/Una tragedia en el Día de los Enamorados – Parte 2

Una tragedia en el Día de los Enamorados – Parte 2

Para leer la primera parte: Una tragedia en el Día de los Enamorados

La muerte de O´Bannion, fue el comienzo de la guerra. El bueno de Torrio, optó por poner distancia entre él y el quilombo y partió a vacacionar a Cuba (en ese momento, con un régimen gubernamental muy amistoso y permisivo). A su retorno en el año 1925, lo tirotearon frente a su mujer, y muy malherido, terminó en un hospital. Al salir del mismo, tuvo que pagar una condena de 3 meses de prisión, por el tema de la cervecería. Obvio que una vez en libertad, y sabedor de que en cualquier momento era boleta, partió rumbo a la madre patria (Italia), dejando todas las operaciones en manos de su acólito Al Capone.

El tema es que los irlandeses, nunca olvidaron el O´Banniongate, en esos días más de setenta hampones murieron cocidos a tiros, pero solo hubieron tres juicios que, gracias a las conexiones y a la corrupción, terminaron en absoluciones. Eran tiempos en los que nadie sabía nada, nadie decía nada y nadie oía nada.

La “Thompson 45” escupió una buena ráfaga de balas sobre un ayudante del fiscal del Condado de Cook, dejándolo inerte junto a él, iban dos secuaces del clan irlandés, que corrieron la misma suerte. Las circunstancias, por las cuales estos tres estaban juntos, nunca logró esclarecerse. Pero, develaban el estrecho vínculo que había entre la clase política y la delincuencia organizada.

Capone otra vez fue citado a declarar… sin resultado alguno. “A fin de cuentas, arrestarlo es una pérdida de tiempo” se sinceraría el jefe de policía.

En septiembre, ocho vehículos pararon frente a la residencia de “Caracortada” y efectuaron más de mil disparos contra la misma. No hubo ningún muerto en este atentado, pero ya era una declaración de principios. Días después, otra ráfaga de ametralladora, acabó con la vida de Weiss, el capo del clan irlandés. Nueve días después, las partes en disputa, se reunieron a fin de limar asperezas y poner fin a una guerra sin cuartel, que solo traía pérdidas económicas a ambas partes.

En los salones del hotel Sherman, Capone pregonaba que había dinero suficiente para todos y que ya no había necesidad de seguir con la matanza, mientras la policía se regocijaba con ello. En dicha reunión, estuvieron presentes, el heredero de Weiss, un tal Drucci y su lugarteniente Bugs Morán, Jack Zutta, los O´Donnell y Max Eisen. Se acordó que cada grupo respetaría sus zonas de influencia y que se evitarían todo tipo de ajustes de cuentas, por las cosas pasadas. Capone estaba en cima del mundo, como dueño y señor e indiscutible líder del hampa. La paz duró muy poco… Drucci murió baleado por la espalda, por un policía que lo llevaba al Palacio de Justicia, a realizar unos trámites de poca importancia, cuándo según el guardia, intentó ¡escaparse corriendo!… Morán, sucesor de Drucci, odiaba a Caracortada, y formó una alianza con los hermanitos Aiello y su veintena de primos sicilianos, todos fabricantes y vendedores de alcohol.

Cuatro “torpedos” (asesinos a sueldo) fueron enviados para acabar con la vida del pobre de Al, por cuya cabeza, apenas se ofrecían U$S 50.000. Pero los cuatro torpedos aparecieron “detonados” en una esquina mugrienta de Chicago.

También intentaron sobornar al cocinero del “Little Italy” para que, rociara la comida de Capone, con ácido prúsico, pero no tuvo los huevos suficientes y terminó mandando al frente al que había intentado sobornarlo.

Capone mandó a buscar al “hijo de puta de Aiello” pero la policía, lo encontró primero y lo trasladó hasta una de sus dependencias. Los pistoleros de Capone, rodearon el edificio, eran aproximadamente treinta hampones, de los cuales, solo tres, entraron al edificio portando armas de fuego. Éstos fueron detenidos y puestos bajo vigilancia en una celda contigua a la de Aiello. Éste, aterrorizado, rogó clemencia y perdón. Una vez liberado, huyó a dos motores de la Ciudad. Su hermano Dominik Aiello, prefirió plantar bandera. Lo cagaron a tiros.

Solo restaba Bugs Morán, instigador del quilombo y que encima, cada vez se pasaba más por los huevos lo convenido en el hotel Shermann. Pero como ya sabemos, la matanza de San Valentín, también terminó con él. Con todos sus enemigos muertos o sometidos, Capone recaudaba dólares a dos manos, tanto es así que se calcuala que su fortuna personal, superaba los cuarenta millones. Amén de controlar casi todos los sindicatos y las organizaciones patronales. Tenía en su nómina al 70% de los políticos de turno. Policías, jueces y un pequeño ejército de 700 “soldados”. Sus camiones distribuían alcohol sin el menor pudor, sus casas de juegos, putas y alcohol, eran “cuidadas” por policías en servicio y los agentes prohibicionistas, hacían la vista gorda.

Los diarios de la época, lo habían convertido en un personaje de fama y hasta la cinematográfica Warner Bros, le ofreció una suma millonaria, para interpretarse a sí mismo en un film.

Capone era un Bon Vivant, vivía en el hotel Lexington, iba al hipódromo, a las canchas de béisbol y celebraba reuniones en los más lujosos restaurantes, eso sí, siempre rodeado de guardaespaldas.

La popularidad del gánster, comenzó a preocupar a los pocos políticos decentes que quedaban. Encima, abrió comedores gratuitos, para los que estaban parados a raíz del crack del ´29. Estos actos de beneficencia en dónde se reunían miles de desempleados. Los periódicos argumentaban que, Capone hacía más por sus compatriotas que el mismo Gobierno, es más hasta el Presidente de USA, Hoover, se sintió menoscabado al darse cuenta que su popularidad era eclipsada por la de Scarface.

En mayo de 1929, Al Capone salía del cinematógrafo con sus guardaespaldas y fueron detenidos por dos detectives, que al reconocerlos, los cachearon de armas. Al encontrárseles, éstos fueron juzgados y condenados a 9 meses de prisión efectiva.

Los comerciantes de Chicago, ya sean los chicos o los grandes, debían pagar la famosa “protección” y hartos de esto, decidieron constituir un Comité Cívico, para la prevención y el castigo del crimen.

La cabeza del comité, un tal Alexander Jamie, al ver el nivel de corrupción que había en los estratos gubernamentales, decidió que lo mejor era conformar un pequeño grupo independiente de hombres probos e insobornables. De aquí surge la figura de Eliot Ness, a quién el fiscal de distrito, dio carta blanca a sus actividades. Combatir a los fuera de la ley, con otros iguales. Fuego contra fuego. Ness intervino ilegalmente las líneas telefónicas, el correo, y se valió de todo artilugio legal o ilegal a fin de cercar a Capone. Una vez obtenida la información, no se molestaba en pedir órdenes judiciales o esas pelotudeces… les pateaba la puerta y rompía todo lo que encontrara dentro. Irrumpieron en cervecerías y tiraban por las alcantarillas miles de litros y millones de dólares. Los camiones de Capone, ya no estaban seguros, como así tampoco sus centros de distribución. La prensa comenzó a llamarles “Los Intocables” Amén de que Capone, nunca pudo poner fin a la vida de Ness, a pesar de haberle puesto precio a su cabeza.

Los Intocables

Ness era el héroe que los ciudadanos honestos necesitaban, poco importaban los métodos por los cuales se valían para hacer el trabajo. El resultado era lo importante. El fin justificaba los medios. En el tsunami de redadas a los locales de Capone, un “pinchapapeles”… un empleado del Tesoro… un contador, dio con algunos libros contables de la organización. Capone había hecho una declaración de rentas, pues afirmaba no tener ingresos de ninguna índole. Pero, en esos libros, figuraban las cantidades de dinero, que procedentes del juego, iban a parar a sus manos. Los Intocables “apretaron” al que había hecho las anotaciones en ese libro, para que testificara. En caso de no hacerlo, harían correr la voz de que había sido él quién había facilitado los libros al escuadrón. Eso y la muerte eran sinónimos.

Una vez reunidas las pruebas y tomado los testimonios, Capone fue juzgado en 1931 por EVASIÓN DE IMPUESTOS y condenado a once años de cárcel más una multa de cincuenta mil dólares. Engallolado en una cárcel de Atlanta, dónde su celda era VIP y recibía toda clase de privilegios, fue trasladado a la famosa “Alcatraz” en 1933.

– “A partir de éste momento, usted es el número 27312. Aquí la única autoridad es la mía” Dicen que le dijo el Director de la cárcel.

Paradójicamente, ese 1933, fue abolida la “Ley Seca” y también ese aciago año para Al, una antigua enfermedad venérea, sífilis, le fagocitó el cerebro. Cuándo corría el año ´39, y ya en libertad, su familia lo llevó a su mansión de Florida.

Un gordo idiota y babeante, dejó este mundo el 25 de enero de 1947. La leyenda de Al “Scarface” Capone había nacido.

Sus sucesores: Lucky Luciano, Frank Costello, Bugsy Siegel, Albert Anastasia, aprendiendo de los errores y aciertos de Capone, sentaron las bases del crimen organizado moderno y fundaron a principios de 1934 el “Murder Inc” (sindicato de crimen) Una gran empresa, dedicada a delinquir con el contrabando, las drogas, el juego y las putas.

Señoras y Señores, cualquier parecido con nuestra Argentina, no es casualidad… ¡Salute!

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