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Decile chau a Don Flotador

Se acerca el veranete, empiezan a salir las minifaldas, las musculosas, las ojotitas y la gente empieza a pensar en que tiene que sacar a pasear a  “Don flotador” por la orilla de la pileta y te queres evitar el mal momento de que te confundan con un fotógrafo cuando estas tomando sol (estas lleno de rollos). Así que tiras el control remoto lo mas lejos posible de tu mano, te sacas las pantuflas de peluchito y tomas la iniciativa de empezar el gimnasio.

Es tu primer día, entras y te sentís un poco observada, no sabes si es porque sos lo único con un cuerpo parecido a una mujer o porque tenes una calza que te esta violando de tanto subírtela para evitar esa “separación” que se te hace entre tu intento de cadera y el torso.

Después de haber pasado por ese largo camino lleno de olor a segundo tiempo y de haber pispeado ciertos pantalones llego el momento crucial de el primer día… ¡¡Tu cara de no he movido el tuje desde año nuevo cuando bailaba el meneaito con la abuela mientras descorchaba la novena sidras te deschava totalmente!! Y a lo lejos se escucha esa temida pregunta: ¿Cómo estas de estado físico? Casi como una respuesta programada te sale: Pufff le corro todo. Cuando la verdad es que no corres ni la cortina del baño (te da tanta paja que directamente decidís echarte desodorante, total estas tan al dope que ni transpiras ¿Quién lo va a notar?)

Empezas a hacer el primer ejercicio y te tenes que bancar la cara de los otros giles que te miran haciéndose los copados. Se creen que porque tienen hasta los pezones duros todo el día son winner. Y vos sos la pavota que esta haciendo bicicleta y sin peso (solo para entrar en calor) esperando que vengan con una varita mágica y te toquen las nalgas para tenerlas de nuevo en su lugar.

Vas por el cuarto ejercicio y cuando pasa uno de esos semi mamut salidos de la era de hielo 2 por al lado tuyo y te pregunta si afuera llovía te das cuenta de que transpiras como tetas en corpiño de lana adentro de ese antro de la san martín sur en pleno enero.

De repente te duelen partes del cuerpo que no te acordabas ni que existían y por poco no llevas incrustado en la cola el asiento de la bicicleta fija. Pero va llegando el fin y no todo fue tan malo… Se te iban los ojitos mirando algunos cuerpos esculpidos a mano mientras levantaban pesas con toda su fuerza, pero mirabas para otro lado cuando se daban cuenta de que estabas casi babeando arriba de las colchonetas en tu intento por hacer una serie de abdominales.

Mañana será otro día, no tenes ni ganas de pensar como vas a hacer para subir las escaleras del laburo, te duele hasta pestañear. Te quisiste agachar para levantar el jabón cuando te bañabas y te dio un tirón en el ciático que puteaste a todo el árbol genealógico del pende viejo que se hace el entrenador solo para levantar mujeres (no me gusta utilizar el termino minitas).

Pero dicen que la belleza cuesta… ¡y es verdad! Cuesta mínimo $80 pesos.

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