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Mi vieja se hizo un Facebook

Mi vida en las redes sociales venía bien, o más que bien.

Facebook había logrado que sea popular en mi grupo de amigos por poner estados como “El boliche anoche parecía una paella por los bichos que me comí” o “Desde las 19  póker desnudo con las vecinas en mi departamento”. Ni hablar de las fotos subidas en álbumes titulados como “Las 72hs sin dormir y los efectos secundarios” y “Mis mejores espinillas nalgeras”.

Hasta que un día…

Me conecto y veo una notificación que alguien nuevo quería ser mi contacto. Como de costumbre primero pispeo que tul las fotos de perfil, si es hombre o mujer y, salvo que no sea “Ricardo Mollo Cuenta Oficial», descarto de una la primera opción.

Su foto de perfil era un simple dibujo de un ramo de rosas, entonces pensé “típica minita que cambia por boludeces su imagen”, procedo a aceptar su solicitud y ver el resto de las imágenes. Entro al álbum y ahí el terror se apoderó de mi… si… lo peor comenzaba a pasar.

Habían unas 34 fotos, si si, TREITA Y CUATRO, de una señora entrada en edad, con fotografías de distintas etapas de su vida, década del 70, 80, 90, hasta la actualidad. Mis ojos no podían creer lo que veían. Esa señora, que incluso había subido fotos en maya de un viaje a Mar del Plata en el 92`era quién me crió, quién me cocinó hasta no hace mucho, quién me educó… si, era mi madre. “¡Ahora caigo!” grito. La imagen de perfil de las flores es por su nombre, Rosa, o Rosita como le decimos. Si tan solo hubiera razonado eso antes de aceptarla, o el solo factor que en amigos en común solo tenía a mis hermanas… Ya era muy tarde.

Mil pensamientos pasaron rápidamente por mi cabeza. Tenía que cranear en un minuto que fotos tenía que eliminar, sacar “Doctor de Colas” de mi profesión y “Tu hermana me enseñó todo” en estudios.

Hasta que un “¡blup!” salió de los parlantito de mi compu. Me estaba chateando. ¡MI VIEJA ME ESTABA CHATEANDO! No, no, esto no podía estar pasando.

–          Hola amor, ¿viste lo que me crearon tus hermanas?

Esas traidoras… claro, como no sospechar de ellas, si mi vieja no sabe ni usar un magiclik. ¿Qué hago? Si no le contesto, el domingo en el almuerzo me quema la cabeza.

Y antes que pueda tipear un simple “¡Hola má!” me escribe:

–          Amor, ¿Quién es Yésica Yohana? Comentás muchas fotos de esa chica. ¿Es tu nueva novia?

Ya en ese momento un frio sudor comenzaba a emerger de mi frente. Un calor interno se apoderaba de mí. No, no podía ser. Esta terrible vida descarrilada estaba siendo expuesta a los ojos de mi vieja. Se iba a dar cuenta que ese colaborador comunitario de la cruz roja con reuniones todos los domingos a la mañana no existía y el hecho de no ir a almorzar a casa era por pura resaca.

Estaba casi paralizado, no sabía que hacer. Y todo iba de mal en peor. Una, dos, tres, catorce notificaciones empezaron a aparecer. 400 “Me gusta en cual foto apareciera etiquetado, comentarios como “¿y esa quién es?” o “¿Esa es Clarita? ¡Qué robusta está!, antes era re flaquita” no cesaban en invadir mi muro. Yo, una estatua frente a la pc, como cuando me enteré quién era Sasha Grey. No podía creerlo.

Al parecer ya estaba entregado, “Conep, es solo un mal trago” pensé, asi que no tenía otra cosa que empezar a convivir con ello, o mejor dicho, ella, en Facebook. Hasta que…

¡Noooooooooooooooooooooo! ¡Nooooooooooooooo! ¡Mi vieja poniendo “Me gusta” en las fotos de mis amigos! Listo, se acabó. Mi vida de hijo pródigo ya estaba en una acequia taponada del barrio La Estanzuela. Ahora si estaba en el horno. Encima mis amigos, hermanos, compañeros de la vida, pero también esos hijos de puta que te suben las fotos mas escrachadoras y desagradables de una noche de excesos, si, si, esos, esos también eran contacto de mi vieja.

“Bueno, ya está” me hablé a mí mismo. La operación “Bloqueo Nivel Dios” tenía que empezar. Eliminar, no la iba a eliminar, pero que solamente iba a poder ver mi mail y el nuevo Doctorado en Rinoplastía que terminé el viernes, era una promesa.

Y es así como pasaron los días, las semanas y los meses y mi vieja nada. Si, lo había logrado. Pero algo andaba mal.

Rosita no paraba de comentarles cosas a mis hermanas, etiquetarlas en fotos, chatear con mis primos, mis tías, incluso, seguir poniendo me gusta en los estados de mis amigos… mis amigos…

¡¡¡¿¿¿QUÉÉÉÉÉ???!!! ¡¡¡¡ YO SOY SU HIJO LA PUTA MADRE!!!! ¿Por qué tiene que interactuar tanto con mis hermanas? ¿Y yo qué? ¿Acaso no nos criamos juntos? ¿Y mis amigos? ¿Qué se hacen los más amigos de ella si son mis amigos? ¡MIS AMIGOS! Claro, ahora resulta que es re interesante un estado choto como “Me voy a comer helado con la Piki, la Puki, el Toto, y el abuelo Lorenzo” para que mi vieja, si, MI MADRE, le comente “¡Mandales saludos a todos! Este sábado están invitados a cenar” ¡¡QUÉ!! ¡¡Mañana es sábado!! ¿Porqué yo no sé nada de esa cena? ¿No me van a invitar? ¡Es mi familia!

Fue cuando me dije: “Listo, esto realmente me abrió los ojos, no voy a perder el título del mejor hijo del mundo entero por la chotera esta de Facebook”. Segundos después, etiquetándola a ella en mi estado puse:

“La mejor mujer del mundo es “Rosita” y la amo con todo mi corazón”.

Una milésima de segundo más tarde, su “Me gusta” apareció.

Y es así como nuevamente me sentí el hijo más afortunado del mundo por tener a mi vieja como contacto de Facebook.

FIN.

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