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Nene, tenés que ponerla

Ser hombre es una mierda. Mientras las mujeres se preocupan por cosas irrelevantes, nosotros tenemos más presión que Messi en la Selección.

Sé que las damas ya me están odiando, que pueden llegar a pensar “¿qué sabe este pito flojo sobre nosotras?”, “¿quién se cree que es Míster Garompa?”. Sin embargo, les pido que me esperen hasta el próximo jueves para saber por qué sus problemas no son tan preocupantes como los de nosotros. Una semana, por favor, les pido tregua.

Paso a explicarles. Los hombres apenas llevamos fuera del útero cinco minutos, la partera nos limpia y nuestro viejo ya nos mira orgulloso pensando: “Este pendejo se va a garchar a todas”. En vez de ponerme escarpines celestitos mi mamá me puso un forro rojo texturado en la cabeza. Para el día del niño, cuando tenía quince años, me regalaron una caja con tres preservativos. Al final usé uno para hacerme una paja de lujo, otro lo inflé y se lo regalé a mi noviecita de entonces con quien tuve que terminar abruptamente la relación cuando sus padres me llamaron por teléfono puteándome en sonido estéreo. El tercer forro tiene una historia menos interesante, caducó.

Para colmo, salí lerdo. Será porque me faltó aire al nacer pero durante mi vida siempre llegué después que los demás. Mientras los chicos del barrio se tranzaban con las vecinas, yo me escondía mejor que nadie y me masturbaba (si, tristísimo). Mientras mis amigos se iban de putas yo me quedaba jugando a la play toda la noche (de eso no me arrepiento).

Mi viejo pensaba que había salido trolo porque no quería visitar a las señoritas prostitutas, le respondí que mi primera vez iba a ser por amor. Eso colmó el vaso, pintó de negro los arco iris de las paredes de mi habitación, me prohibió dormir con peluches, tiró mis discos de ABBA y tuve que dejar de pintarme las uñas.

De igual manera, mi debut sexual llegó y fue un desastre. Siempre dije que era un experto en previas porque ahí no existe la eyaculación precoz pero esa tarde me consagré. Tenía diecinueve años y, aunque fue con el esperado “amor de mi vida”, la experiencia duró alrededor de treinta segundos lo que serían unas quince bombeadas y así Gaby (los nombres no serán cambiados para proteger la identidad de los participantes) me bautizó como “Míster veinte segundos”.

Mujeres, no nos lastimen. Por eso les dejo una lista de lo que pueden evitar decirnos cuando intentemos complacerlas:

  • “Ay, me das cosquillas” (Mientras les hacemos sexo oral)
  • “Metémela toda” (Cuando hace cinco minutos que tratamos que los huevos no se nos vayan para adentro con la tararira)
  • “¡No te vengás, hijo de puta, no te vengás!”
  • “Amor, llevamos a mamá a casa de mi tía y venimos para acá” (Susurrándolo en el oído, minutos antes de sacar de la casa a su madre paralítica en su silla de ruedas)
  • “Esa espinilla es nueva!)
  • “Si eso no se para, esto no va a funcionar” (Después de llevar a la señora paralítica a lo de la tía…Florencia la concha de tu paralítica madre)
  • “Más fuerte Julián” (Y Julián se llama tu mejor amigo)
  • “Ay si, ay Dios, ay Ave María Santa madre de Dios que tuviste en tus entrañas a nuestro Señor Jesús” (Estamos poniéndola, no en la Iglesia)
  • “Si coger fuera un delito, a vos te darían prisión perpetua”
  • “¿Acabaste? Bueno, salíte”
  • “Ya me cansé pibe, no voy a ser tu muñeca inflable”
  • “¿Qué olorcito papu, ¿comimos pescado hoy?”
  • “No soy tu mano, pelotudo”
  • “¡Qué manera tan descoordinada de moverte!»

A lo que voy, mis cielos, no nos presionen. No nos lastimen y no nos traumen de por vida. Lean, aprendan, compartan y archiven. Quizás el día de mañana no sean las únicas culpables de que haya otro hombre despechado sufriendo por sexo.

Fuente de imágenes:
http://fotografias.imagenesydibujosparaimprimir.com/
http://desantopomofizador.wordpress.com/ 

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