Si hay algo que nunca voy a poder entender, es la parva patética de gente a la que le gusta el invierno. Que sale a la vereda y con el chucho de frío que le recorre desde la nuca por toda la espalda siente algún tipo de placer. Que mira al cielo y si no se ve el sol, sonríe satisfecho.
El invierno es un bajón en todo sentido. No me digan que no. Primero, salir de la cama ya es una tortura inventada por el mismísimo Belcebú. A menos que tengas la casa caldeada, (en cuyo caso todo te chupará un huevo) hay que juntar impulso para salir de debajo de las frazadas, y comenzar una frenética danza donde tratás de vestirte en tiempo record y con cada prenda que te toca la piel un pingüino te da un sopapo. En cambio en el verano… ahhhhh. Suena el despertador, con una patada te corrés las sabanitas de encima… te das una vueltita y ya arriba, podés ir en bolas hasta la cocina o el baño, descalzo… qué maravilla.
Para estar a una temperatura corporal medianamente normal en invierno, necesitás mínimo de 4 prendas, en mi caso pueden llegar a ser 6. Usás una cantidad enorme de ropa todo el tiempo, ¡qué paja! Llego de trabajar y me saco la ropa de trabajo, con frío me despido de la campera, la camperita el pulóver… y a ponerse la ropa de diario: el remerón, otro pulóver… Más tarde otro cambio para ir a entrenar: la segunda piel, la camperita, el chaleco, el camperón, las calzas, las medias hasta la rodilla. Y a la vuelta otra vez todo. En cada etapa, te congelás. En el verano: una musculosita y un short y sos Gardel, te cambiás en dos segundos, no sufrís en el proceso.
Ni hablemos que toda esa cantidad de ropa que además es aparatosa comparada con la de verano, ocupa más lugar en el lavarropas: más lavados. Y lo peor, ¡el tiempo que se demora en secar!! ¿No es una de cosas más horribles del mundo ponerse algo que sacás del tender en invierno a temperatura patio? En verano con la ropa pequeña y finita llenás el lavarropas con lo que usaste toda la semana, y en 2 horas ya está sequita y lista para volver a ser usada.
Y también es una reverenda garcha peluda que cada vez que vas a salir de tu casa, ponele a sacar la basura, al kiosco, a guardar el auto, a putear a los Testigos de Jehová, tenés que parar a ponerte la campera, la bufanda los guantes el gorrito y la concha de la lora. ¿A quién puta le gusta vestirse y desvestirse quinientas setenta y ocho millones de veces en el día? ¿Se dan cuenta que no es normal?
En el invierno los días son cortos como patada de Hombre Rata, las horas de sol te las consume el trabajo, a las 19 es noche cerrada y no te dan ganas de salir ni a recibir un premio. Uno igual lo hace porque no podés dejar de vivir por el frío (aunque me pegaría unas hibernaciones hermosas) pero te vas haciendo la cabeza durante todo el día planeando qué te vas a poner, si donde van tienen calefacción, si entra mucho chiflete, si te ponés la campera abrigada pero viejita o la nueva pero que no abriga un carajo. Ni te digo las pobres chicas que salen a bailar de minifaldas y sandalias. Yo no voy porque me ven con los pantalones de esquí y no me consideran suficientemente glamorosa. En el maravilloso verano salís de trabajar o entrenar o lo que sea y te pinta quedarte por ahí chupando una cerveza, un fernet, o irte un poco más lejos a comerte un asado.
El invierno sólo le puede gustar a un comedor serial de chocolate y buñuelos, que gusta de mirar por la ventana para afuera, sin necesidad de salir, chupándole un huevo el pobre choto que se congela esperando el bondi, duerme debajo de un puente o trabaja a la intemperie. Ya con ver el deporte que únicamente se puede practicar en invierno, en el que te suben en silla y te dejás caer graciosamente por la ladera nevada, te das cuenta para lo que sirve el invierno: para hacer nada. Los demás simplemente son locos: “Ay, no siento los dedos de la mano qué dicha!”; “Se me mojaron los zapatos y faltan 6 horas para llegar a mi casa qué genial!”; “Mirá qué hermoso se escarchó el auto y ahora no arranca”; “Se suspende el entrenamiento porque hacen menos de 5 grados qué diver”; “Me agarré una gripe hermosísima”.
¡Vayan a hacerse ver las conexiones todos ustedes tarambanas amantes del frío!