/Bendita Seas TV Pública o Tratado sobre Dictaduras y Medios

Bendita Seas TV Pública o Tratado sobre Dictaduras y Medios

Terminaba mi jornada laboral, hacía equilibrio en un bondi lleno de pibes cuyos padres cobran por mandarlos a la escuela, y resonaban en mi mente, cual empedernido bombo de acto partidario, algunos comentarios de respetables colegas.

Indignadísimo él, hombre culto y fiel representante de la clase media mendocina exclamó: -¿En qué país del mundo se utiliza el canal estatal para hacer propaganda partidaria? ¡Esto es digno de una dictadura! Le están llenando la cabeza a la gente por la Televisión Pública. Quieren que todos pensemos como ellos.

Más indignada aún, ella, ex porteña de la City,  nueva rica instalada en su impecable casita de Vistalba agregó: -¿Has visto la bajada de línea que es el Canal Encuentro? ¡Ni hablar de la barbaridad del Fútbol para Todos, pan y circo para un país lleno de ignorantes…!  Es una yegua,  montonera,  soberbia, autoritaria, y se quejaban de los militares…

Vertidos tales conceptos, mi subconsciente quedó rumiando. Hice oídos sordos de los pibes que chivaban y bufaban y me dormí. Soñé cosas raras.

Soñé con la  Utilísimacracia: un país en que la gente sólo mira canales en los que se enseña –sobre todo a las mujeres- a cocinar y a producir manualidades de tipo bricolaje, arte francés, decoupage, decorados con sapos  de masapán, todo en tiempos récords y facilísimo. En la Utilisimacracia, los medios   imponen  la idea de que todos los eventos y festejos deben ir acompañados por un souvenir hecho por dulces y dóciles manos. Toda madre, madrina o tía solterona que rehúya esta tradición es considerada simplemente una mala mujer. Por supuesto detrás de todo esto, están los grupos financieros  internacionales  productores de los insumos necesarios para que las manualidades y souvenirs salgan perfectos. Y también  la Iglesia Católica, aliada de estos grupos, promoviendo cada día más bautismos, comuniones y casamientos y estimulando la competencia entre amistades y familiares intentando lograr el souvenir  más original. En los regímenes utlisimacráticos, los privilegiados son, aparte de los productores y comercializadores de los insumos artísticos, los hombres.  Ellos no colaboran en la confección de las artesanías. Mientras ellas se ocupan de sus asuntos, ellos toman las decisiones verdaderamente importantes. Además de rascarse los huevos. Y comer.

Desperté de mis ensoñaciones porque el bondi casi se queda en un lomo de burro y los pendejos gritaban ordinarieces por la ventana a una divina Tetamanti que tuvo la suerte de pasar por allí. También tenía buen culo. – ¡Culisuelta!-  Gritaban los pavotes.  Bien por ella, pensé y volví a quedarme dormida. Y volví a soñar. Pero ahora con la Tetocracia.

En las tetocracias, los medios sólo transmiten programación relacionada con tetas y culos en amplias variedades: concursos de canto, baile, portfolios, muñecas, etc.  Siempre aclarando que no se exhibe cualquier culo o cualquier teta. La dureza, la turgencia y la  redondez son requisitos básicos.  Si entre pares de tetas se pelean, se gritan y denigran mutuamente, mucho mejor. Si el culo cae desmayado en plena performance, es más atractivo y el acontecimiento será repetido por los programas de televisión  ininterrumpidamente a lo largo del día. Ya lo dijo Marx, siempre hay intereses económicos que sustentan  los regímenes políticos. El Estado es un instrumento de dominación de clase. Y en los estados tetocráticos, la clase dominante  está integrada por los productores y comercializadores  de insumos que embellecen a la mujer: cremas, maquillaje, lencería erótica, masajeadores adelgazantes, spas,  yogurths, quesos diet, calzas de leopardo, camas solares, hawaian tropic,  máquinas para hacer pilates y sobre todo siliconas y botox.  Las tetocracias subsisten mientras pervive en la mentalidad de la gente un principio básico: las mujeres no son personas, son cuerpos perfectos al servicio del show televisivo. De más está decir que la mujer es la clase oprimida en las tetocracias. Mientras ellas hacen sacrificios sobrehumanos para conservar cuerpos perfectos, que se parezcan lo más posible a los que se exhiben por los medios,  los hombres toman el resto de las decisiones importantes. Como de seres humanos se trata, no hay que descartar en las tetocracias el principio de la competencia. Las mujeres compiten entre ellas por lograr tener  los mejores culos y las mejores tetas y los mejores looks, por lo que la mayor parte de sus energías se consume en estos quehaceres, agregando la triste verdad de que ellas son muchas más en cantidad que los hombres, por lo que conseguir un macho al lado que valga la pena se convierte en una misión casi imposible, sumamente desgastante. Ellos lo saben, y se aprovechan de la situación. Este es el pensamiento uniforme que se promueve desde los grupos concentrados de medios: el circo permanente.

Me despertó una mujer mayor que retaba con vehemencia  a un pibito de rulitos. Parece que el inquieto adolescente le pegó sin querer con la mochila en la cara. Acá no termina la cosa porque el guachi no tuvo mejor idea que decirle vieja chota. Lo peor de ser adulto es cuando te das cuenta que los pibes tienen razón, pero ese es tema para otra disertación.  La cuestión es que volví a tener ensoñaciones, en la que una mujer mayor, forrada en guita, despotricaba contra los zurdos mientras se morfaba un canapé de melón acaramelado con lomo de cerdo ahumado. Mirtocracia. Régimen político no considerado por Aristóteles en su “Política”. Tampoco pensó en la granhermanocracia. Grave error del primero que se dio cuenta  que los hombres somos animales políticos. No hay forma de escapar a esto, dijo. El hombre apolítico, para los antiguos griegos, inventores de la democracia –marche el Premio Nobel para Solón y Pericles-  era un estúpido. Un salame. Un gil.  Así de simple.

Llegué a casa. Me saqué los zapatos. Prendí la tele. Me puse a ver la Televisión Pública. Una excelente ficción, un buen programa con Divididos tocando acústico, una entrevista a una directora de escuela, -que no tenía manso culo ni mansas tetas-, un buen noticiero desnudando su propia verdad: somos creadores de opinión pública; una rescatable peli nacional a medianoche. Respiré aliviada. Esta  democracia me hacía pensar.

Nunca la televisión estuvo tan desnuda. Nunca estuvo tan claro quién es quién. Nunca antes se nos había invitado a los ciudadanos a preguntarnos quiénes son los que están detrás de las cosas.

Bah… en realidad durante el menemismo estaba todo re claro también: la televisión pública estaba dirigida por Gerardo Sofovich.


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