/«Yo, Tatín», monólogo de un alfajor

«Yo, Tatín», monólogo de un alfajor

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“Yo, Tatín”

Hola, ¿Qué tal, cómo va? Mi nombre es “Tatín” y así me hago llamar y me llaman, pero los postmodernistas pueden llamarme “Tat”  para seguir  contribuyendo un poco más a la decadencia extravagante del idioma y el habla, pues ya estoy resignado. Soy el último alfajor simple de dulce de leche cubierto con chocolate que lleva sobreviviendo el calor del verano mendocino, gracias a la tecnología de las heladeras Whirlpool, nenas de Garbarino, garantía de confianza.

Esta temporada hemos estado tranqui, la competencia bárbara, ya que  mis rezos han sido escuchados por el Dios Havanna, y el Águila no invadió con novedades viscosas y cholulas el estante; la prima Vaca Milka vendiendo como siempre sus calorías en proporciones chocolatosamente abundantes -es que la gorda es una fenómena- en cualquier estación u época, ella siempre puesta facturando y facturando; Tofi igual, pero bueno, es más entendible, enamorados hay durante todo el año, pero mi amigo el Fulbito, tan ahí en el rincón acobachado, me lo tienen hasta más atrás que los chocomaní, los piragüitas y los caramelos ½ hora; escuchame vos una cosa, yo entiendo que por ahí choca su estética de mamarracho, pasa que es un bohemio, re tirado; entiendo también que pueda chocar la cobertura de aserrín que tiene, o las dos tapas de cartón corrugado con el mazacote de relleno berreta, pero es un buen tipo y se a leído todas las obras completas de Shakespeare, ¿Cuál es la necesidad de ser tan crueles?… hay testimonios de clientes que dicen que ni siquiera se debería llamar alfajor a semejante mezcla de grasa enharinada, azúcar persa, dulce de pericote y cacao cortado, pero es que ellos no entienden que los fabricantes de Fulbito apuntan a consumidores masoquistas, amantes de las emociones fuertes.

Y bue, pero francamente no nos podemos quejar. Las cosas todas en su lugar y como corresponden: Llosa con el Novel, todas las Cocas con sus respectivas tapitas, hoy viernes la ventanilla se esta cerrando como de costumbre más temprano, y las gomitas como siempre a los golosos provocando; por lo menos hoy no me agarre a piñas con los FelFort, el Dos Corazones, sí, ese que se la tira de poeta con un verso de cuarta escrito en una sedita pedorra de porquería, el otro día una piba abría uno que decía: “En el cielo hay una estrella que me llama la atención, y en el mundo hay un morocho, que me roba el corazón” pero la re mil que los parió, para que existieron grandes como Becker, Whitman, Goethe, Milosz, Benedetti, Bretón, me pueden explicar por favor por que lo que viene impreso en el papelucho de ese impostor es un terrible atroz, aquellos versos son una amenaza para la sociedad y una humillación para el arte poético, y siendo así, quiero demandar a FelFort por la suma de 1.000(mil) millones de pesos por atentar contra la salud mental e intelectual de la raza e insultar a la estirpe de poetas auténticos, que arrastrándose en su tumba, maldicen al primate que redacto semejante bazofia de texto.

Igual, y al margen de todo esto, insisto en la condición de templanza que nos compete, pues a hecho un tiempo bellísimo: sol durante el día, temperaturas agradables, nada agobiantes, y por la noche, lo mejor: vientito. Sí, ni hablar, ¡Por fin el descanso y la paz! Por que a mí me pasa que cada tanto, estoy así como medio fofo, desganado, como un alfajor mordido y abandonado. Ese debe ser el mayor temor de nosotros, los alfajores: que nos dejen a medio comer. Y no hablo solamente por los simples -por los alfajores originales- los posta, posta; porque los rascacielos esos de tapas y tapas de masa, mousse y dulce de kinoto y mondongo cortado en juliana, esos bodoques también tienen un corazón. El propósito de todo alfajor es que sea devorado hasta el final, viste, que calme las ansias por algo dulce que tiene el consumidor, entonces es muy ruin que nos peguen un mordiscón y nos dejen, así tan “a la deriva”, como con Horacio Quiroga, muy ruin, o sea, nos sentimos ultrajados. Yo te voy a ser sincero -porque ya tenemos confianza y además no soy ningún gil- muchos me llevan para cuando les pega “el bajón”; sí, acá hay mucha falopa dando vueltas, y no sé si el cara de Ganso éste (apuntando con el mentón al chico que atiende el Drugestore) no tiene algo que ver; está todo el día cuchichiando, hablando en código “morsa” por el Blackberry; el otro día lo pesqué diciendo -en tono de voz bajísimo-: “tengo lo tuyo, pegué ayer, pasate cuando quieras por el boliche” No hay que ser muy vivo para darse cuenta que está hablando de algo “prohibido”, y por la cara llena de granos que tiene éste (apuntando con el mentón nuevamente) no la puso en su puta vida, así que de trolas no habla todavía.


Y bueno, pibe, es así la cuestión. Acá se juntan los pendex, pasan a buscar “lo suyo” y de paso compran provisiones para “el bajón” viste; se arman para atrincherarse indefectiblemente, pues compran una guasada, ponele… alfajores, caramelos, turrones, chupetines, heladitos. Hay como un revival del chupetín, me estuve dando cuenta… está pegando fuerte de nuevo el chupetín Mr. pops crazy evolution, la gente lo lleva tanto como al Prime o como a los mismos cigarros, alias puchos. Es que piba, decime la verdad, decime si no es lindo terminar con lamida abierta y encontrarse con manso chicle globo. ¡Los nenes no lo pueden creer! Es todo un mundo de fantasía para ellos, y los grandes juegan un poco a ser chicos otra vez; yo creo que el mundo de las golosinas se mantiene vigente porque todos queremos ser eternamente niños, hacer globitos, mandarte un Chiclets Adams, comer un Fizz y revivir esa sensación explosiva en la boca. Con el Ades y la Cepita, el otro día que salíamos de la logia, estábamos charlando sobre esto, viste; porque habíamos mirado más temprano al cara de Ganso que se ponía contento, pseudo-extasiado, con el tazo que le vino en un paquete de conitos y no lo entendíamos, o sea, semejante pelotúdo encantado de la vida con ese pedazo de plástico grasoso… y ahí empezamos a recordar un poco nuestros pasos en la industria, cómo fuimos creciendo junto a los colegas de distintos rellenos, las gallinitas que venían en distintos tamaños, formas y colores, las bananitas Dolca playboy que siempre fueron las sexsymbol del rubro golosinal, que se yo, son muchísimas todas las cosas lindas que vivimos; y mira vos si no hemos crecido, que cuando el Ades comenzó era todo de manzana y ahora sale gusto a mango-albaricoque, zanahoria rebozada, piña colada, serrano dulce frutos del Congo y zapallitos verdes con pulpa de maracuya. Y sí, yo reniego de mis orígenes un poco, pero lo cierto es que siempre voy a ser Tatín, ese tipo cara de balín que sale en el paquete. No es nostalgia eh, no creas que soy un romántico, vengo leyendo a Nietzsche desde que la marca tenía 5(cinco) años, subsisto con la influencia que Poe dejo en mi harinosa vida; la Cepita por ahí se pone más melancólica y me dice cosas como “hace más de 15(quince) años que llevo la pajita adherida al cartón como si fuese un GPS” o “antes era más vistosa, estaba petisa y gordita; ahora me estilicé, y el contenido es más aguado” Igual, ahora, de onda te digo, le re doy a  La Cepita… pero al margen, y en cambio, yo trato de buscar lo positivo del paso del tiempo, será a lo mejor por que siempre he tenido este papel de envoltorio brilloso o que jamás he costado más que 1(un) peso; es que es así, la gente me quiere por que soy modesto y barato y cuando lo recuerdo  no puedo evitar que se me instale una sonrisa de punta a punta del paquete, parezco fumado de buena hierva. Me pregunto qué se sentirá estar “de bajón” ¿Me comería a mí mismo?

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