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El Peronismo y Yo

Podríamos decir que el peronismo llegó inducido a mi temprana infancia, por criarme en un barrio popular. Por nacer en los 90′, cuando la especulativa moda neoliberal cautivaba a las mayorías. O simplemente porque que a un niño, Domingo Perón, le era más fácil de pronunciar que Hipólito Yirigoyen.

Pero no, la cuestión fue sistemática. Mi papa había formado parte de la Juventud Peronista Ortodoxa y cumplía la función de Director de Gobierno en mi niñez. Por ende mi crianza tuvo cierta carencia de Nerverland y Mundo Mágico, pero estuvo saturada de vendimias barriales, actos políticos y fiestas patrias. Sí, la estimulación no era muy divertida, pero comía locro con frecuencia.

En mi etapa de desarrollo cognitivo solía confundir los términos “Mama” con “Evita”, “Gol” con “GOU” y “Almorzar” con “justicia social, independencia económica y soberanía política”. Era una suerte de dislexia populista.

De a poco fui encontrando en mi reciente niño peronista de 8 años un chiste recurrente que siempre funcionaba en las reuniones de grandes. “Viva Perón, viva Evita” decía, y entonces, algún gremialista me regalaba un Conogol.

En mi barrio tenía un amigo, “el mellizo”, que por ser séptimo hijo era beneficiado por la Ley de padrinazgo presidencial. ¡Es decir, que Menem era su tío! Eso fue fatal para el militante personaje que me habitaba. En consecuencia decidí sumar a Juan Domingo Perón, como Abuelo a mi genealogía familiar.

A mis 11, ya me apodaban “peronista” en la escuela de verano y mi viejo pensaba heredarme los cuatros lotes a mí solo y no al resto de mis hermanos.

Años más tarde, en la temprana adolescencia, decidí buscar mi verdadera entidad, movimiento, partido, o como diga. Para entonces corría el año 2003 y el peronismo era el sustantivo y adjetivo de cualquier palabra pública. Era una cosmovisión conflictuada que adhería a todos y todas. Carlos Menem: Peronista, Chacho Álvarez: Peronista, Néstor Kirchner: Peronista, Moria Casan: Peronista. ¡Los últimos cinco presidentes habían sido peronistas!

Me transformé en esos años en un nacional y popular por defecto. Sabía los 15 tips necesarios para defenderme como un “joven con ideales políticos”, pero sinceramente no entendía mucho.

Finalmente mi vida doctrinaria escasamente seria atravesó una barrera tan densa en ideología como en cartelería. La Universidad Nacional de Cuyo. Desde entonces a cada subcategoría peronista se le adherían tres más por agrupación estudiantil.

Casi inevitablemente decidí, junto a un compañero, armar nuestro propio frente para presentarnos en las próximas elecciones por el centro de estudiantes. “La Cafiero”, fue nuestro nombre y se autodesignó como un movimiento de corte neomenemista que establecía tres compromisos claves: La privatización de la universidad, la construcción de un shopping sobre los asentamientos que rodean el campus y la edificación de un McDonald’s sobre el comedor universitario.

En conclusión, el peronismo siempre me sedujo por su gracia popular e intelecto sínico. No sé con certeza si yo lo elegí, o él me eligió a mí. Pero hoy mi soberanía se encuentra en una puja. Los discursos de Macri me hacen reír mucho.

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