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Síntomas post-vacacionales

Ya está… se acabaron. Estos quince días que creías que eran una bocha, que iban a ser eternos, se te pasaron tan rápido como si un eyaculador precoz le tratase de echar un polvo a Megan Fox en tanga.

Estas subido nuevamente al auto (o asiento de bondi) listo para volverte… ese mismo vehículo que dos semanas atrás te vio partir con unos kilos de más (en el caso de vacaciones entre amigos) o unos kilos de menos (en el caso de vacaciones familiares). Ese mismo asiento en el que te sentaste con el sueño de un año de laburo o estudio (o lo que es peor, ambos) y con un porcentaje muchísimo menor de alcohol y colesterol en la sangre.

Y si… ahora a volver a la pija de Mendoza. Si tan solo volvieses un día para saludar a tus viejos (y/o novia, en ese orden), comer rico y dormir una noche bien en tu cama y te enfiestases de nuevo otros quince días, serias el hombre más feliz del planeta. Y después decís que Ricky Fort es un gil… pobre de vos, pobre de mí.

Ahora te pica el amor de verano, esa con la que pasaste un par de días de lujo, esa a la que no le encontraste ningún defecto posible de encontrar en quince días. Ya estas planeando idas y venidas para verla. Espera a que sepa que sos un/una ortiva atorrante hijo de puta y vas a ver como se cansa de vos. Es más, te comento… no te enamoraste de ella, te enamoraste de vos cuando estas con ella. Lo dijo Bomur y Ricardo Arjona. Te enamoras de vos en estado vacacional, lo que hace encontrar amores de verano a la vuelta de la esquina.

Llegas y estas más desconcertado que un camello en la Antártida. Los horarios los tenes más atrofiados que el sexo de La Turca Nicoletti. Como comías una sola vez al día y el resto te lo pasabas escaviando y fumando porquerías, ahora no tenes hambre a la hora del almuerzo pero a la mediatarde te comerías una piza de mollejas. Para colmo te abrís una cerveza a las cuatro de la tarde, justo antes de entrar al laburo o te preparás un fernet de desayuno… más desubicado que carretela en star wars. Más extraño que Jaque en un spa.

Te crees que seguís de gira y te chamullas una mina en la panadería un lunes, la gente te mira raro y la mina piensa que tenes problemitas sexuales o que sos un pajero o sexópata. Ese mismo martes te agarras un pedo colosal, creyendo que te abre el boliche de la costa y salis con los purretes a darte una vuelta, cuando te das cuenta Mendoza esta más solo y embole que Jol Jogan en la feria del libro. Llegas en pedo y al pedo.

Se juntan en la casa de uno de los pibes a escuchar el hit del verano, pretendiendo bailarlo y disfrutarlo entre suripantas, escavito y mandanga y cuando te cae la ficha de que es el fondo de tu casa y que uno de los vecinos te apunta con una AK47 en la cabeza para que dejes de hacer ruido, bajas la música y a todos se le pianta un lagrimón con el hitazo. Quemarías ese tema como Hernán Cortés quemó sus naves al llegar a Amércia.

Cuando pensas que faltan nada más y nada menos que 350 días para ver si te podes volver a ir, te queres engrampar la poronga a la malla así no se te para más. Cuando te das cuenta de que tenes que volver a trabajar o estudiar de golpe (o, repito, ambas que es lo peor que te pueda pasar a menos que seas celíaco, chino o enano), como vomitada de montaña rusa, te sentís como con una mochila de catorce toneladas en la espalda.

Y ya aparece uno de los tarambanas con las fotos en la compu o en el feisbuk… como un tatuaje caliente de momentos perfectos, sublimes, únicos y nostálgicos de unas vacaciones salvajes, que no vas a volver a vivir hasta dentro de un año (o tal vez jamás) y que ahora te están quemando la capocha.

Ahora empezas a hacer balances y a decirte cosas estúpidas e imposibles como “¡puta madre, como no dormí menos, en vez de tres horas por día hubiese dormido dos, o una o ninguna!” o “¡como en vez de treinta botellas de campari no me tome cuartenta!” o “como no le atiene a la señora que arreglaba el jardín de al lado” o “como no fui al casino y me traté de ganar diez lucas así le decía a los pibes que nos quedábamos quince días más” o “porque me quedé en la casa aquel día” (cuando era obvio que el cuerpo no te daba más).

Así que guacho pajero y la puta que te parió… mejor que te pongas a trabajar o a estudiar (o, cansador el vago, en el caso de los engendros del sistema, ambas cosas) porque TODOS los mortales nos hemos hecho la mismas preguntas y hemos sufrido estos mismos síntomas. No sos ni el primero ni el último… pensa en los pobres esbirros que se quedan cocinándose en su casa o los desgraciados que se tomaron sus últimas vacaciones de solteros… esos sí que la van a pagar caro, muy caro.


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