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El sabor del manjar

Me encontraba un domingo a la noche totalmente desvelada, tirada en la cama, una taza con un cuarto de café frío en la mesita de luz, el cenicero sin lugar para el cigarrillo que pendía de mis dedos a punto de ser finalizado, yo con un pantalón de pijama violeta y una remera manga larga negra con un osito de estampa, una cola en el pelo, y mil almohadones debajo de mi espalda. Necesitaba dormirme porque al otro día debía madrugar, pero no había forma de conciliar el sueño.

-¡No puede ser que no haya nada en esta mierda! Tanta plata por mes para tener mil canales y nunca hay nada para ver – pensaba mientras hacía zapping.

Llegó a un punto tal mi aburrimiento, que empecé a hacer zapping desde el primer canal. Tengo DirecTv, por lo que tenía para rato en eso. Llegando al canal 500, un canal hizo que mi dedo pulgar dejara de presionar el control. En la imagen, una rubia platinada con un busto protuberante y un morocho con un mástil que jamás en mi vida vi personalmente (mentira), haciendo el gran “69”. La cámara, en ese momento, enfocaba sólo a la rubia haciendo su jueguito.

Desde muy chica me gustó ver pornografía, pero pocas veces me masturbaba con ellas. Lo que en realidad hacía era mirarlas con atención, para “aprender”. Siempre quise ser la mejor en la cama, y suponía que imitando a esas reinas del sexo, lo lograría. Las felatios eran las que más llamaban mi atención.

En esta “película”, como todas las que vi siempre, le presté minuciosa atención a ella y su trabajo. Cómo lo hacía, qué hacía, qué decía, y cómo reaccionaba el susodicho. Finalmente, terminaba la escena con ella delante de la pelvis masculina, y con una masturbación, el hombre tira todo su líquido dentro de su boca y ella procede a saborearlo y tragarlo.

-¡Por Dios! ¿Cómo hace? ¡No hay manera… qué asco! – pensaba mientras miraba.

Como esa escena, las próximas dos películas. 4 am, apago todo y me obligo a dormir. Esa noche soñé que la rubia era yo y hacía exactamente lo mismo.

Día lunes, casi 10 de la mañana, es la hora de la “media mañana” en el trabajo. Nos vamos con mi amiga Andrea a la cocina para tomar un café y fumar un cigarrillo, como hacíamos cada día.

-Che, anoche haciendo zapping, aparece una porno…

-Jajajaja ¡qué pajera! ¿Te pusiste a ver porno? Jajajaja – dijo Andre, interrumpiéndome.

-Pará, boluda, pará que te cuento. Mostraban a la mina tragándose todo ¡y me dio un asco, te juro!

-¡Me estás jodiendo que vos nunca lo hiciste! – me pregunta sorprendida.

-Y, no, si te estoy diciendo que me da asco, obviamente no.

-Jajajaja yo pensaba que sí, más como sos vos con el sexo…

-No, te juro que lo he pensado mil veces, pero no hay manera. Es más, con mi ex una vez lo intentamos, pero apenas me tocó la lengua una gota me dio una arcada increíble.

-¡Noooo, lo que te estás perdiendo mujer!

-¿Sí… está bueno? – le pregunto más intrigada aún.

-¡Sí! Es como tener un doble orgasmo… ¡a mí me fascina! – me responde con los ojos cerrados, como haciendo memoria.

-¿Cómo doble orgasmo? ¡Doble orgasmo para él, si vos no estás haciendo nada!

-¡No, boluda, doble orgasmo para vos! Bah, si es que te da placer practicarle sexo oral a un tipo.

-Sí, a mi me encanta, pero no sé… no me animo a eso.

-¡Vos estás loca… ¿cómo los vas a dejar así!?

-Jajajaja no sabes la cantidad de veces que me lo han pedido, pero no me animo… lo mismo no se han quejado…

Pasó un rato y tuvimos que volver a trabajar. Estuve todo el día pensando en lo mismo. “A lo mejor exagero y no es tan feo”.

Se hacía la hora de irnos, suena mi teléfono.

-Hola gordita, ¿ya saliste?

-No, en 5 salgo, ¿por?

-Porque tengo una sorpresita para vos, ¿o te olvidaste qué día es hoy?

3 de Marzo… ¡oh, cierto! Hoy cumplíamos con Martín 4 años de novios.

-Te juro que se me re pasó, es que tuve un día re complicado en el laburo, bicho…

-No importa, gorda, bueno ¿querés que te pase a buscar?

La verdad que no sabía qué planes podía llegar a tener, pero sea lo que fuera no iba a estar así con la ropa de trabajo y desaliñada.

-Mira, pasa a las nueve por mi casa, que quiero ir a bañarme y cambiarme, ¿dale?

Y así fue. Arreglamos para esa hora. No quiso adelantarme nada, pero yo tenía que prepararme para lo mejor, sin importar el medio, el fin era algo obvio, y debía estar lista para eso. Cremas, perfumes, depilación, ropa interior fina… listo. El teléfono volvió a sonar, Martín estaba en camino.

Fuimos a cenar a un hotel, una cena romántica hermosa, Martín estaba más lindo que nunca, tenía un perfume que me volaba la cabeza. Podía notar el gran esfuerzo que había hecho para que esa noche fuera increíble. Yo, en cambio, como me había olvidado de esa fecha, no tenía nada preparado ni comprado para él, pero algo tenía que hacer. Íbamos a pasar la noche en el hotel, en una de las habitaciones más lujosas.

Pasamos a la habitación, y sentía que a partir de allí, debía hacerme cargo yo de la situación.

Entramos, nos dimos algunos besos, nos servimos un poco de champagne que había en una mesa, frente a la cama. Mientras él se ponía cómodo, fui a conocer un poco más la habitación. Llegué al baño, era increíble, muy lujoso, y tenía un jacuzzi que podían entrar cómodamente 4 personas, ¡INMENSO! También había una ducha toda de vidrio que daba al jacuzzi. Inmediatamente tuve una idea.

Mientras él seguía en la habitación, me despojé de mi ropa, le pedí que encendiera la música, puse a llenar el jacuzzi y le agregué unas sales que habían en una canastita al costado. Cuando estaba por la mitad, entró al baño, miró todo y me miró a mí.

-Apa… ¿ibas a empezar solita?– me pregunta sonriendo.

-Noup… sólo me estaba adelantando – le respondo, acercándome a él para besarlo.

Lo desvisto lentamente y le pido que vaya al jacuzzi. Él me tomó de la cintura como para acompañarlo, pero lo suelto y le indico que siga sin mí. Entra al agua, se acomoda, le busco su vaso de champagne para dárselo, voy a cambiar la música y vuelvo al baño. Me meto en la ducha, él me mira sorprendido y se acomoda más en el lugar.

Comienzo a acariciarme bajo el agua, me unto las manos con un poco de jabón y me lo paso por todo el cuerpo, lentamente, dándole más importancia a las partes que sabía que a Martín lo enloquecían, que eran mis piernas y mis pechos. Me ponía de espaldas a él, y dejaba que el agua sólo me mojara, que entibiara mi cuerpo. Martín me miraba atento y bebía de su copa. Salí de la ducha y decidí unírmele. Me paré junto a él, que permanecía sentado, y puse un pie en el borde, dejando mi rodilla a la altura de su mentón. Él comenzó a acariciarla despacio, y lo veía mirarme, con una sonrisa, mi entrepierna, sin embargo, no la tocó.

Me metí al jacuzzi, lo ayudé a levantarse, nos besamos un poco y lo senté en el borde. Seguí besándolo, pero ahora también por el cuerpo. Comencé a bajar, hasta quedar de rodillas. El agua hervía y me quemaba el cuerpo. Quedé frente a su miembro y enseguida se me vino una imagen a la cabeza: la rubia. Pensé “este es un buen momento para probar eso, con él, que está limpio, que me gusta, que me fascina chupársela”.

Comencé a masturbarlo de a poco, le acariciaba los testículos, los metía en mi boca o lamía suavemente. Enjaboné mi mano y continuaba acariciándolo. Luego lo enjuague y volví mi boca a mi lugar, donde tanto me gustaba estar. Al cabo de un rato, su miembro estaba durísimo y muy colorado. Su cuerpo estaba brillante por la transpiración producto del vapor y la calentura. En algunos momentos, una de sus manos jugueteaba con alguno de mis pechos, y a veces ambas manos con ambos pechos. Le fascinaban. En mi cabeza, la misma imagen todo el tiempo: el morocho dándole de “beber” a la rubia. Tenía ansiedad y quería que llegase ese momento cuanto antes, por lo que empecé a acelerar el “asunto”. Mis movimientos masturbatorios se incrementaron, la fricción aumentaba, sus jadeos también. Sin más que esperar, me indica (como siempre lo hizo) que está por acabar y que le diga dónde la quería esta vez. Generalmente solía ponerme en cuatro o en el pecho, y eso esperaba él. Sabía que esto nuevo también le gustaría porque habíamos hablado del tema en alguna oportunidad, pero siempre me negué.

Sabiendo que estaba por terminar, extendí mi lengua hacia su glande y continué masturbándolo. Él no entendía nada, pero comenzó a hacerlo luego de que lo sonreí, por lo que se relajó y soltó ese tan esperado líquido sobre mi lengua, caliente y un tanto espeso. Luego de la tercera o cuarta réplica, volví a él para terminar de limpiarlo, ahora con toda mi boca. Lo mire a los ojos y al fin lo hice, lo cual notó cuando me vio relamerme los labios.

Me sentí muy bien. Al fin lo había complacido a él como me había pedido, al fin me había sacado la duda. Y debo admitir que no sólo lo disfruté, sino que es algo que quiero seguir haciendo.

Cuando terminamos, él volvió al agua conmigo.

-La verdad que nunca me imaginé que ibas a hacerlo… podría decirse que ¿”gracias”?

-Jajajaja ¡ningún gracias… te toca, bombón! – le dije tomándolo del pelo y metiéndolo bajo el agua. 

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