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Cosas que nos avergüenzan hacer en las fiestas

Hay cosas que nos da mucha vergüenza hacer en una fiesta, pero que lamentablemente las tenemos que hacer para no quedar como los más parcos y ortivas de todo el recinto. No es que pretendamos ser “los chispita total”, pero tampoco podes sentarte en una mesa y esperar que se hagan las cinco para rajar sin saludar.

Esas situaciones, espantosas por demás, en donde nos toca ponernos en la piel de un “ser divertido”, ubicar “cara de feliz cumpleaños” en nuestro rostro e intentar hacerle creer al cuerpo que “somos muy jodones”, son clásicas y a todos nos dan por el centro de los huevos / ovarios hacer (salvo a escasos dos o tres humanoides, organizadores de estas nefastas situaciones). He aquí la lista de las peorcitas:

Bailar cuando no hay baile previsto

El tío pelotudo se hace el bailarín y en medio de ese cumpleaños de la Nona Estela el muy hijo de Bosnia prende el radiograbador Hitachi, sintoniza la 88.3 FM “cumbia, vino y sol” y arranca con la sesión de aplausos y movimientos avejentados, levantando de las mesas uno a uno los tranquilos comensales, quienes segundos atrás disfrutaban de una charla amena. Luz fuerte, sonido polifónico, cero escavio, no hay levante, nada. El peor baile de tu vida. Rogas morir lentamente.

Fiestas de disfraces

Vamos muchachos… ¡dejemos de mentirnos! A nadie le gustan las fiestas pijas esas. Vestirte de jean y camisa te cuesta, así que el hecho de tener que ponerte a pensar en qué disfraz usar (ni hablar en tener que fabricarlo) te revuelve las tripas. Fiestas incómodas, en donde las lindas y los lindos siempre van con el disfraz justo y los feos si no la rompemos con la producción quedamos como unos giles, en las sombras, bebiendo a sorbitos entre goma espuma y máscaras aquel fernet oxidado que te lleva a Disney. Deseas tomar nafta normal.

Seguirle la onda a un animador

Todo “organizador” de eventos cae mal de por sí. Coordinador de viajes de egresados, relaciones públicas, wedding planner, etc… peor el peor de todos es el “animador de fiestas”. Viene un choto frenético con síndrome de Tourette no reconocido y pretende que todos le sigan la onda. Ves a los “dueños de la fiesta” al palo, poniéndole onda y mirándote con cara de Gran Torino si no te paras a hacer la hola, o el bailecito, o la coreo. Abrumadoramente espantoso.

Hacer el “trencito”

Vos estas bailando tranquilo con tu pareja o desplegando toda una batería de artilugios verbales para intentar levantar, cuando de pronto aparece el tonto borracho falto de cariño infantil a pretender ser el centro de atención de la fiesta y hacer el odioso “trencito bailantero”. Si no te copas quedas como un pelotudo parado solo en medio del salón. Lo peor de todo es cuando esta situación es aprovechada por la “posible víctima” para escapar de tus perdedoras garras. Deseas un accidente ferroviario por favor.

Bailar la canción “somos los piratas”

Flaco… te estas casando. ¿De qué “piratas” me estás hablando? Debo reconocer que tengo algo personal con esa canción, pero me la banqué durante 10 años calladito. Ahora es tiempo de comentar que a la gran mayoría nos tiene las bolas al re plato y encima tener que abrazarte con un montón de losers como vos que tienen menos noche que botella de plástico es demasiado. Es una situación agobiante y “los amigos del novio” tienen que estar en ese scrum de tontolabas.

Hacerle el aguante a tu amiga con el feo

También puede ser a tu amigo con la fea, para ambos casos es igual. Son dos, vos y tu amiga. A ella la viene a sacar a bailar un Adonis perfumado y de pronto ves al Garabito del amigo, suerte de payaso con poca estabilidad ósea para mantenerse en pie. O tu amigo encara a un camión con acoplado y la amiga es una papa atutucada con aliento a pucho sin cena. No podes ser forra/o e irte, o hacerte la boluda, no. Te tenes que quedar un rato, por lo menos hasta que le corten el rostro. Si se la levanta cagaste… pediste la noche.

Hacer “el túnel”

Como si “el tencito” no fuese lo suficientemente deprimente, está algo peor… el túnel. Se da en algunas ocasiones donde varias parejas, por azar o culpa de alguna mente vil, quedan bailando en fila, enfrentados los unos a los otros. Entonces la primera pareja se toma de las manos y las otras van pasando por debajo, hasta formar un túnel, donde la última pareja vuelve a pasar por debajo y así sucesivamente hasta el infinito, o hasta que algún alma caritativa ose terminar ese suplicio. Mientras, el chiste es tocarse el culo (entre mujeres) y el pito (entre varones). Imploro por una avalancha que nos mate a todos.

Tener que repetir “¡viva!” por enésima vez luego de un “¡viva los novios!”

En el momento justo, una vez, a lo sumo dos, cuando en un casamiento alguna persona grita “¡viva los novios!” está lindo, zafa, que el resto acompañe con un vigoroso “¡viva!”. Una vez… dos, listo, punto, basta Bernardo, basta. Pero de ahí a estar toda la recepción y la cena teniendo que acompañar al tarado con complejos patrióticos con un “¡viva!” es desgastante y asqueante. Denle un megáfono al pavo por favor.

Creo que no me estoy olvidando nada más… o me estoy volviendo un viejo choto.

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