Y llegaron los reyes no más. Con todo el calor del verano llega ese día taan esperado por los pequeños seres tan insoportablemente conocidos por niños…y no tanto por los padres. Entre tantas posibles situaciones molestas y no tanto que trae el bendito día incentivado históricamente por un trío de peleles que les pintó cruzar el desierto para ver un nacimiento, están estas:
-No te queda otra más que pasar por el trabajo por demás molesto de desarmar el pinito. Si armarlo en sí es un trauma, imaginate acordarte donde va cada cosa que sacaste, volver a enredar las luces y doblar el pino para que entre en algún rincón; todo esto con 40 grados de calor.
-Si tenés hijos, preparate para salir como un descarriado a conseguir el capricho de los más chiquitos. Te toca caminar por un centro por demás lleno de gente tan o más histérica que vos, buscando como comprar un año más el amor de sus hijos; y todo esto también con 40 grados de calor. Si no tenés el cargo de los hijos, preparate para volverte loco tratando de andar por el centro, odiando a todo el mundo, pero amando tu decisión de no dejar descendencia que te coma la billetera una vez al año en pleno verano y después de los descajetes de las fiestas.
-Los niños ya no vienen como en los buenos tiempos de nosotros, cuando éramos domesticables y le escribíamos una cartita a los reyes esperando que nos trajeran lo que queríamos. Los zapatitos al pie del pinito, el pastito y el agua para los camellos, y a esperar impacientemente hasta el otro día. No, ahora los pendejos se enteran que los reyes no existen antes de llegar a la altura de la mesa. Y no sólo que no tenés como amenazarlos con que si no se portan bien no les van a traer nada, no se conforman con un par de medias como nosotros y te piden lo más caro que se les ocurra. Un Ipad, un LED de 50 pulgadas, un auto a control remoto con lanzallamas incluido, una muñeca que camina, salta y hace el baile del caño. Los muy sanguijuelas se aprovechan con la excusa de «es una vez al año». Y ni te cuento si se te ocurrió que naciera justo ese día, pobre vos y pobre tu billetera.
-Aparte de lo antes mencionado, esta lo que estoy segura que no sólo me pasa a mí, y es la purísima envidia hacia los pendejos del demonio por tener de arriba, un día donde se les cumple el capricho material que más se les antoja. Claro, uno crece y con eso empezás a escuchar el típico: «Vos ya estás grande para los reyes», y te tenés que conformar con un mísero presentito que te dan de compromiso (si es que tenés esa suerte) y 40 grados de calor que te regala el señor verano. ¡INJUSTICIA! Con tal de que me regalen algo que quiera me porto bien como máximo, una semana antes, le pongo hasta un litro de vodka a los reyes para que se enfiesten, pastito del bueno para los camellos y los mejores tacos que tenga. Escribo un testamento y lo cuelgo en la puerta de la casa si es necesario, pero yo también quiero.
En fin, felices reyes atrasados, digan sí a donar niños durante la primera semana de enero, y espero que les haya quedado algo más que 10 centavos en las billeteras y el que quiera quedar bien conmigo, pregunte por mí.
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Finales y cambios
El año pasado escribíamos:
Profesora no sabe las ganas que tenía de tocarle las tetas
Jajaja muy buena… a mi no me dijeron ni felices reyes con eso t digo todo! 😛
A mi me dijeron : «Seguí participando».
La verdad me has hecho reir un montón, eso de desarmar el pino es un olor de huevos, por eso me hago el choto y cuando hay que desarmarlo me voy a la bosta de mi casa. Vuelvo y OH,MAGIA hay un vacio enorme en mi coraz…eehh ennn el comedor..
Jajajajaja yo hago más o menos lo mismo, pero quedándome en mi casa esperando que alguien se canse de verlo armado y fuera de temporada.