Fin de año, debates calientes, mesas navideñas cargadas de incertidumbre, la asunción de un nuevo gobierno que promete prosperidad, pero sobre todo paliar la crisis y mejorar la vida de los que menos tienen, con un paquete de medidas económicas lamentables, dispuestas para sacarle plata a un sector de la sociedad y dársela a otro.
Estoy haciendo un esfuerzo racional enorme por intentar encontrarle sentido de mejora y progreso real a las medidas que están tomando, pero por más que me rompa la cabeza pensando, no sólo no he logrado encontrar en ellas siquiera una lógica, sino que me parece una batahola de canalladas.
A pocos días de gestión, el gobierno de Alberto Fernández, anunció una seguidilla bochornosa de medidas anacrónicas, que ya está demostrado que no sirven, sumado a cuestiones socio políticas que únicamente acrecientan el odio entre las partes de la grieta. Se empeñan en rodearse de los personajes más nefastos de los últimos tiempos, como si lo hicieran a propósito, generando en la población un estado de ánimo marcado por la incertidumbre, el miedo y la desesperanza.
Intentan imponer “solidaridad” entre la gente, obligando a pagar más impuestos al trabajador, haciéndosela cada vez más difícil, para que, en resumidas cuentas, sea él quien ponga el hombro y banque al que espera todo del Estado, con el pretexto de que “hay que ayudar al que menos tiene”. Y ahora nadie se queja. Ahora los periodistas hipócritas no hablan más del dólar en rojo, del país en llamas, del hambre, de la pobreza, de la crisis. Es tan obvio cómo están sobornados los medios de comunicación, que han perdido todo marco de respeto. Y sí, claro, ahí se los podía ver en el palco preferencial a Vila y a Tinelli mientras asumían. Y no aparece ningún K protestando contra eso.
Lloraron hambre con «el gato», pero nadie protestó por el espectáculo de asunción que costó como 60 millones de pesos, nadie salió a pedir comida, criticar los micros atestados de gente paga o pedir austeridad. Con un saldo lamentable: una Plaza de Mayo repleta de basura, papeles, botellas y con sus canteros verdes destruídos. Tristes postales de la decadencia de un país, de la falta de educación de fanáticos celebrando la asunción de un títere.
Sobre esta «ley de solidaridad social», es importante hacer mención del aumento a las retenciones al campo, principal sector productivo del país y contribuyente clave a los ingresos de la Nación.
El “dólar turista”, un nuevo impuesto del 30% a las compras con tarjeta en el exterior que, como toda devaluación, impacta directamente en el bolsillo del trabajador. Al usar esta chicana, llevaron a la monada a tildar de «cheto» al gil que, por ejemplo, ahorró para irse una semanita al exterior, como si no fuera merecedor después de todo un año de trabajo, porque ahora si viajás sos un privilegiado. Cualquier cosa importada que compres dentro o fuera del país, será alcanzada por ese «dólar turista». Es despreciable que manejen tus ahorros a su antojo, que no seas dueño de tu plata. Te rompés el alma todo el año y no podés irte de viaje a donde te plazca porque eso es «de cheto».
¿Y la solidaridad? Suspenden la movilidad para los jubilados, a los que, hace años, defendieron a los piedrazos, pero dicen que hay que ser empáticos y tener conciencia social con el que menos tiene. ¿Saldrán, ahora, esos mismos a manifestarse en defensa de los jubilados? A los fanáticos parece no importarles qué medidas se implementen, lo importante es que gobierne el peronismo.
Si los que más tienen deben hacer el esfuerzo para mejorar la calidad de vida de aquellos que menos tienen, ¿por qué no lo hacen también los legisladores, los jueces, y toda esa jungla de inescrupulosos hijos de puta que nos gobiernan? No tienen vergüenza, cobran fortunas y no parece que quieran ser solidarios. Al contrario, rechazan la propuesta de bajarse los sueldos porque, según ellos, no podrían cubrir sus necesidades. ¿Se preguntan acaso cómo cubre sus necesidades un médico estatal, un policía, un docente? La ley de solidaridad no les llega a ellos, sino al pueblo, un pueblo ya cansado de poner el hombro, condenado desde hace décadas a vivir una dictadura populista. Sin embargo se hacen los defensores de los humildes, cuando en realidad los usan para perpetuarse en el poder. Manipulan a los pobres, valiéndose de sus necesidades y su ignorancia, y por medio de subsidios les hacen creer que son su mayor preocupación.
Los gobiernos populistas no funcionan, al contrario, generan crisis económicas, desempleo, resentimiento y aumento de la desigualdad social. Su sistemática es buscar el apoyo de las clases populares, hostigando a la clase productiva. Y, por supuesto, quedarse con todas las tajadas de la torta y repartir las migas entre las clases más bajas, mediante medidas que les permitan a éstas no morir de hambre, pero jamás progresar. Cínicos comandando un pueblo de bárbaros ignorantes.
La oligarquía no es el campo, ni los que trabajan para vivir dignamente y tomarse vacaciones. La oligarquía es la clase política, a la que la ley de solidaridad y esfuerzo no afecta. Porque mientras vos, que tildás de «cheto» al que se va de viaje, que vivís en un lugar indigno, pero te conformás con un espectáculo gratis, con el fulbito y un pedazo de carne semanal; tu querido ídolo político se va a Europa a echarse en un yate en la Costa Azul francesa rodeado de putas, gastando la plata de los contribuyentes, para después venir a Argentina a instalarse en su barrio privado, riéndose justamente de vos, que sos un pobre resentido y lo seguís votando, que te alegrás con el aumento del dólar y que el «cheto» no va a poder viajar (te recuerdo que «el cheto» es el que te banca, no los políticos), pero no sabés que atrás de eso aumenta la canasta básica, los medicamentos, los resonadores para los hospitales públicos que no se fabrican en nuestro país, y cada vez tu plata vale menos, y sos más pobre, y tus chances de progresar son ínfimas, ya que se te cierran más puertas, condenando a más generaciones a lo mismo.
Es increíble que en pleno siglo XXI, con tantos modelos de países arruinados que pudieron levantarse y prosperar, sigamos siendo un país empobrecido, manejado por políticos corruptos que no asumen para ponerse al servicio del pueblo, sino para enriquecerse y salvarse a ellos mismos.
A veces fantaseo con un incendio en el Congreso y la Casa Rosada… con todos ellos dentro.
Una nota de 5 añitos de edad.. anda a laburar
Anda, resentido.
muy verga la nota… se nota que vive con los papás