Y sí señores, vivir en un pueblo tiene sus ventajas e inconvenientes. Las ventajas son que no hay atoraderos de tránsito, ni taxistas irritados y los trámites en general son simples de realizar debido a la densidad de la población. Otra ventaja, que a la vez es inconveniente en algunas situaciones, es que todo el mundo te conoce: tu nombre, las circunstancias bajo las cuales llegaste al mundo, la escuela de tu infancia y si alguna vez te cagaste en público.
Los lugares de esparcimiento son pocos, escasísimos. La actividad normal de una noche de fin de semana consiste en dar la famosa vuelta por la ciudad hasta gastarte todo el tanque de nafta en esas seis cuadras, lo que nos da como resultado cinco mil vueltas frenando en cada esquina por los semáforos y viéndole la cara de gil al que pasa en el auto haciendo la misma estupidez que vos.
Siempre el mismo boliche, bar o pub, hay uno solo que se pone copado y ves todos los santos fines de semana las mismas caras de solteras al salto por un comuñe (como quien les habla), los gays que pretenden chamuyarse a alguien local bailoteándole el pluma pluma gay, delante de todos los vecinos, obvio que hasta el más degustador de penes oculto detrás del macho ni lo va a mirar al mariposa asumido. Si la noche desemboca en trampa, la cita es en la calle más desierta de la comunidad. Pero ni eso te salva, siempre hay un hijo de puta que te ve en las turbiedades, encima sabe como se llaman tus viejos, donde vivís, cual fue tu última pareja y a quien te cojes ocasionalmente. Del par (si, par porque hay dos) de telos que existen el más o menos decente se llena en horarios clave asique en la puerta se forma una cola interminable y como queda en la concha de la lora, no podes decir que pasaste de casualidad. En este antro garchador, te encontrás a la esposa del almacenero en el auto del tío de tu amiga, a tu profesor de catequesis con un traba y a varios señores del pueblo. Tal vez zafas si tu auto es muy común o no lo conocen tantos, lo que sí tenés que tener la decencia de polarizarle los vidrios gil! Cuando llegaste a tu casa, tu mujer ya se enteró el lapso horario y la destinataria del tremendo garche que te pegaste en el bulo. Otros especimenes interesantes de la noche son los soldaditos del Regimiento cercano, bailotean entre ellos y tienen todos una cara de pelotudos, que dudás si cuando el Superior les da una orden no se ponen a llorar. A veces, salen de su comunidad del Anillo y tienden a encarar a las minitas más ricas, que ya los tienen fichados por el corte de pelo y les huyen a la primera frase. Otros ejemplares ocasionales son los chicos de la “city”, tremendos paparulos que actúan bajo el lema “acá no me conoce nadie”, generando desmanes, encarándose a todas las minas, cagándose de risa de las menos agraciadas y contestando toda la noche la pregunta retórica que todos les hacen: “Uds. no son de acá no?”. Deben creer que el pueblo es una especie de villa perdida del sexo, donde llegan a voltearse al mundo e irse muy orondos, lo cual ocurre en muchos casos.
El período de vida útil nocturna caduca a los 25 más o menos, después de esta edad, al salir te encontrás a todos los pendejos con estilo wachiturro, pero seguís yendo si no hay dónde puta ir. Si querés encontrarte gente acorde a tu edad indefectiblemente te tenés que ir a territorio más poblado.
Las tardes domingueras son la excusa para salir a tomar mate a la plaza y chusmearte todo lo que pasó en el finde, que no es nada novedoso, pero en fin. Eso sí, las ilegalidades que cometés las pagás con encontrarte a tu víctima en el mercado, en la cola del banco o en la estación de servicio haciendo cola.
Los más caretas odian el pueblo por eso aprovechan la oportunidad de irse a la ciudad a estudiar alguna carrera decente como la excusa para jamás volver, y si lo hacen esporádicamente, algún fin de semana, es para jactarse de la variedad nocturna, de chongos y de actividades que hay para hacer si no viviéramos en el pueblo de mierda ese. Cuando me tocó a mi trasladarme transitoriamente hacia la gran ciudad, lo hice a la residencia de unos tíos mayores asique la actividad social no era mucha que digamos. A esto sumado que llevaba la cabeza quemada por mi vieja y mi abuela con advertencias de peligro en la calle, el maldito programa calles salvajes y la experiencia de tu mejor amigo que le chorearon las zapatillas a las tres de la tarde y tuvo que volverse a pata.
Sacando estas pequeñas complicaciones, la vida del poblacho es linda y tranquila para los que estamos acostumbrados a vivirla, sin embargo necesito urgente salir del pueblo, abrir mi mente, colarme en la fiesta mendolotuda en bikini, sacudirme el temor a la mole cosmopolita, entrar al albergue transitorio sin temor que te vea tu abuela que salió a dar la vueltita de la tarde. ¿Me ayudan?
Fuente imagen:
http://crearevista.com
También podes leer:
Tres espantosos ejemplos de sinceridad entre mujeres
El año pasado escribíamos:
Mendolotudo aconseja sobre vivir en la ciudad
Deseada Mía (con ese par de cabezas de enano que tenes ahi no me cree nadie si te digo querida):
Tu queja de hoy suena muuuuuuuy a Tupungato, o en su defecto a Campo Los Andes… y si bien yo no nací por aquellos pagos, te digo que hay veces que tengo mis serias dudas si aquello no es mejor que vivir en una ciudad grande (Mendoza se resiste a aceptarlo, pero ya lo es…)
Buen artículo!