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Astrología y ocultismo

Cuando miro el cielo por las noches me imagino la desesperación del primer ser humano en este planeta, con conciencia de saberse diferente al resto de los animales, cuando cayó la noche o cuando amaneció por primera vez a sus ojos.

En el primer caso, el dominio de la Luna sobre la oscuridad y luego, la bola de fuego surcando el cielo debieron provocar una angustia enorme por el desconocimiento. Con el correr de las noches la luna cambiaba de forma y las estrellas de lugar. Al ver que esto se sucedía cotidianamente, dejó de preocupar y aparecía la amenaza cuando estos ciclos se alteraban, como seguramente sucedió con los primeros eclipses, que no debieron tardar mucho tiempo en aparecer.

A esos hechos sucedieron los cambios de clima, las tormentas, los vientos y los movimientos de la tierra. Aquellos primeros humanos establecieron coincidencias entre lo que pasaba en la Tierra y lo que veían en el cielo, utilizando ese conocimiento para explicar y predecir hechos con el objeto de servir a cuestiones tan elementales como la siembra y la cosecha, el comportamiento de los animales, los ciclos reproductivos; sino también en dónde asentar sus comunidades y cuándo emigrar. No sabían escribir, pero aprendieron a dibujar sobre las piedras. Algunos de esos dibujos se han conservado aunque no se pueda tener la seguridad de lo que efectivamente significan. Muchos habrán desaparecido o estarán ocultos a nuestra civilización actual. Otros fueron, quizás intencionalmente, ocultados, como el contenido de las tablas sumerias.

Lo cierto es que el conocimiento igual encontró la manera de transmitirse de manera oral. La cultura tiene la misma edad que el hombre y la astrología es parte de la cultura.

Hay prueba de que las civilizaciones originarias de todos los continentes usaban el conocimiento astrológico para todas sus actividades. Han llegado hasta nuestros días construcciones arquitectónicas, estratégicamente ubicadas en puntos energéticos terrestres y especialmente orientadas, para la observación de los astros. Algunas de ellas aún no es posible comprender cómo fueron construidas con los elementos que aparentemente existían en ese tiempo; tal el caso de las pirámides, las esfinges y los círculos de piedras gigantes en varias partes del mundo.

Otras, se sabe que se construyeron especialmente para la observación astrológica, como el observatorio Caracol de Chichén Itzá, que se utilizó para seguir el movimiento de Venus y que permitió al pueblo maya calcular su órbita  y ciclo de ocho años de una manera tan exacta como si se hubiera hecho con la tecnología actual.

¿Cuánto de este conocimiento llega a nuestros días? Todo aquel que no se albergó en la Biblioteca de Alejandría. Esa meca del conocimiento guardaba, desde el S III a.C, todo lo escrito de su época. El trivium y el cuadrivium completo. Todas las ciencias y las artes conocidas nucleaban a los grandes intelectuales y sabios de la época. Fue el centro del conocimiento y en ella trabajaron destacados eruditos. Dentro de las ciencias, la astrología tenía su lugar en la Biblioteca; de hecho trabajaba en ella Eratóstenes de Cirene, quién calculó con notable exactitud y por primera vez, la circunferencia de la Tierra.

Cuando los romanos invadieron Egipto, Alejandría cayó en una etapa de decadencia. Una parte de la Biblioteca fue incendiada por Julio César y, lo que quedó, fue más tarde destruido por la instigación del Papa Teófilo I, que incitaba a las plebes a la destrucción de templos paganos.

Comenzó la etapa ocultista de la astrología.

Astrología y religión

No se trataba de que estos líderes religiosos pretendieran una hegemonía del conocimiento o su desarrollo, mucho menos el objetivo de supremacía de una determinada deidad. Se trataba de una necesidad de dominación de la voluntad humana para influir en el libre albedrío con la excusa de los designios de un único dios todopoderoso.

De esa manera, todo lo que cuestionara a ese único dios se consideraba una herejía.  Lo bueno y lo malo comenzaron a ser valorados como tal por una moral religiosa que respondía a la necesidad de ordenar la convivencia de las masas humanas bajo paradigmas comunes no cuestionables (al menos si no se quería ser condenado a muerte). Se eliminaron fiestas populares, se cambiaron las fechas, se anularon calendarios, se quemaron chamanas y se persiguieron alquimistas.

Hasta entonces, la astrología había desarrollado dos vertientes que convivían perfectamente. Por un lado, la astrología natal o humana; y por el otro, la astrología predictiva. La primera línea orientada a dar respuestas a las preguntas individuales sobre temas de variado interés; la segunda para conocer el futuro conforme al tránsito de las estrellas. En ambos casos se superponían las cartas astrales natales con las cartas de tránsitos actuales y se veían los puntos de conjunción, oposición y cuadratura, generando la posibilidad de influencia astral que determinan la tendencia a que ciertos sucesos acontezcan, conforme la observación realizada y transmitida.

Claro que a los poderosos no les interesaba tanto utilizar a la astrología como una herramienta evolutiva sino que preferían conocer el futuro según el movimiento de los astros que, en ese entonces, era también el designio de otros dioses distintos al de las religiones monoteístas. Comenzó el auge de la astrología predictiva.

La exactitud de los análisis y de las determinaciones astrológicas competía con el abandono a la “Voluntad de Dios”. Eso no era tan grave como que los astrólogos fueran más consultados que los sacerdotes para acceder al conocimiento de esa voluntad trascendental.

Cuando los astrólogos empezaron a ser perseguidos, fueron protegidos por los monarcas y personas poderosas. Aunque parezca contradictorio, algunos hasta tenían la protección de la Iglesia. ¿Por qué? Resulta que necesitaban su asesoramiento para gobernar, reinar y decidir sobre sus empresas,  fortunas y cuestiones importantes como cuándo ir a la guerra, cuándo coronar un heredero, celebrar un matrimonio con otro monarca y hasta cuándo tener hijos. Obviamente no era menos que todo aquello la importantísima decisión de cuándo colocar la piedra fundamental para la construcción de la Basílica de San Pedro. Es notable la obsesión que los Papas tuvieron con la carta astral natal de Jesús de Nazareth, encargando a varios astrólogos estudios al respecto. ¿Y la voluntad de Dios? Eso era relato para la plebe ignorante y analfabeta.

Fue necesario denostar históricamente a la astrología, como cosa de charlatanes estafadores, para que los astrólogos pasaran a trabajar de manera oculta. No porque lo que hacían careciera de sentido o fuera malo, sino para que sus conocimientos quedaran reservados a los que se consideraban “elegidos” por esa deidad cuya autoridad pretendían imponer a las masas con el objetivo de que su poder terrenal no fuera cuestionado.

La historia más famosa sea, probablemente, la de Michel de Nôtre-Dame, conocido como Nostradamus, médico y astrólogo francés que vivió refugiado en la Corte de Francia por Catalina de Médici. Sus profecías llegan a nuestros días y siguen despertando el interés de investigadores de diferentes disciplinas.

Los astrólogos predictivos eran sirvientes palaciegos con aires de celebridad, algo que llega hasta hoy, con astrólogos que trabajan para políticos y artistas; mientas que los astrólogos evolutivos continuaron su línea de trabajo y estudio dentro de escuelas iniciáticas y simbólicas como la masonería y la kabbalah, claro que tan en secreto como ellos.

No era ocultismo sino conocimiento reservado. Había que cubrirlo de misterio para que la gente temiera predicciones y predestinaciones y, llegado el caso, desestimara alguna profecía sobre derrotas en guerras o caídas de monarcas.

Sin embargo, a pesar de la fuerza y la fama que había conseguido la línea predictiva de la astrología,  en el S XIX comenzó a ser cuestionada por dos vertientes ideológicas que coparon bibliotecas y universidades: el marxismo y el psicoanálisis.

Estas dos escuelas de conocimiento marcaron un hito en la manera de destronar a ese tal Dios que la religión pretendía imponer, y comenzaron a cuestionarlo todo. Los astrólogos empezaron a ser tan objetados como el imperialismo y la religión.  

Astrología en el psicoanálisis

Ya entrado el S XX, un médico psiquiatra estudió la astrología, como otros campos del conocimiento (filosofía, alquimia, arte, antropología, mitología), para entender la conexión profunda de la psique a través de sus productos; es decir, entendía a las manifestaciones culturales como una muestra de la composición psíquica de los individuos y los grupos.  Retomó la rama humana de la astrología para ilustrar la cosmovisión de los arquetipos mentales que explican e influyen en el comportamiento individual y social. Indagando en las cartas astrales de sus pacientes encontraba notables coincidencias entre la misma y los traumas que los enfermaban. A tal punto que consideró el conocimiento de las influencias astrológicas no sólo para comprender el conflicto interno que generaba el síntoma de la enfermedad psicológica, sino también para encontrar la clave de la resolución del conflicto interno a partir de patrones energéticos presentes en la configuración de la carta astral natal. Utilizó sus conocimientos astrológicos para el desarrollo del concepto de “sincronicidad” de los arquetipos.

Así, la línea evolutiva de la astrología resurgió de la mano del gran Carl Gustav Jung, cuyos escritos sobre conceptos de “arquetipos psicológicos” y “la sombra inconsciente” llegan hasta nuestros días y son abordados también desde la astrología para dar respuesta sobre cuestiones que van más allá de la ciencia y la religión, y poner algunas luces sobre el tema de la trascendencia.

A pesar de que la influencia de la astrología en el psicoanálisis es negada por la mayoría de los psicoanalistas, tanto los seguidores de la escuela junguiana como los astrólogos evolutivos están cada vez más cerca de la física cuántica y aseguran que estamos acercándonos a un nuevo saber que desafía las leyes de la razón.

Por eso es que desde la línea evolutiva llamamos patrones energéticos arquetípicos a aquello que la astrología tradicional llama “signos”; campos electromagnéticos de frecuencia a los cuerpos planetarios que la tradición denomina “planetas”; y espacio de experiencia influido a la división del círculo astral conocida como “casas”. 

Se trata de energía en movimiento fractal. Expansión del universo como útero gestante de la creación, recreándose. Energía en una determinada frecuencia de onda vibratoria. Somos seres energéticos en un planeta energético dentro de un sistema de energía solar que pertenece a una galaxia expansiva en un espacio/tiempo conocido y en ilimitados planos dimensionales.

La astrología de hoy

Quedan algunos astrólogos que, para dar pronósticos semanales o mensuales, se basan en elementos energéticos cercanos y de movimiento rápido: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus y Marte. Esto responde a que hasta hace 500 años el sistema solar terminaba en Saturno y ni siquiera se había podido observar a Mercurio (por su cercanía al Sol, imposible de observar a simple vista). Sumado ello a que también queda gente que necesita saber si va a encontrar pareja este año, si va a tener trabajo o cuál es su vocación; se forma, así, un sistemita de creencias de poco alcance aunque muy popular, a diferencia de la astrología humana y evolutiva que pretende entender los ciclos astrales y su materialización a través de la conciencia humana anclada a un determinado plano de existencia.

Por eso rehúso a hacer predicciones diarias o semanales para cada signo. Es necesario entender el proceso completo, integrar la carta astral y establecer los puntos de conexión energética, que son diferentes en grado y potencia para cada persona en un determinado momento y lugar. Habrá influencias generales, con un margen de error notablemente amplio que puede provocar un efecto contrario al buscado.

La verdadera astrología tiene clave hermética y hay que abordarla en una permanente interacción entre el arriba y el abajo, como entre el adentro y el afuera. Cada célula es un pequeño sistema solar y el sistema solar una célula de la galaxia.

Que a nuestros días este conocimiento esté tomando fuerza nuevamente no es una cuestión de fe o carencia de ella. Se trata de la fuerza energética de expansión jupiteriana unida a la influencia saturnina y plutoniana sobre el arquetipo capricorniano. La caída de las estructuras, que han sostenido el orden social impuesto por la religión en los últimos milenios, puede ser considerada desde la astrología evolutiva como un patrón cíclico esperable al contrastar los ciclos planetarios con la historia y, junto con ello, la entrada en vigencia de nuevas estructuras arquetípicas más acordes a la evolución humana, social y cultural.  

La salida de la astrología decimonónica, determinista y reduccionista responde a la emergencia de una nueva era: la de Acuario, cuya entrada se encuentra en la bisagra de este convulsionado año 2020 y para cuya apertura era necesaria la caída del anterior orden social y un nuevo estado de conciencia acorde al cambio medioambiental, alimenticio y la distribución de recursos (Urano en Tauro), al entendimiento de la salud en el entorno psico-neuro-emocional (Neptuno en Piscis), a la innovación comunicativa y la superación de extremismos ideológicos (eje nodal Géminis-Sagitario), a la interacción vincular (anterior eje nodal Cáncer-Capricornio), todo en el marco de la triple conjunción Plutón-Saturno-Júpiter en Capricornio. Estos cambios ofrecen la resistencia de Marte en Aries. El tránsito de Júpiter y Saturno a Acuario junto al eclipse de Sol en diciembre comenzarán a poner luz sobre este bucle y terminarán de destronar las viejas formas con el paso de Marte a Tauro en Enero de 2021 en cuadratura. Estos ciclos no cederán en los saltos vertiginosos que lla energía astral impulsará durante toda esta década.

Nada volverá a la vieja normalidad y tampoco existe una nueva normalidad. Es una nueva era, un nuevo tiempo, una nueva humanidad en donde no tenemos todavía atisbos de lo que será “normal”.

La astrología es una mediación integrativa entre el espacio de símbolos y señales codificadas que nos rodean y el significado que está más allá del entendimiento y la razón, en esa zona sensible que nos permite decodificarlo en resonancia con la vibración de nuestro campo electromagnético personal en interacción continua e infinita con el de todos los demás seres vivos, el de la Tierra y el de cada partícula del universo.

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