usé me pasaron cosas muy locas, y un amigo me dijo que usted tal vez me ayudaría. – Expresé con ansiedad.

– Si, el señor Ángel, muy buena persona, me ayudó en tiempos difíciles. – Declaró – Ese anillo que tenes, ese “Bag” pasó por mis manos hace mucho tiempo. Contrario a lo que sé que pensas, no es el anillo que te sirve para consumar actos sexuales. Ayuda a los que están en soledad, a los que no tienen tacto con la sociedad, feeling. Al antiguo portador lo ayudó en una de sus más importantes aspiraciones, al lograrlo lo tiró, tal y como le ordené. Depende de lo que le haga falta a la persona, en eso lo ayudará el anillo. Pero deben deshacerse de el en cuanto obtengan lo que merecen. – Relató el haitiano.

Estaba en shock, que miércoles me podía estar haciendo falta, así y como estaba me sentía bien. Teníamás preguntas que hacerle, pero nos hizo notar que estaba algo ocupado.

– Bueno León, eso es todo. Yo ya te ayudé en tu búsqueda de saber, ahora depende de vos lo que quieras hacer. Debo despedirlos, y sí, estoy algo ocupado, ese ponche a la bucanera no se va a preparar solo. –Señaló Leroi.

– Bueno, muchas gracias por todo. Le estoy agradecido, tome – Le di algo de dinero – Por su ayuda.

– No hay de qué niño, gracias. Y suerte con eso.

Salimos del consorcio con mi amiga, la cual debía irse a una reunión de la iglesia a la cual asiste, la acompañé y me despedí de ella. Caminé una cuadra y sonaba mi celular, un número no registrado.

– ¡Hola! ¿Cómo estas Leo?

– Hola, ¿quién sos? – Dije.

– Soy Natalia, ¿Estas ocupado León? Es que quería ver si nos podíamos juntar. –Menciono Nati.

– Hola Nati, no para nada, estoy libre ahora. ¿Dónde nos juntamos?

– ¿Te parece en la Plazoleta Rincón de los Poetas?

– ¿La que está en calle Martín Zapata verdad?

– Si, la misma. Ahí o donde vos quieras.

– No hay Drama, ahí voy para allá. – Respondí – Dame unos minutos y llego.

Caminé más apurado que de costumbre, las calles y calles que cruzaba se me hacían interminables, pero así y todo llegué. Quería ver que necesitaba Natalia, que a fin de cuentas no la conocía, además de disculparme de lo sucedido esa noche entre ella y sus amigas. Al llegar la vi sentada en una banca de la plazoleta, llevaba puesto un vestido floreado claro, y sandalias color crema. Estaba hermosa.

– Hola corazón, te extrañe.

– Hola Natalia, mira, yo vine más que nada a disculparme. Estuvo mal lo de la otra noche.

– ¿Pero por qué? Yo la pasé muy bien con vos. –Dijo Natalia con cara de tristeza.

– Si pero este no soy yo, no hago eso de salir de fiesta e irme con unas chicas a su casa, menos acostarme con ellas. En verdad te pido perdón. Sos una piba buenísima, de buena familia, y yo hice algo no debido. – Respondí.

– Pero, no te acostaste con nosotras. No tuvimos sexo, llegamos tomamos algo, y nada más.

– Pero, tus viejos y tu hermano a los gritos, yo en el baño, ustedes que no me conocían.

– Es que estaba demasiado dormida, igual las chicas, y estaba oscura la pieza. Lo de las chicas fue algo para ver qué clase de chico sos. Por qué me gustas, y necesitaba saber si podíamos llegar a algo, después le expliqué a mi familia sobre lo que pasó, mis papas se enojaron conmigo. Perdón por eso.

– ¿Por qué hiciste eso? Yo pensaba que fue este anillo y su mágico proceder.

– ¿Eso que tiene que ver? Con o sin anillo me gustas igual, yo tampoco te conozco pero quiero hacerlo, desde la noche del boliche. Sácatelo, por favor.

Saqué el anillo de mi dedo anular, Natalia me dio un beso, y así nos fundimos como dos pendejos enamorados en ese momento. Estuvimos un largo rato besándonos sentados en una banca. Sentí una energía proveniente de mi mano izquierda en donde tenía en mi palma el anillo. Lo solté, lo dejé ir. Mientras, invité a Nati a tomar algo, charlamos, nos reímos de mi aventura con el anillo y todo lo que había pensado que pasó, obviamente no mencioné el hecho de que su padre me dio el contacto de Leroi, una cuestión de caballero. El tiempo fue pasando, y seguimos juntos, felices los dos, hoy somos padres, tenemos nuestra casa, aun nos faltan los Vitraux pero ya llegaran.

¿El anillo? No supe más de él, desde que lo dejé caer de mi mano, solo espero que cuando alguien más lo encuentre, esa argolla de la suerte sepa ayudarlo a su portador con esa picardía que me ayudó a mí. A fin de cuentas, estaba solo. Hoy le debo mi felicidad y esta anécdota que me saca una sonrisa al recordarla.

Basada en hechos reales.

Escrito por Erik Da Vila para la sección:


ETIQUETAS: