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Las citas de Conep – Capítulo 2

Ya transcurrida la primer parte de esta saga, paso ahora a contarles sobre una segunda experiencia que tuve.

Cabe destacar que no sigo un orden cronológico respecto a los momentos y fechas que pasaron, sino que a medida que las voy recordando, las voy plasmando.

Todos los hechos y personajes en este relato son reales (para mi desgracia).

Capítulo 2: La chica de la tele

Hay una realidad. El hecho que estemos metidos en un producto el cual tiene contacto con la “farándula”, tarde o temprano das con alguien que trabaje en los medios, casi por decantación.

Y es así como una noche, tuve la oportunidad de conocer a una grata señorita que su trabajo era desempeñarse en uno de los dos canales más populares de la provincia.

Etapa 1: Reconocimiento

Todo esto sucedió en uno de los últimos boliches de Chacras que fue inaugurado, me llegó una invitación para la apertura y decidí asistir con un amigo. Últimamente no me pintan mucho los locales bailables, pero bueno, acepté, coordiné y allá fuimos .

Al llegar, pude divisar a lo lejos a la chica en cuestión, a quién yo conocía pero dudaba si yo le era una cara familiar.

Este evento tuvo mucho glamur, o por lo menos eso quiso aparentar.

Traguito viene, traguito va, cada tanto miroteaba los movimientos de la susodicha. Hasta que en un momento veo que sus amigos se van a la barra y ahí queda ella, indefensa, sola, como esperando algo… “Conep, es tu momento” me dije, así que le hice fondo blanco al trago que tenía, y secándome la boca con todo el antebrazo izquierdo enfilé hacia donde estaba ella.

Pero algo pasó. Las luces se apagaron. Láseres robóticos y la música electrónica arrancaron con todo. Pero la gente no se movía. Miro a mí alrededor y por una extraña razón no tenía a nadie cerca, como que había quedado en el “medio” de algo. Tenía miedo.

El humo empezó a llenar los espacios vacíos y no sé por qué yo no me movía. Hasta que algo  apareció, se movía mucho, y veía que se aproximaba hacia mí. No sabía que era. Muchas cosas empezaron a pasar por mi cabeza, la temática del glamur, la música electrónica, los tres gigantes  que se me aproximaban con plumas en la cabeza…

Señores, efectivamente en cuestión de segundos comencé a ser “acosado” por tres travestis vestidos con diminutas prendas y plumas hasta en el ombligo. Me bailaban cual danza de la época pre colombina y yo estaba ahí, siendo parte del show y sin saber qué hacer.

En un momento, y como caídas del cielo, aparecieron 2 promotoras de conocido tequila, quienes mediante una especie de tabla con 3 medidas de toc toc, se los dieron al pilar de Obras, al pivot de Anzorena y al ala derecha de Regatas. Era mi oportunidad y escapé.

Casi olvidando por completo a la mujer en cuestión, me recuperé y miré para donde tendría que estar y si, obviamente no estaba.

Volví con mi amigo y fuimos a la barra. Mi plan no había resultado.

Etapa 2: Un saludo y hasta luego

Ya promediando las 3 de la mañana, decidimos partir, ya que en el lugar donde estábamos era algo reducido para la cantidad de personas que habían (como de costumbre en todos los boliches).

Al subir y salir un señor patovica se nos acerca y nos dice: “¿Quieren pasar a conocer la otra parte?”. Apa. Nos dirigimos y cual ropero de Narnia, por una reducida puerta entramos a un espacio que triplicaba el área en donde estábamos anteriormente.

Vamos a la barra y estaban regalando tragos. Esto se ponía lindo.

Arranca el grueso del baile, y sin querer, la veo a ella. Ahí estaba. Riendo y sonriendo logrando una combinación mejor, imposible. Ya habiendo superado mi experiencia con travestis bailanteros, me le abalanzo para saludarla.

“-¡Hola nena! ¿Cómo estás?” – “¡Hola Conep! ¿Qué haces?”. La taquicardia comenzó. Sabía mi nombre.

“-¡Me encanta lo que hacen, en serio, me rio mucho!”. Yo me sentía del tamaño de Ivan Drago.

Nos quedamos charlando hasta que sus amigos la llaman. Un saludo y hasta luego.

“Que no decaiga pensé” y me dirigí hacia la barra buscando a mi amigo. Al verlo no entendía bien donde empezaba su lengua y la de la mina que se estaba comiendo. Los movimientos que hacían me recordaban a dos babosas electrocutándose. Media vuelta y a arreglármelas como pueda.

Etapa 3: Vamos que nos vamos

Aproximándome a la puerta de salida y esperando encontrar una cara conocida, nada pasaba. Hasta que todo se pone en cámara lenta. Las luces empieza a iluminar el camino y aparece una escultura caminante, moviéndose de manera sensual con su pelo que acompañaba cada zarandeo. Era ella. Y me estaba mirando.

Impactado por tal escena fílmica, intento saludarla. Pero no tengo voz. En realidad no tenía siquiera aire.

Siguiendo todo en cámara lenta me dice “-Chau Conep…” . Algo tenía que hacer. ¡Ya sé! ¡Hablar! Trago saliva y le respondo: “-Chau…”. A continuación no podría haber escuchado palabras más angelicales que las siguientes: “-¿Tenés como volverte?”. Si, el universo se alineó y la constelación centauro que se encontraba en la 4º etapa de la zona  Andrómeda, habían causado tal efecto en los reflejos inter espaciales que lograron esto.

Me veía en 3º persona a mí mismo subiendo al auto de esta chica y quería ser yo en ese momento. Y lo era. Hasta que… “-Esperá que vienen dos amigos”. Todo se desmoronó en un segundo. Llegan estos dos “cosos” y emprendemos viaje.

Mucho más para hacer no tenía, de Ivan Drago había pasado a modo Topo Gigo, acosado por chistes inentendibles y de doble sentido que iban hacia mi persona proveniente de estos dos sujetos. Sujetos que de ser odiados pasaron a mejores amigos cuando uno de ellos dice: “-Te queda mejor que nos dejes a nosotros primeros y después dejes a tu amigo”. El tiempo se detuvo. Me sentía capaz de hacer el punteo de “Escaleras al cielo” con los ojos cerrados.

Dejamos a los dos amigachos de la señorita en las cercanías de Palmares y emprendemos viaje hacia mi vivienda. La noche podía terminar de la mejor forma. Mirándola cada tanto manejar que tan bien le asentaba, ni siquiera prestaba atención lo que me decía o lo que pasaba alrededor. Conep estaba en el auto camino a su departamento en Godoy Cruz con la chica de la tele. Eso era en lo único que pensaba.

“-¿Por acá no?” preguntó ella. “-Si, si, derecho” contesté yo.  Tenía que aprovechar bien el tiempo de viaje para decir lo justo y necesario ya que no estábamos lejos, pero la verdad que me perdía en ella.

Pasaba el tiempo y las charlas que teníamos demostraban que había mucha química. Tanteando música en su stereo y buscando algo acorde a la situación de repente subo la mirada y veo que afuera ya era de día. Me cuesta reconocer algunos lugares hasta que diviso “Carril Mazza”. Señores,  estábamos en Maipú. ¿Cómo decirle? ¿Qué tenía que hacer? Si dejaba que anduviera hasta que le terminara la nafta no era de caballero. Inmolarme y decir que me había equivocado era el pase directo al rechazo. Algo tenía que hacer y rápido.

Haciéndome el seguro de mi mismo y poniendo voz gruesa, opté por decirle que me dejara en la esquina de Carril Mazza y Rodriguez Peña. Me bajé. Fui hasta la parada de bondi y esperé hasta que pasara el primero que me dejara en el centro. De ahí a Godoy Cruz y después caminar muchísimo para dormir.

Llegúe pasadas las 10 am con olor a chivo y los pies que me reventaban. Y claro, no la puse.

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