Estos últimos días hubo muchos posteos cruzados, muy agresivos entre los contactos femeninos de Facebook. Pauli Pietra y Marian Ruzafa nos dejan su conclusión de su propio debate interno.
Es así que a medida que avanzaba la charla entre las chicas del staff, las experiencias personales no demoraron en surgir. Primero sobre el sobrepeso o simplemente tener unos kilos de más.
Como Pauli, les compartí que en una salida a un boliche cheto de Mendoza, o está de más decir que vivo lejos y fuí a conocer a AlSur. En la misma noche, en dos momentos distintos, dos chicas me empujaron, ambas en vez de pedir disculpas me dijeron «¡gorda pelotuda!».
Lógicamente no volví más, pero siempre me quedó dando vueltas ¿eso es lo peor que me podían decir? Porque cuando uno insulta busca algo grave, feo, importante, para herir al otro ¿tan grave es tener unos kilos de más?
Ahí es cuando salió la otra cara de la cuestión, nos dimos cuenta de algo importante, las flacas también la pasan mal.
Y aquí vengo yo, Marian, que al igual que Pauli, compartí algunas de las tantas experiencias que me tocó pasar, no por tener kilos “de más”, sino por tener “kilos de menos”. Desde leer comentarios como “Son mejores las mujeres con curvas, los huesos son para los perros”, “Parecés enferma, deberías acercarte a la olla”; hasta una experiencia que me resultó muy chocante.
Si bien pocas veces he tenido problemas para ingresar a un boliche (como suele suceder con las chicas que tienen más peso), tuve un episodio discriminatorio en mi adolescencia: tenía 19 años, estudiaba en la facultad y decidimos con una amiga, mudarnos al centro.
El dueño de un departamento que íbamos a alquilar, no quiso ponerme como titular del contrato de alquiler porque, para él, yo tenía un trastorno alimenticio (bulimia o anorexia, una de las dos seguro era) y si tenía un trastorno alimenticio, también era psicológico, ergo, no estaba “apta” para firmar un contrato. Es decir que, con 19 años y pesando 44kg, alguien sacó conclusiones por mi aspecto físico y decidió que yo no era apta para algo.
Párrafo aparte, me quiero detener en algo bastante puntual: lo difícil que es descontruirse de la burla por el físico de las personas. Sin ir más lejos, hace poco le contesté a una chica que había agredido a otra, realizando un comentario por el tamaño de su espalda. Y hago un mea culpa sincero, porque justamente esa “impulsividad” para contestar agrediendo desde el lugar del físico, es lo que demuestra la normalidad que le damos como sociedad al hecho de utilizar ese tipo de insultos. No estuve bien, no está bien.
De esta manera, a ambas nos dio una cachetada la realidad. Tratamos de encontrar una explicación desde los dos extremos. La primera en surgir fue «si tenés sobrepeso no hay que festejarlo, es una cuestión de salud, te aconsejo para que te cuides, por tu bien» que como vimos antes también podría ser “¡estás muy flaca, te vas a enfermar!”.
Nos preguntamos si esa preocupación era honesta y nos encontramos llegando a la misma base hipócrita y careta de esta sociedad. Ese argumento se cae cuando cambiamos el elemento que hace daño: ¿por qué nadie te dice que dejes el porro? Porque está de moda ¿Por qué nadie le dice a sus amigos que dejen el cigarrillo? Porque te mandan a la mierda. ¿Por qué el fumar es un problema tuyo y el ser gordo o flaco es cosa de todos? Nadie mira a alguien prenderse un pucho con asco o desprecio pero sí a alguien que no llena o desborda a un pantalón.
Se ha creado en nuestro imaginario una brecha muy estrecha que corresponde al «cuerpo ideal» que todo lo que no está ahí es un «horror». Lo peor es que somos las mismas mujeres que nos encargamos de marcarlo todo el tiempo, nos sumamos despiadadamente a la ola de críticas y al final cuando estamos solas nos miramos al espejo para terminar encontrándonos un defecto atrás de otro, porque cuando no estás gorda, estás flaca, tenés espalda grande, boca chica, muy peluda, muy alta, muy muy muy…
“Mujer real” no es sólo la que tiene curvas; “mujer real” no es sólo la que entra en un talle 34 de pantalón; tampoco lo es sólo la de las medidas que arrojan los números 90-60-90. La mujer real sos vos, somos nosotras. Todas y cada una. Si no creemos esto, caeríamos en fomentar en una brecha sobre qué grupo (si las voluptuosas, si las esqueléticas, las pequeñas, las altas) sufre más discriminación que otro.
Seamos conscientes de que muchas no pueden salir de ese espiral donde dan vueltas los defectos que nos marcan los otros y que hace a muchas sentirse siempre mal consigo mismas; otras lograron salir e intentan compartir que se sienten bien consigo mismas.
No se trata de festejar el exceso o la carencia de peso, ni apología de ninguna enfermedad, es romper ese ciclo intentando ser feliz con tu realidad. Con el trasfondo del porqué de tu aspecto físico y, sobre todo, es gritarle sin miedo a una sociedad de mierda «¿Quién carajo sos vos para opinar sobre mi cuerpo?»