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Partuzas clandestinas

Conocí hace muy poco a una mina que me cambió la vida. Sí. Divertidísima y bizarra como ella sola. Una mina que me hace sentir ultra cómoda, al punto que parecíamos amigas de toda la vida. Es de la Zona Este, pero estudia y vive en la city, así que el finde pasado organizamos para vernos. Salimos con su grupo de amigas y mi amiga a la casa de unos flacos que ni conocíamos. Estuvimos un rato. Yo (sé que las otras también, pero hablo por mí), me aburrí bastante rápido, por lo que tenía muchas ganas de irme. Mi querida amiga, Dana (me va a odiar por volver a usarla en otra nota, pero que se la banque por ser amiga de Betty y participar en este tipo de cosas), me segundea SIEMPRE, así que le dije de activar para irnos y accedió sin más.

Resulta que un amigo mío de toda la vida está como loco con ella y quería verla. Para eso, yo tenía que ganarla también, por lo que la conversación por whatsapp fue la siguiente:

 -Si conseguís un amiguito sí, sino ni mierda.

-Mi amigo se quiere ir a dormir.

-Ni mierda entonces.

-No, dale boluda, vénganse.

Minutos más tarde…

-Mi amigo se va a dormir, vamos al parque.

-No, ¡no me jodas! No voy a ir de sobrina, ¡malísimo! Convencé a tu amigo.

-Dale, dice mi amigo que sí, así que vengan nomas.

-Dale, en 15 minutos estamos.

Al cabo de una hora…

-Somos tres…

-No, no voy un carajo, me voy a mi casa… ¡listo!

-No, pancha, ¡que somos tres nosotros!

Ahí se me complicó un poco. Nosotras éramos dos. No podíamos decirle a la Negra, porque ella había ido con todo su grupo… ¡qué mierda! Ya fue.

-No hay problema, yo me encargo de dos. ¡Más te vale que estén ricos, porque te mato!

Sí, soy un poco pretenciosa, pero también yo llevo buena mercadería. En fin, llamamos a un taxi y nos fuimos con la excusa de “mañana trabajo y son las 3:30 am”. Era verdad, pero la mentira era que no me iba a mi casa.

Llegamos al lugar, desde un primer piso se asomaba alguien. Saludé desde abajo, recibo respuesta, no veo la cara. Temí. Sale mi amigo, nos saluda, nos subimos al ascensor y nos bajamos en la casa (literalmente). Pasamos al balcón y me encuentro de frente con el bombonazo más bombón del planeta. Su amigo que me fascinaba desde chica. Esos ojazos, la sonrisa, y con eso conforme totalmente. Giro, buscando el tercero y ahí quise tirarme del balcón (o irme a la iglesia a casarme en ese mismo instante). Era su otro amigo, pero el amor de mi vida de chica. Esos amores que, los ves, y es como si el tiempo no pasó nunca. Mi cara de pelotuda como hacía 10 o 15 años atrás estaba intacta. Él sonrió como solía sonreírme.

El carilindo era más “pila”, por lo que de toque pegamos onda. Conocía a la Negra, así que le comenté que había estado con ella hasta hacía 5 minutos.

-¡Llamémosla ya! – dijo excitadísimo.

-Sí, era la idea – respondo – pero tenemos que hacerlo con carpa, porque está con todas las amigas. No tiene que saber que nosotras estamos acá hasta que llegue y tiene que venir ¡sola!

Hicimos todo el rollo para convencerla y lo logramos. Cae la Negra divina. Sube y nos encuentra.

 -¡Hijas de puta! ¡Menos mal que te ibas a dormir porque mañana laburabas! – dijo entre risas y abrazos cuando nos vio.

-Sí, pero estaba todo planeado, boluda… ¡menos mal que viniste!

Bla bla bla, la noche comienza. Departamento de solteros, había más alcohol que oxígeno. De todos los tipos y colores, los vasos giraban de mano en mano. Mi amigo y mi amiga de toque se apartaron del grupo y se fueron al living a camotear. Nosotros, en el balcón, acelerando la ebriedad, salta el “carilindo” con la típica “juguemos al rey manda”. Juego tramposo y excusero por excelencia.

-¡De una! – cantamos al unísono con la Negra. Somos turbias por demás, por eso nos amamos y nos llevamos tan bien.

Mi “caramelito” es timidote, así que estaba calladito y no opinaba del juego, pero “el que calla otorga” dice el dicho. Se levantó como si tuviese hormigas en el traste el otro y atinó a buscar cartas.

-Ts ts ts – le “chité” para que parara – ¿esto vas a buscar? – y saqué de mi cartera un mazo de cartas listo para ocasiones como estas.

-Jojoooo, ¡exactamente! – dijo y volvió a su lugar.

De por sí el juego es tramposo, pero éstos se pasaron. La nueva regla (o, por lo menos yo, nunca lo jugué así) es que El Rey también gana.

Antes de comenzar con el relato en sí, les pongo nombre, sino se van a aburrir: mi amor es “Pali”, y el carilindo es “Muñeco”.

En fin, comienza el juego. Le toca el rey al Muñeco.

-El 1 y el 3 se tienen que comer la boca por 3 minutos… ¡pero comerla! – agita.

Pali era el 1 y yo el 3. Detesto profundamente comerme a alguien delante de otras personas, más que teníamos dos espectadores que no jugaban, pero tenía la suficiente dosis de alcohol en sangre como para hacerlo. Estaba nerviosa, sonreía, y él también. Ninguno de los dos se movía. La Negra me activa.

-Dale, Betty, ¡activate y comele la boca!

Tomé un gran trago, me levanté y fui directo a degustarle la boca. Morí cuando le sentí ese gustito a mezcla de alcohol que me vuelve tan loca. ¡Posta! Tengo un problema con ese olor, me hace que no responda de mí. Y así fue. Lo que planeé que fuese un beso simple, de sólo lenguas rozándose, terminó en dos lenguas teniendo sexo, prácticamente. Sospecho que los tres minutos ya habían culminado por la cara que me pusieron todos, las risas y los “ah boeeh” que se escuchaban. Volví a mi lugar. Por supuesto que el Muñeco no se iba a quedar sin su merecida cena, y ahí le tocó jugar a la Negra.

El juego siguió. Ahora el rey estaba en mi poder.

-¿Tenés helado, Pali? – pregunto al dueño de casa.

-Sí, creo que algo queda, pero de limón.

-Sí, es lo de menos el gusto. Bien. La prenda es que el 1 se acuesta sobre el sillón y el 2 tiene que huntarle desde el cuello hasta la pelvis con helado una hilera y limpiarlo con la lengua.

Fue gracioso saber que el 1 lo tenía el Muñeco y el 2 el Pali. Renegaron un rato, e, incluso, se rehusaban a cumplir la prenda. Para convencerlos, les dijimos que nosotras también la íbamos a cumplir y por igual. De hecho, arrancamos nosotras, para darles coraje, mientras ellos hacían fondos blancos a los vasos ya servidos. El helado lo pusimos sobre el cuerpo de la Negra y la encargada de lamerla era yo. Cuando terminé, me acerqué a su boca y le di una lamida también.

-¡No, para! ¡Ni en pedo hacemos eso nosotros… están locas!

-Tranquilos, bombones, que eso fue un plus nomas… nada que les competa.

Cumplieron su prenda, a su gusto, pero la cumplieron. Continúa la tercer ronda. Ahora el rey volvía a mis manos.

-Mi prenda es la siguiente: los números son el 2 y el 3. Tienen que, uno sentarse, y el otro, arrodillado, simular una felatio con una banana, más de cinco minutos. Lo mismo en mi caso. Y… empiezo yo. ¿Quién tiene el 1?

Realmente iba a ser por demás cómico si el 2 y el 3 eran ellos dos otra vez. Pero no. Mi sorpresa fue que eran la Negra y el Muñeco, por lo que el 1 era el Pali.

Por picuda y valentona, me trajeron la banana y arrancaba yo. Quisieron pasármela pelada, pero no. La agarré, con cáscara y todo, me arrodillé frente al Pali y comencé a pelar la banana con los dientes desde la punta. Cuando estaba descubierta, la tomé con mi mano, a medio cerrar e iba deslizando la cáscara hacia abajo, como desnudándola. Mis ojos clavados en sus ojos. Los espectadores miraban tan atentos como si se tratara de un documental. No había más sonido que el de la música. Desenrosqué mi lengua y la puse en punta para empezar a jugar con el extremo de la fruta, a lamerla despacio como si fuese un helado en cucurucho derritiéndose. Con los dientes la raspaba un poco, para que esté más suave y sea más fácil el desliz. La llevaba hacia el costado de mi dentadura, chocando con la cara interna de mis mejillas y la lengua revoloteando por todos lados. Cuando ya estaba totalmente suave, me arqueé un poco y metí la banana lo más dentro que pude de mi garganta y, cuando llegó al tope, volví a mirarlo. Le agarré la mano y la puse en mi nuca. Pude sentir, ver y notar que tenía la pija parada, porque, me hacía la tonta, pero rozaba mis manos de vez en cuando. Yo, por supuesto, estaba en las mismas condiciones. La situación de que me vean cómo hacía una mamada, que el tipo se estuviera excitando a partir de un juego sin tacto (o con el más mínimo).

Me hice para atrás, saqué uno de mis pechos y pasé el extremo de la banana por mi pezón. Los dos “miranda” aplaudían y silbaban. Guardé mi teta y salivé, sutilmente, la fruta.

-Listo… ahora ustedes, papitos.

-¡No, vos me estás jodiendo, vamos a coger ahora todos! – dijo el Muñeco – ¡qué simulación ni qué mierda!

Todos tentados de risa, pero a todos nos pintaba al final.

-No, no me jodan… tienen que cumplir la prenda, pero, para no repetir, vamos a cambiar la cosa. ¿Qué otra fruta hay? – pregunté.

-No, no sé… fijate en la heladera – me responde el Pali.

Fui y sólo quedaba otra banana, pero encontré dulce de leche. “Esta es la que va”, pensé.

-No hay más fruta, así que hay un cambio de último momento. Vos, Muñeco, la vas a huntar a ella con dulce de leche en todos los sectores donde quieras después limpiarla.

-Claro, ¿qué soy? Un helado de Lomoro de frutos del bosque y menta granizada para que me anden chupando? – dijo la Negra.

-Negra, encima de que te chupetean ¿te quejás? – le dije – ¡con lo lindo que es que te chupen!

– De una que sí – respondió, acomodándose en el sillón – vení, pibe, huntame como tostada de lunes por la mañana y comeme como un niño a un kínder.

Al Muñeco le faltaban manos para sacar el dulce del pote. O sea, no hubo cuchara para escarbar, sólo sus manitos, y esparcía el dulce por la ingle de la Negra, los muslos, la panza, el cuello y el pecho, muy cerca de los pezones. Era un enchastre como la dejó y se volvió loco para comerse todo. La Negra lo jodía con gemidos y le agarraba la cara. “Jodía”. Era obvio que estaba en llamas, deseosa que le arrancara la tanga y le lamiera hasta el último centímetro cúbico de fluído.

Después de todo el desastre del dulce, volvimos a la jugada. Ya estaba todo demasiado podrido. Se dan las cartas. Nuevamente el rey pasaba por las manos del Muñeco. A matar o morir, soltó un: “el 2 y el 3 se van a la pieza y es libre (remarcando el libre), el restante se viene conmigo al baño.

El 2 era yo… el 3 era el Pali. Como armado todo, el Muñeco se paró de su silla, cargó unos vasitos, nos dio dos a nosotros, agarró otro él, le dio uno a la Negra y, de la mano, se fueron al baño. Antes de cerrar la puerta, volteó y dijo: “y más les vale que vayan”.

Yo estaba girada sobre mí, mirándolo mientras nos decía eso, cuando siento una mano que me tira. Lo miro y era él.

-Vamos… quisimos jugar, hay que jugar ahora.

 Me levanté de mi silla para seguirlo, pero noté algo.

-Pará, pará…. ¿Y  la Dana y Thor?

(Continuará…)

Fuente imágenes:
http://pensamientosfusionados.blogspot.com.ar/
http://www.diaadia.com.ar/tu-dia/tu-pareja/como-iniciar-juegos-sexuales-pareja
http://reflejonayu.blogspot.com.ar

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