/Mi encuentro conmigo… y él

Mi encuentro conmigo… y él

“Me vuelve loco escuchar tu respiración un tanto agitada, sentir el perfume cítrico que rodea tu cuello, sentir ese aliento fresco, producto de la menta extra de esa pastilla, ver tu boca moverse, negándose a mi boca, mientras tus manos aprietan fuertemente mi pelo; ver ese bretel a medio caerse sobre tu hombro, develando ese tatuaje que pretendiste esconder esta noche; sentir el calor en tus brazos, y la humedad entre tus piernas; sentir la suavidad de tus piernas y verlas frotarse entre ellas, desafiando las ganas que sé que tenés y no querés admitir por algún miedo”- dijo mientras me despedía, dejándome en mi casa.

-No puedo hacerlo –le susurré al oído – y regalándole un beso, me bajé del auto.

Estaba muy nerviosa, el cuerpo me temblaba todo, lo que el describía de mi sentir era muy acertado. No hay situación más difícil que decir no, cuando quiere gritarse un sí. Me encantaba, me enloquecía, el simple hecho de escucharlo hablar, hacía que mi entrepierna se lubricara. Tenía ese tono de voz tan suave y tan firme, y que al mismo tiempo rozara mi piel, era insuperable. Pero no podía, simplemente no podía. Era muy largo de explicar y difícil de entender. Había que vivirlo para entenderlo.

Entré a mi casa, fui a mi habitación y me senté en la cama a pensar, a recordar el momento, a analizarlo. Estaba caliente. Quería que me poseyera, pero no podía acceder. Algo en mí era más fuerte que ese tsunami de deseos. Me saqué la ropa, y decidí tomar una ducha para calmarme antes de ir a dormir.

Prendo el agua y lleno la bañera. Me meto dentro, mientras comienza a llenarse. Sigo pensando, cierro los ojos, es como si tuviese adormecido el cuerpo, ni siquiera puedo sentir el agua mojarme, ni notar su temperatura. Simplemente estaba ida, sumergida en mi cabeza, paseando por mis pensamientos. “¿Por qué no puedo hacerlo?”- me preguntaba por dentro.

En un momento abro los ojos y siento como el agua me quemaba, el baño estaba lleno de vapor, casi no se podía ver, y la bañera estaba totalmente llena, que no alcanzó a rebalsarse gracias al desagüe que impide el tope. Sentía mucho, mucho calor. Por mi rostro corrían algunas gotas propias del sudor. Sentía mi entrepierna hervir. Claro, era una suma de situaciones: primero el auto, luego mi cabeza, ahora el agua… y él.

Pensaba en su voz, en sus manos recorriéndome, metiéndolas por dentro de mi escote, permitiéndole encontrarse con mis pezones. Recordar cómo se los puso en su boca y los lamía suavemente; cómo se sentía su respiración, y esos leves jadeos que me perturbaban de placer auditivo. Recordar cómo sus palmas recorriendo mis piernas hasta entrometerse por debajo de mi falda, y acariciarme por encima de la bombacha, por los bordes.

Lo recordaba con las mías, haciendo el camino que había recorrido él con las suyas. Mis dedos sintieron una tremenda necesidad de colarse dentro de mí y buscar un punto exacto, un punto justo, clave. No permanecieron dentro, sino que, además, me recorrí por fuera, rozando mis labios, mi clítoris. Traté de hacerlo con la ternura y dulzura con la que él lo había hecho.

Luego tomé el jabón, uno muy suave, muy cremoso, que hacía que mi piel se pusiera igual, y comencé a pasarlo por todos lados: mis piernas, mis brazos, mi abdomen, mis pechos, mi cuello. No dejé nada sin ser tocado por ese jabón, que simulaban sus manos suaves. El calor seguía apoderándose de mí, estaba en un punto culmine. Jamás me había pasado algo así. Jamás en un encuentro íntimo conmigo misma había logrado extasiarme de tal manera. Era demasiado placer concentrado, a punto de estallar.

Volví mi mano a mi pelvis, para volver a entrometer mis dedos, mientras con la otra acariciaba sus alrededores, hasta explotar en un gemido, que denotaba el nivel de calentura que tenía. Fue largo, si es que no fueron dos seguidos. Me quedé recostada, con los ojos cerrados, por un momento. Él no salía de mi cabeza.

Vacié la bañera, y abrí la ducha para terminar mi baño con agua fría y terminar de relajarme. Al salir, suena mi celular con un mensaje:

“Te sentí tal cual me acabas de sentir vos. Necesito tenerte, permitíme tenerte”.

También podes leer:
Mi verdadero fuego

El año pasado escribíamos:
¿El casino y la quiniela de Mendoza patrimonio cultural? 

ETIQUETAS: