Cuando uno prepara un asado, lo principal es la carne, la leña y la bebida. Le metemos la verdura por una cuestión de compromiso con nuestra salud. Aún así, puedo contar con dos o más donde la verdura estuvo de adorno en mi plato. Los creativos incluso han puesto varios vegetales en la parrilla, hasta el tomate, no así la hoja con sabor a pasto. Vino la onda de la rúcula, que matcheó con los cherrys. Momentáneamente también vimos el Acusay, o repollo Japonés, más la lechuga sigue firme. Siempre. Es que por alguna misteriosa razón al comprar la verdura, nos sentimos en la obligación de comprar lechuga, aunque sea una planta. Es que hemos sufrido un adoctrinamiento desde niños: el asado debe tener lechuga. Hagan memoria, y cuenten las veces que tiraron la ensalada de lechuga… Imbuído por el espíritu revisionista, que debemos liberarnos de este axioma al son de: lechuga, vos sos la dictadura.
Vamos por la gente
Resulta que a nuestro alrededor hay gente así. No solo se creen especiales, se creen el centro de todo. Y nos convencen que su presencia en cualquier proyecto, juntada o actividad social es fundamental. Pero no fundamental, como lo puede ser una amigo, sino fundamental en el sentido que aunque sea el número 31, si falta, los treinta no hacen nada. Y resulta que si por alguna razón ellos faltan, en realidad no pasa nada, ta’ todo bien, hasta se divierten más. Pero ojo, no se engañen, si tienen interés en algo, van a estar allí, mostrándose como el mesías esperado. Y comeremos tres platos de lechuga arrepollada, por cada costilla o chorizo. Ojo.
Da la casualidad, que muchos de estos personajes han recibido capacitación para ser líderes. Y no me quejo de los verdaderos líderes de proyectos, esos que hacen su parte. Están permanentemente junto a los que laburan. Hasta los que se ponen el equipo al hombro. Ellos tienen mi admiración.
Pero los que yo hablo solo trabajan lo justo y necesario para ser visibles ante alguien. Frecuentemente se los suele ver en los movimientos religiosos, o en algunos partidos políticos. Supe de uno que cayó a un pueblo a cargo de la delegación de una empresa pública, se metió en una parroquia, dirigía grupos, tiraba ideas. No estaba nunca en los grupos de trabajo, pero se reunía cada dos por tres con el párroco. Si al evento social iba alguien importante, el estaba presente en primera fila, sino, ponía justificaciones. El punto es, que siempre quedaba como autor, organizador, principal actor de lo que fuera que lo tuviera como participante. Habiendo cambiado el signo político de la intendencia, ahora es miembro del Gabinete municipal.
Cuando el lechuga es un político triunfador, lo vas a ver en los medios siempre, pero la oficina poco o nada.
Si un lechuga te encarga un trabajo, el va a quedar como gestor de la idea. Pero los errores van a ser tuyos. A tal punto que, si a raíz de cambios hechos por él, el trabajo se entrega fuera de término, a lo sumo dirá: se NOS hizo tarde.
Tengo un amigo que es un cliente lechuga. Siempre que me pide hacer cosas usa la primera persona del plural. Hagamos esto, pongamos aquello, etc. Un día le pregunté: ¿por qué decís hagamos, si el trabajo lo hago yo? Aclaro que gratis, ojo, porque es un amigo. Su respuesta me dejó callado: si yo digo que no, no la hacemos. Una de las primeras reflexiones que se me vino a la cabeza, es que es gente que se cree poderosa. Tiene metido el liderazgo a fuego. Y cuando se le ocurre hacer cambios a mi trabajo son correcciones, nunca agregados o modificaciones.
Veamos otro ejemplo: un grupo de amigo se junta a correr. Son tres o cuatro. El lechuga manda mails desde el trabajo porque no tiene celular. Insistiendo en la puntualidad. Como suele pasar siempre falta alguien. Y un día, manda un correo diciendo que se suspende la actividad porque él tiene un inconveniente. A los otros tres.
Pueden camuflarse entre el resto, cuando no tienen las luces para generar su propio proyecto. El aporte al trabajo de todos es poco menos que mediocre. Pero lo más seguro es que sea de la corte (grupo de aduladores) del dueño, gerente, director del emprendimiento. Esta gente nunca la verás equivocarse, puesto que, como dice un dicho: el que no hace nada, nunca se equivoca. Tuve una compañera de trabajo a la cual el gerente de la sucursal la puso en administración. Nunca hizo nada, y cuando el gerente se presentaba en las oficinas lo seguía como perrito para todos lados. Nos hizo parir a todos, puesto que el trabajo de ella lo terminamos haciendo entre todos. Cuando en la debacle del 2001 la empresa cerró, ella había abandonado el barco varios meses antes. Este es el espécimen más peligroso, puesto que pueden expulsar del grupo a gente que no les cae bien, manipulando los temas de conversación cada vez que pueden. Y si no lo pueden sacar lo hunden de a poco en la ignominia, hablando por la espalda.
En los grupos de amigos que comparten WathsApp los pueden distinguir por dos comportamientos: cuando alguien se les cruza, tiran cada vez que pueden comentarios en contra del sujeto. Y si no pueden hacer nada, o no comenta los chistes o aportes del afectado, o cambia violentamente de tema. Mientras en privado se manifiesta contra los crímenes de lesa humanidad que su enemigo estaría cometiendo. El famoso “lleva y trae” digital es su principal arma.
En las fiestas familiares no se salen del centro de la escena, aportando lo menos posible al trabajo, pero figurando en todas las fotos. Si no queda otra cosa, se pondrán a cortar tomates, lechuga, o hacer los sándwiches de miga, durante TRES horas en el centro de la escena, donde todos los vean. Un conocido con el que charlé sobre estos especímenes me contó que en el nacimiento de una de sus hijas no salía en ninguna foto, puesto que las tomó todas él, y ningún lechuga le dijo, flaco, ponete junto a tu mujer y tu hija recién nacida y te saco una foto. Así son. Les importa un rábano los demás. Tienen cero empatía.
Lo mejor que se puede hacer con estos personajes es dejarlos que evolucionen. Se lucirán en la ensaladera, y luego irán a alguna bolsa de consorcio. Si los ponés en evidencia, estaría en riesgo tu lugar en el proyecto, puesto que cuentan con el favor del jefe. Recuerden que le hacen la corte. Y en una fiesta vas a quedar como el orto, ya que seguro es el pariente de alguien cercano como esposa, hermano, madre y te vas a pasar el resto de la fiesta pidiendo disculpas, y si pariente de tu conyugue, amante, huesito, etc, olvidate de ponerla por varios días. Así son.
Por mi parte, cuando los detecto, me alejo. Les ahorro el trabajo y le hago un bien a mi psiquis. Tarde o temprano van a abandonar el barco. Cuando no le puedan sacar más al grupo, se van a otro lado. O solo se dejan de molestar.
Ok gente, saludos. Y la próxima vez, prueben servir papafritas con el asado.