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Las peores situaciones que te pueden pasar antes de coger

Como cada semana, vengo yo, Alessandro Rampollo, alias “el amo, señor, erudito y estudioso del arte del sexo”, “el pijadulce”, “el maestro del apareo”, a traerles mis enseñanzas. Justamente este es uno de los capítulos de un libro que publiqué hace unos años, titulado: “Más gruesa que larga, preceptos para construir una carretera eficiente” y trata sobre un tema que nos incumbe a todos por igual… ¿qué es lo peor que te puede pasar antes de ese glorioso momento llamado fornicar? He aquí el “top 10” de situaciones horrorosas, 5 para ellos y 5 para ellas:

Las que le pueden pasar a ellos:

Evacuar ventosidades que traigan aparejadas sorpresas ingratas.

Cagarte es un bajón en cualquier momento (esta teoría se la puede expandir mi amigo el Dr. Bomur), pero hacerte el boludo, esperar a que la pareja en cuestión se distraiga un segundo (con la música, una llamada telefónica o una ida al baño) para manar ese intrépido gas que tenemos ajustándonos las tripas y que venga acompañado de barniz fecal es lo peor de la vida. ¿Te la imaginas a ella bajándote los calzoncillos para practicarte una felatio y que se lleve la grata sorpresa de ver un huevito kínder derretido en la puerta del local del fondo? Un espanto, de solo imaginarlo arruinas la noche.

Olvidarte los forros.

Quiscos abiertos hay toda la noche, pero supongamos que te la jugaste a que la dama en cuestión “se cuide” por cuenta propia. Estas lejos de casa, en tu auto ponele, calentas el ambiente, logras el clímax ideal, y cuando llega el momento de aparcar la camionetita de cuero en la cochera subterránea la mina te dice “¿estás loco? Sin forro no hago nada”. Bajas, te atornillas el muñeco a la correa de distribución y le pedís a la dama que arranque y acelere a fondo.

Palomas inoportunas.

Hace casi un año que no le ves la cara a Dios. Tenes menos levante que la máquina de agarrar peluches. Esa noche, como cada noche, salis con la guardia baja, acostumbrado a ser peinado a diestra y siniestra. Y de pronto… con todo el orto del mundo pegas alto gato. La llevas a “lo oscuro” y comienza una previa de algo que, supones, va a ser el polvo de tu vida. Tenes todo, forros, guita, auto, tiempo. Beso va, beso viene, la mina es un infierno. De pronto la franela pasa al nivel dos y te paquetea con sapiencia… Entonces, desde tus talones, pasándote por las gambas, el culo, la cintura, la columna vertebral y culminando en tu nuca, sentís un cosquilleo sublime, como salido desde las entrañas del inframundo. Un gemidito maricón se te escapa y abruptamente le sacas la mano a la mina, “¿vamos a otro lado?” te pregunta golosa. Te quedas tieso, tu mundo se derrumba, un lamparón obsceno comienza a brotar desde tus pantalones. ¡Las palomas te cagaron la velada eyaculador precoz!

Quedarte sin guita.

Arranca la noche con un asado increíble, se te van $80 entre la carne, el vino, la leña y la ensalada. Pinta previa bolichera, llaman a un delivery y piden escavio. Se te van $70 más. Sale boliche. Borracho te olvidas de pasar por el cajero. Se te van $100 en la entrada. Adentro te levantas una mina copada, invitas un trago ($50). La mina se copa, te envalentonas, se te calienta el pico, te compras un champagne pulenta ($120). Vas al baño, sacas la cuenta…. ¡llevas $420 gastados! No te importa nada. Te tiras un lance para irte y la mina te agarra viaje. Cuando se suben al auto caes en la cuenta de que te quedan $30… no tenes nafta. Cargas con la tarjeta y te dicen que no te queda saldo, ¡justo te faltan $20! Los pones, encaras para el parque y la mina te dice “no, al parque no, vamos a un telo”. Leesto… perdiste.

Comida explosiva.

Venis comiendo mal hace rato, así que esa noche que salis con ella te tratas de cuidar. Sabes que después del resto viene el sexo, esta fija, la tenes segura. Llega la carta y pedís una pelotudez livianita, onda “Pollo al grillé con limón y ensalada”. De entrada te traen una especie de mayonecita y unos pancitos amasados por Dios. En un acto de seducción la mina te unta un pancito y te lo da ella, comes mirándola y le chupas los dedos. Le encanta. Te da otro y otro más. Al cabo de media hora te das cuenta que el ajo de la mayonecita está a punto de bullir en tu estómago. Comienzan los retorcijones, vas al baño y nada, se te deforma la cara… si haces fuerza te pasa lo de primer puesto. Esa noche terminas cagando solo y en un estado onanista absoluto.

Las que le pueden pasar a ellas:

El Mato Grosso.

Nunca te imaginaste que el muchacho en cuestión iba a ser tan encantador, sexi, divertido, atrevido y seductor. Una salidita que imaginaste como una charla pedorra y aburrida, con un boludo lindo, terminó a los besos fogosos en la mitad de la cita. El chabón es un capo, vos estas empapada, jadeante, si te sopla te acabas entera. Entonces un recuerdo se te viene tormentoso y te hiela la sangre… haces tres meses que no te podas la champa. La vergüenza te ataca, te lo garcharías ahí mismo, pero el colchón de felpa que tenes entre las gambas te inhibe y te lleva a desistir… ¡perdiste!

¡Maldito visitante!

Son re contra irregular… además de estar meada por un rinoceronte con problemas renales. Estas en medio de una grata conversación con ese muchacho que, horas más tarde, pretendes tenes entre las gambas, cuando de pronto lo sentís… Como una bombucha interna que acaba de explotar, como un río viscoso te comienza a correr desde adentro, tu cara se torna del color que sabes se va a tornar tu entrepierna si no salís disparada al baño. Corres pensando en que puede ser alguna otra cosa, pero sabes que no… apenas entras, te bajas la bombacha y ves… la pequeña manchita que te avisa que si no tapas los agujeros se te va a inundar el submarino. Listo… dentro de una semana charlamos.

Mar cantábrico abrió una sucursal.

Otra noche de estas que salis segura de que ni siquiera vas a bailar con otra persona que no sean tus amigas. Entonces aparece el nefasto espécimen tallado por el mismísimo Diablo, una especie de Dorian Grey bolichero. De solo bailar y rozarlo se te ponen los pezones de punta. Te invita a todo. Hasta que te invita a irte con él, le decís que sí obviamente, no sin antes contarle a tus amigas y darte una vueltita por el baño para ver si esta todo en orden. Entonces te acordas que has estado bailando como una desquiciada toda la noche en la pista principal, con 80 grados de calor entre 900 personas en un metro cuadrado. El sudor que en tu piel da brillo y juventud, en tu “entrepierna” da sabor a puerto. No hay bidet, no hay agua, no hay papel… ¡maldito baño bolichero! Te inhibís al punto de inventar una excusa y decirle que no al Adonis, el cual se termina garchando a una de tus amigas en la playa de estacionamiento.

El bombachón de la nona.

¿Quién dice que te ibas a encontrar ese amoroso hueso en el supermercado? ¿Quién te avisó que se iba a poner en la misma cola que vos? ¿A quién le dijeron que la tarjeta de la señora que estaba delante tuyo se iba a trabar como media hora? La situación es perfecta para charlar, y perfecta para que te seduzcan. Andas a gamba y él en auto. Su mirada cómplice te dice que antes de llevarte a tu casa, vas a pasar por la de él. Y todo se te cae como un terremoto cuando te acordas de que llevas puesta la ropa interior de Disney tamaño elefante, cómoda como ninguna otra, pero menos sexi que Carlos Saúl Menem… bronceado.

Jugando al pool con una soga.

Estas al palo, el flaco es de primera, estas feliz, venis dándole franela hace dos horas, la noche va saliendo perfecta, estas hecha una lady, él un bombón, te lleva a su depto que esta divino, va todo sobre rieles, ya soñas con casamiento e hijos, siguen los besos, te quedas en bolas, estas hermosa, súper confiada, le sacas la remera a él, ¡lindo lomo!… hasta que le bajas el pantalón. No la tiene chiquita, sino muerta. No importa, pensas, esto ya se levanta. Al cabo de un rato no pasa nada, el empieza a mirársela. Es tu momento de actuar. Empezas con las manos… nada. Pasas al segundo nivel y procedes a usar tu boca como nunca antes… es como comerte un fideo frío… no pasa nada. Así que poner en marcha tu artillería pesada, mientras lo chupas le procedes a meterle un dedo por el local del fondo. El muchacho se estremece y se va en tu boca… te quedas al palo. Te baja la lívido a niveles infraterrenales. Te queres ir, solo pensas estar comiendo sopaipillas en tu casa y viendo Cuestión de Peso. Game Over.