Según las miles de veces que hablé sobre este tema con amigas, hemos coincidido en que de manera inevitable, hacemos responsable de todos nuestros desequilibrios emocionales, a la tía del campo que viene de visita todos los meses.
Te pones bastante pelotuda. Y con esto quiero decir, que te invade un instinto asesino cuando escuchas a tu marido masticar al lado tuyo, pero a los diez minutos lo abrazas medio llorando, pidiéndole que te compre chocolate.
Estás melancólica, nostálgica, emotiva… chota. Todo te pone de mal humor. Hasta el verdulero cuando te pregunta ¿algo más? No pedazo de forro, cuando bajes el precio de la verdura te compro “algo más”… raja de acá.
Pasar la semana entera que aproximadamente dura el período, vestida como indigente. Porque estas inflada como un sapo, y todo te incomoda. Tus jeans favoritos quedan guardados y optas por esos joggings hechos teta, que te compraste en el Átomo hace un año.
Tu cara se llena de granos, y volves a ser una puberta, pero con más de treinta años encima.
Estornudar se vuelve un deporte extremo, y ni te cuento volver a pararte después de haber estado sentada por un buen rato. Mis caras jamás disimulan ese momento incómodo.Y por supuesto, todo aquel que este cerca, sabe muy bien que estoy menstruando porque nací escandalosa y muy expresiva.
El tarado y muy desubicado ser que te ve histérica y te dice: ¿Qué paso, te vino o que? Morite y alejate, que te voy a pegar un rodillazo en la frente. Una vez mi hermano osó decirme tal cosa, y estuve a punto de darle con un picahielos en la nariz.
Es un tiempo oscuro. Sos una perfecta mezcla entre Sauron y DarthVader. Pero más allá de todo lo malo, al menos en mi caso, siempre es un motivo de festejo también. Porque no hay bendición en camino. Me alegro, y lloro con la misma intensidad. Una auténtica loca de mierda.
¿Y ustedes? ¿Cómo lo viven?