Ayer participé de la manifestación en Mendoza, en donde cientos de mendocinos se congregaron en el centro para expresar su repudio al gobierno, entre otras tantas cosas. Esta vez hubo un poco de menos gente, pero la intensidad de la queja y la pasividad con la que se desarrolló el evento se mantuvo intacta a las anteriores veces.
Me parece excelente que la gente se manifieste, sobre todo en estas condiciones. Además creo que es la única forma que nos queda de comunicar nuestro descontento, porque ya nadie sabe dónde está parado.
Pero ayer me di cuenta que, de no cambiar algunas cosas, es la última vez que voy. El fin de toda esta movida es generar algo en el gobierno, es que todo este repudio llegue a sus oídos y hagan algo (o dejen de hacer). Pero, lamentablemente, me temo que nada de lo que se hizo ayer tiene peso e incidencia política. O sea, políticamente hablando, la manifestación fue un fracaso absoluto, una masa de odiosas, desgastadas y hartas personas despotricando a diestra y siniestra cuanta queja se le venga a la cabeza contra todo y contra todos.
Voy a dar detalle de lo que viví en Mendoza solamente, ya que me parece que fue similar a lo que pasó a nivel nacional, solo cambiando calles, puntos de encuentro y cantidad de personas.
El 18A fue un masacote de ruidos, quejas, cacerolazos, silbidos, kilombo, desorden, desconcierto en las quejas, diferencias en los pedidos, desorganización de puntos de encuentro, gente que subía hacia la calle Patricias al tiempo que otros bajaban hacia San Martín, algunos totalmente perdidos llegaban a la peatonal mientras otros volvían de Casa de Gobierno, varios que cantaban a destiempo el himno mientras otros coreaban cantitos anti K, en fin, fue una manifestación del odio que un sector de la provincia le tiene al gobierno, pero sin línea ni fundamento, sin organización ni conocimiento, sin unión, sin homogenización de criterios ni de ideas.
¿Y saben porque políticamente no tiene peso? ¡porque el gobierno se nos caga de risa de esta desorganización! Utilizan este pacífico caos como herramienta para demostrar a los oficialistas que “no saben lo que quieren”, “son oligarcas desunidos y odiosos”, “son golpistas sin ideas”. Los periodistas de los canales oficialistas agarran a dos o tres viejas chotas que hablan del dólar, de los viajes a Cancún que no pueden hacer, de la payasada de que vuelvan los milicos o Menem, del “que se vayan todos”, le suman las imágenes del desconcierto en la organización, del kilombo y la falta de criterio ¡y se nos mean de risa! ¡se mofan de nuestra desunión de ideas! Y la culpa no es de las viejas chotas, tampoco del desorden, la culpa es lisa y llanamente de lo que titula esta nota: falencias de comunicación y falta de liderazgo.
Primero hablemos de la pésima comunicación. ¡Viejo, estamos en Mendoza! ¿A quién se le ocurre arrancar la marcha a las 20:30, cuando el comercio en casi todo el gran Mendoza está abierto hasta las 21? Debería haber arrancado a las 21hs. Hay que establecer un punto de encuentro con su horario, por ejemplo peatonal y San Martín a las 21hs, un punto intermedio para los que llegaron tarde, por ejemplo 21:40 en la Legislatura y un punto final para culminar la movilización, por ejemplo 22:30 en Casa de Gobierno ¡y toda la gente debe saberlo de antemano! Hay que marcar las calles por las que se va a ir, las calles que van a cortar, para que todos se ordenen al estacionar. Pero lo más importante de todo, lejos, es establecer como máximo 3 (tres) puntos por los que nos congregamos. No importa el tipo de puntos, si son tibios o extremos, pero sí que sean claros. A ver, si decidimos juntarnos porque “queremos que Cristina se vaya a la recalcada concha de su madre y abandone la presidencia”, entonces esa tiene que ser la queja fuerte, firme y clara y todos debemos estar preparados de antemano para exponer motivos ante cualquier cámara o perejil, todos tenemos que llevar carteles con la misma idea, con el mismo cantito y con la misma denuncia. Sea esto, sea que no queremos la “democratización de la justicia” o sea que el bigote de Anibal Fernandez nos parece la cúspide de la grasada. La queja tiene peso político si es homogénea, certera, contundente y perfectamente expresada. De esta manera la prensa no va a titular “manifestación en repudio al gobierno”, sino “manifestación para que Cristina se vaya a la recalcada concha de su madre y abandone la presidencia” y el impacto va a ser distinto.
El otro gran problema fue la falta de liderazgo, que se suma al punto anterior. Estoy 100% de acuerdo con que nadie quiere que se meta un partido político para adjudicarse una movida, me parece perfecto que quede bien claro que somos el pueblo el que se queja y no la “opo” o la “corpo”. Somos gente, no políticos. Eso está claro y es perfecto. Pero toda masa necesita un líder que dirija. Y no se imaginen a un mesías o a un pelotudo soñando con convertirse en el héroe del pueblo, sino (por ejemplo) a un simple tipo de vestido enteramente de blanco, sobre un pedestal bien alto, con un megáfono pulenta, ordenando. Que el tipo ordene el canto del himno, ordene los cantitos populares, refresque los puntos expresados en el párrafo anterior, vitoree al pueblo, haga silbar en un momento, aplaudir en otro, cacerolear en otro y hacer minutos de silencio en otro.
Un tipo “x”, apolítico, común y corriente, ordinario, del montón, que se anime simplemente a organizar. Que avise que, por ejemplo, su reloj marca las 21:35 así que es hora de que TODOS marchemos hacia la legislatura como se había acordado. Que de ahí avise que avise a las 22:20 que nos vamos TODOS porque a las y media habíamos quedado en juntarnos en Casa de Gobierno y nada más, que culminado todo se vaya a dormir a su casa sin otro fin.
Estas dos sencillas cosas, aplicadas a la masa atroz de gente que fue, hubiesen generado un impacto político explosivo y certero, profundo y contundente y hoy nos veríamos como un pueblo unido que sabe lo que quiere, no como un montón de pelotudos profesando odios, perdidos y desorganizamos como quedamos.
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