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Cuando el corazón no te da tregua y otras maneras de morir

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Podría reclamarle muchas cosas menos que no me haya hecho feliz, porque lo fui. Pasado pisado. No es que esté enojada, creo que jamás lo estuve y por eso no necesito reclamarle nada. Pero nunca supe bien lo que quise así que quizás necesite contárselo a ustedes para que indirectamente lo lea él.

Yo sí sé pedir perdón ¡Lo siento tanto! Nunca tuve suerte en el amor pero creí con toda la inocencia que alguna vez tuve que él era mi suerte, mi trébol de cuatro hojas, una bocanada de aire puro y fresco en una tarde de fuerte zonda. Pensé que era el “te amo para siempre” que nos dijimos cada vez que pudimos y ese fue mi error, creer.

Como podrán deducir no fue todo color de rosas, no es fácil para mí contarles que me fue infiel. Sí, lo fue. Aun a costa de nosotros dos, no le importó nada simplemente me olvidó. Olvidó todo lo que alguna vez lo hizo feliz o tal vez si lo pienso mejor, simplemente haya necesitado ser feliz de otra manera y con otra persona, aunque solo haya sido “por un par de noches” como excusó. Como si eso aliviara mi dolor ¡Ja!

Nunca le revisé el celular, la violación a la intimidad me parece repugnante. No me hizo falta invadirlo ni buscar nada porque jamás desconfié de él, sin embargo las pruebas vinieron a mí. Exactamente me escribió un sábado a la madrugada mientras veía una película abrazada a su mano. Esta chica (no puedo escribir su nombre porque jamás lo supe) me acusó de “cornuda” sin tener consideración por mí que al leer ese mensaje pude sentir cómo moría en mi alma el amor de mi vida.

Era paradójico pensar que quien me secaba las lágrimas en cada pesar hubiera sido capaz de causarme el peor dolor que había sentido en mi vida. De un solo salto me puse de pie y le dí la oportunidad para que me pudiera explicar lo que había leído. Él titubeó tanto antes de esbozar una sola palabra que pude entender todo lo que el silencio puede decir, lo que no quise creer. Me fui de su casa sola a las tres de la mañana y mientras caminaba las quince cuadras que separan su casa de la mía me detuve, me había dado cuenta que no podía llorar. Pensé que nos merecíamos otra oportunidad, así que olvidé mi orgullo o rastro de ego en esa esquina y regresé las cuatro cuadras que había caminado cuando decidí irme.

Lo llamé y tardó unos minutos en salir. Cuando nos vimos lo único que me pudo decir fue que lo sentía, que se había confundido pero que siempre me amó, que todo había sido un error de algunas noches. Y yo estaba ahí para perdonarlo, creo que él lo supo. Pero como sucede en las películas que nos hacen rasguñar las butacas del odio, pasó algo inesperado. Su celular sonó y esta vez quise saber de quién era el mensaje.

La tenía agendada con el nombre de una prima lejana que jamás conocí y mientras me temblaban las manos pude leer una conversación que tuvieron durante los diez minutos que me había ausentado cuando decidí irme de su casa. Eso explica la razón por la que no salió a buscarme como haría alguien que se equivocó pero está arrepentido ¿No?

Le devolví el celular y recuerdo tener la mente en blanco, por primera vez en mi vida no supe qué decir. Él me miró y supo ese era el final, se había terminado todo. Tenía los ojos vidriosos, nunca lo había visto así. Quizás de verdad me amaba pero no nos supo cuidar. Le di un beso eterno en la comisura de los labios y pude sentir que una lágrima recorría su mejilla.

Tenía el corazón a mil y la cabeza no me daba tregua pero esta vez me fui para siempre, caminando lo más lento que un ser humano lo haría a esa hora; y lloraba, quería sacarlo de adentro porque no quería tenerlo más. Por primera vez estaba pensando en mí y no logré conmoverme, había ganado y todavía no me daba cuenta.

Para mí no se había acabado el amor, se había acabado el mundo. Tal vez si algún día lo vuelvo a encontrar en alguna de esas esquinas que nos separan quiera abrazarlo. Pero me conformo con saber que no me va a olvidar y lo entiendo, uno siempre recuerda esos besos donde pudo olvidar todo. Si me puedo permitir algo de soberbia podría desearle mil noches llenas de recuerdos míos y que decida llamarme cuando ya no lo esté esperando, cuando no me haga falta. Pero para mí murió esa noche, él y todas las cosas que me lo recuerdan.

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