/Tu mamá es mi novia

Tu mamá es mi novia

Acontecía, como religiosamente cada jueves, el asado de aquel grupo de amigos legendario… mofábanse hacía tiempo de llevar más de la mitad de la vida juntos, de amistad. Desde chicos, en distintas edades, se había ido formando el nutrido y sólido grupete de cumpas, de nieris, de hermanos de la vida. Tenías fotos sin barba, en cumpleaños caseros con gorros y chizitos en la boca que avalaban el tiempo.

– Che Negro pasame el vino que voy a cargar lo cañones – dijo el Juani.

– ¿Quién está para el baile mañana? – preguntó el gordo Pampa, uno de los últimos solteros de la brigada.

– Yo seguro – dijo el Garabito – mi jermu sale con las amigas.

– ¡Pillín! – le gritó el Negro Farmacia jocoso.

– Ma que pillín… tengo menos aventura que una jarra de plástico – rezongó resignado el Garabito.

– Yo ni en pedo – rezó el Tribilín, aunque nadie preguntó ya que todos sabían que con suerte aparecía los jueves.

– ¿Vos estás Juani, cierto? – preguntó el Pampa a su compañero inseparable de joda nocturna.

– Mmmm… no – dijo mirando hacia abajo – justamente por eso quiero que brindemos. Tengo algo que contarles.

Un instante de silencio cayó como un manto sobre el grupo de amigos. Se acercó el Ova de la parrilla, sin remera, con un repasador al hombro y chivado entero por el calor del fuego.

– ¡Luisver! Vení un toque – le gritó el Juani al preparador oficial de ensaladas, que estaba en plena actividad. Terminó de servir las copas a los amigos hasta que apareció el Luisver desde la cocina, aún con el cuchillo en la mano y con los ojos rojos de tanto picar cebolla.

– Estamos bien los 33 – dijo el ensaladero.

– Muchachos… – habló lentamente el Juani mientras tintineaba una chuchara en su copa para terminar de captar toda la atención – ¡estoy de novio!

– ¡Essaaaaa! – inauguró el brindis el Tribilín sabiendo que se sumaba uno más a la lista de los pollera, y todos siguieron el choque de copas, entre risas e incipientes gastadas.

– ¡Lo perdimos! – gritó el Ova mientras fondeaba el vino.

– Bueno ¿y quién es? – preguntó entre risas el Garabito… – ¿la conocemos a la culiada?

– Es tu vieja – le dijo el Juani al Pampa, con la voz hecha un nudo y ante la mirada atónita del resto.

– ¿Qué? – preguntó desentendido el gordo con la cara desencajada.

– Es tu vieja Pampa… tu mamá es mi novia.

El noviazgo del Juani con la Graciela marcó un antes y un después en la armonía del grupo. Ya nada fue lo mismo. Sabido era que “Grace”, como le decían los pibes, era una MILF solterona turbo con nitro a la que todos los pibes le querían bajar la caña, pero más allá de las gastadas jamás se pasaba. Una mujer de primera que toda la vida se había dedicado a criar al gordo Pampa, a la Romina y al Braulio, tres pendejos hermosos. Del paradero del padre nadie tenía noción. Y a nadie le importaba. Mina laburante y coqueta, siempre arreglada y de conducta intachable.

Con el tiempo el gordo Pampa terminó por comprender que había amor sincero y aceptó la relación, aunque lo que más le costó digerir fue la manera de mantener la amistad con su mejor amigo. Toda la vida habían sido cómplices de aventuras, se conocían tus romances con lujo de detalles y hasta se habían medido el pito juntos y fifado las mismas minas. Al principio los comentarios eran ínfimos, había mucha cautela y cuidado de las palabras, pero con el tiempo ambos extrañaban su relación y poco a poco se fue ablandando todo nuevamente. Finalmente terminaron saliendo de joda juntos y siendo eternos cómplices, solo que ahora, además de cómico, era bizarro.

El gordo Pampa cubría al Juani con las trampas. Cuando la vieja le llamaba le decía que estaban juntos “jugando a la play”, mientras el Juani le daba matraca a una vecina. El Pampa se iba a dormir y cuando el Juani partía hacia su casa se encontraba a su amigo escondido en el asiento de atrás esperándolo para irse al Grita. Si le decían “hijo de puta” al gordo en un partido, los dos saltaban a pelear a manotazo limpio. A veces el Juani le pedía al Pampa que le lavara el auto para salir con una mina… esa mina era la madre, que tenía su auto en el taller.

Un par de veces salieron con amigas de Grace, y le hacían creer a la otra javie que el Pampa no era hijo de ella, generando situaciones dignas de una comedia inglesa. Hasta salieron un tiempo de a cuatro.

Salir con las novias era un tema raro, porque todo el grupo la tenía como una madre a la Graciela, así que era pseudo familiar y extraño. La vieja los había visto crecer, y hoy los tenía enfrente, en una postura distinta y novedosa. Organizaban escapadas a la montaña para garchar tupido, lejos de los padres y amanecían con desayunos preparados con el amor de Grace, quién conocía el gusto de cada uno. Las vainillas, la chocolatada, las raspadas con manteca y azucar. Las novias se hicieron amigas y Graciela se hizo más amiga de la mamá de las novias, así que también se armó un grupo de wasap entre pendejas y veteranas que no hacían otra cosa que pasarse fotos de pijas, de Ricky Martin y de Maluma en tanga. Se armaron un viaje a Brasil cuarenta minas con hambre de gol, más la abuela de una de las pibas. Un collage de locos.

Un par de veces se pelearon y la Graciela, al no quererlo ver al Juani, no lo dejaba entrar a su casa, así que los asados se hacían en otro lado o el pibe entraba camuflado cuando la vieja se iba a dormir con la Romina. Tema aparte la Romi… que ya estaba en “edad de merecer” y ahora también el Juani se calentaba cuando lo jodían al Pampa.

El chiste “tu mamá es mi novia” pasó de moda para el Juani y el grupo “la mamá del Pampa” (en los que estaban todos menos el Pampa y se traficaban fotos de la vieja en situaciones cotidianas o fotoshopeadas por el Tribilín que era lo más onanista posible) quedó caduco y fue eliminado. Se hizo uno que se llamó “la Romina tiene tetitas” en los que ni el Pampa ni el Juani estaban… dicen las malas lenguas que al tiempo se volvió a crear el “Grace Reloaded” (sin el Juani) porque la vieja desde que estaba bien atendida se había puesto Mortal Kombat 10.

Pasó el tiempo y la relación se solidificó, creció y se hizo firme y seria. El Juani estaba más tiempo en la casa del Pampa que en la suya… el cepillo de dientes que tenía en el baño de abajo, pasó al baño en suite de la habitación de la Graciela. La ropa que compartían los amigos en el placard del pibe de la casa, hoy estaba ordenada y planchada en el de la madre. Un par de veces el Juani se había tenido que poner en postura paternal para instar al gordo Pampa a que estudie, a que le afloje a la joda y a que no venga con tanto olor a porro “porque tu vieja se entera y te mata” le decía.

Hasta que un día, en otro asado, bajo el mismo mecanismo, el Juani les contó que iba a ser papá… la Graciela estaba de tres meses, y se venían dos mellizos potentes para noviembre. Al gordo Pampa se le armó una ensalada bárbara… el primer tiempo fue una sensación de incertidumbre total, al punto que en una discusión le dijo al amigo “¡cómo te vas a coger a mi vieja!”, desentendiendo los tres años que llevaban de novios ya. Luego vino enojo, un enojo contendido, una rabia escondida en lo profundo de su ser que explotó y resultó en tres semanas sin hablarse. Finalmente entendió que realmente había amor…

Su mamá se había rejuvenecido 20 años, se había dejado crecer el pelo, había adelgazado y usaba la misma ropa de la Romina. Tenía una sonrisa 24×7 y estaba feliz a simple vista. Su amigo la trataba como un caballero… como un novio.

– Juani… tus hijos van a ser mis hermanastros, cierto – le dijo una tarde de octubre, mientras esperaban los resultados de la última ecografía.

– Claro Gordo… ahora vas a tener cuatro hermanos.

– Por ende…

– Por ende yo voy a ser tu padrastro… y te voy a tener cagando – le respondió entre risas y llantos el Juani.

– Te odio, viejo – le dijo el Pampa entre lágrimas y aquel amor infinito que solo se le puede tener a un amigo… a un papá.

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