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El día que hice mi primer cola

Comenzaba el primer año del polimodal con mas crisis hormonales que ganas de estudiar. Para las chicas, era obligatorio usar camisa y faldita como uniforme del colegio. Para los vagos, con una remera blanca y jeans, estaba perfecto.

Como explicar la gloria que vivíamos en esos días con mis compañeros, si basta con contarles que el cole era de dos pisos y nos pasábamos horas mirando a las minas desde abajo, con una perspectiva privilegiada. Faldas danzando al compás de su andar, nalgas que jugaban a las escondidas, con el azulado trozo de tela que las cubría del sol y las miradas de la platea baja…

Épocas de ratones y pajas incontables, miles y miles de fotos mentales que aún por estos días, saltan por error en mi memoria y quedan retumbando en forma de un  vago recuerdo.

Pero nada igualaba a la Tefi, dueña de una belleza que pocas veces habiamos visto, le dueña de cada suspiro de los vagos. Recuerdo que con mis amigos hacíamos competencias de quien le había dedicado más tuertas, llegando a números bastante cuantiosos, en la cima de la tabla, estaba “el Chori” que le había dedicado cerca de unas 43 pajas en 3 meses, segundo venía el Fabri con 34 y yo estaba tercero con 29, de todos modos, me puse cabeza a cabeza con el primero en una semana, que fue justo cuando vi a la Tefí saliendo de gimnasia con terrible calza come trapo.

Tefi era consciente de esto, siempre con chupetín en mano, o bien un churro, o un sacramento, toda forma similar a lo fálico era válido para que la Tefi nos hiciera calentar la poronga y se nos cagara de risa. Seguramente, cuando ella hablaba con sus amigas, éramos el grupo de los “acno-pajeros” o “los pajeros con acné”. Y es como dicen, “hazte la fama…”

Difícil, muy difícil fue para mí poder tomar coraje y decidirme a intentar aunque sea, tener una charla con ella, teniendo el tremendo mote de pajero que la miraba debajo de las escaleras. Pero al ir a hablarle, Tefi notó mi cambio de actitud, ya estaba dando mis primeros pasos hacia la hombría y alejándome del grupo de los nerds. Decidí bajarme del torneo de pajas, como primera medida, luego cambié mi look y comencé a cuidarme con las comidas. Fue cuestión de tres meses para que mi aspecto cambiara totalmente, los granos se habían ido, ya no tenía olor a esperma añejo y mi actitud había cambiado bastante, es más, los nerds no me tocaban el orto con una caña.

Era obvio que mi metamorfosis comenzó a llamar la atención de todas las minas y en la bolsa entró la chica de mis sueños, quien un día sin más, se animó a hablarme. Aún recuerdo cuales fueron sus primeras palabras:

– ¿Vos te llamás Rata, verdad?

– Si, si, soy yo…¿Cómo me conocés?

– Bueno, Rata…emm…se ve que fuiste al baño, porque tenés un papel higiénico pegado al zapato y lo venís arrastrando desde el primer recreo.

Se ve que les caí simpático también a sus amigas, porque reían bastante de esa escena.

Digamos que luego de eso vinieron sucesos que nos fueron acercando, le prestaba hojas, le hacía la tarea, le compraba la merienda y hasta trataba de ayudarla en los exámenes.

Tan mal no hice las cosas, de remarla, ya nos sentábamos juntos y charlábamos fluido a cambio de que le llevara las carpetas a la salida del cole mientras ella se chamuyaba al Toti, que era el único que tenía moto en todo el curso.

No tardó en llegar su cumple, al cual obvio, fui invitado ante la atenta y envidiosa mirada de mi ex grupo de nerds y pajeros amigos.

Yo sabía que esta era mi oportunidad de pasar al frente de una puta vez y dejar atrás la época de chupada de medias, para pasar a tener algo con ella. Me hice presente en su casa en chacras, encamisado, con mis mejores jeans y mis con Topper de lona bien lavaditas. Como pude sobreviví al festejo y a la competencia con el Toti para ver quien se la levantaba finalmente. Se hicieron las 3 de la mañana y tasa tasa, cada uno a su casa, menos yo, que no tenía en que puta irme.

“Rata, si querés quédate a dormir en casa” me dijo la madre de Tefi, pregunta  a la que ella asintió con una cara picarona y sugerente como diciendo “si, Rata…quédate (guiño, guiño)”. Tefi me prestó su cama y ella durmió en la pieza del hermano que estaba de vacas. Obviamente no pude pegar un ojo de imaginarme que me estaba tirando pedos en la misma cama en la que ella reposa su existencia, sintiendo el aroma de sus pelos impreso en la almohada. Se hacían las 4, las cinco…y a las seis, recién caí vencido por el sueño…

–          Rataaaa, despertate, necesito tu ayuda…

El sonido venía del baño, miré al cielo y dije “gracias barba, hoy se me da”. Fui camino al toilette fijándome si había alguien en la casa y al parecer estaban todos trabajando, lo que significaba que estábamos solo ella y yo, con ese minón llamándome…mi mente volaba y el amigo ya se estaba activando.

Cuando llegué a la puerta del baño la vi apoyada en el lava manos dándome la espalda, yo mirándole el culo a más no poder, con ese pijamas sexy. Me miró por el espejo sin voltearse, y me dijo, “dale, haceme la cola…”.

No lo pensé ni un segundo, me despegué del marco en el que me apoyaba para no caer de orto ante semejante impresión  y la tomé decidido de las mechas por detrás, mientras veía su cara de placer en el reflejo del espejo…No voy a entrar en más detalles, solo les digo que no le hice la cola una, sino dos veces. Si si, el gordito granoso y nerd, haciéndole la cola dos veces a la Tefi…la primera vez fue maso, ahora, la segunda le quedó ¡DI-VI-NA!

Después de tremenda experiencia comencé a hacer trenzas, dos colitas, cortes de pelo, tinturas…gracias a ese día en el que la Tefi me pidió que la peinara, decidí a que quería dedicarme toda mi vida…a ser peluquero…

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