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El síndrome del lindo que es un hijo de puta

Vos sos una mina indomable, de hecho, no te dejás seducir por cualquier caballero y mucho menos accedes a un encuentro con el otro género sin tener la certeza de que sobra piel entre los dos y sobretodo hay mucha confianza.

Esta vez pisaste banquina mamita, te enganchaste con un flaco altamente comestible, pero que es un boludo que no entiende la diferencia entre amar y garchar. No es su culpa, nació así.

Pero vos todavía no lo ves, estás tan loca de amor que hasta le entregarías la clave de tu tarjeta de débito al salame que te llama sólo cuando quiere coger. Porque es simple, vos lo amás, estás hasta las manos pero para él, para él sos una más. Ahora te cuento cómo es.

Obtener el número de whatsaap de la persona que te gusta no es algo demasiado difícil en estos tiempos donde fotos íntimas de Ivana Nadal abundan en las redes sociales. Por eso el intercambio de teléfonos con el gurisí que te levanta la temperatura como un fitito en pleno verano, no te pareció mala idea porque de todas formas se iban a hablar por algún otro medio de chat. ¡Qué más da!

Te habla él, obvio, todavía conservás de manera intacta tu dignidad y amor propio, por eso esperaste a que él lo haga. Como buena minita que sos, le respondés simulando no recordar lo rico que estaba y los pibes que le harías. Entonces empiezan una conversación fluida donde te hace creer que estás más buena que la china Suarez (sólo que no te comiste a Nico Cabré ni al chileno rico ese). Y vos, que sos más boluda y no te llega el agua al tanque como los que se tatúan el nombre de sus ex, le creés y comenzás lo que creeme, va a ser la peor amagada que te hayas comido mi adorado tormento.

¡Fin del juego pichona! Porque después de amagarte mil veces para verte, por fin se encuentran, se sacan chispas y te deja en tu casa como si le hubieses prestado tus servicios pero ad honorem ¡gratis, boluda! Y te lo agradeció con un abundante plato de capeletis que pudieron cenar antes de revolcarse hasta en la alfombra donde duerme el perro.

Tiene tu número y como buena gila que sos, soñás con que se arrastre a tus pies tras haber quedado perfectamente enamorado de tu metro sesenta de simpatía y proezas sexuales.

Contraseña inválida mi vida (como Gabi Michetti), error, decí al piste mi adorada y crédula muchachita, eso no va a pasar ni en cinco lustros. ¿Sabés por qué? Porque lo que quería con vos, mejor dicho de vos, ya lo tuvo y más fácil de lo que le apostó a los lastres de sus amigos. Y ¿sabés por qué más? Porque sos y fuiste una más, aunque vos lo hayas sentido único e irrepetible. El flaco se sabe más rico que coger sin forro y vos se lo confirmaste cada vez que le respondías al segundo y medio cada mensaje de whatsaap.

Se te pasan los días lentos mirando diario de una pasión (porque le entrás al masoquismo como rengo a la muleta) mientras te querés pegar dos tiros en las tetas por estar enganchada como quinceañera de un flaco que no aparece y encima se da el lujo de darle “me gusta” a tus estados directamente indirectos en Facebook, que claramente son para él.

Cambiás los estados de whatsaap y la foto de perfil cada media hora para que te registre pero no hay caso. Tenés tatuada la ele de Loser desde el momento en que te dejaste desprender el corpiño por un salame que no te amaba más de lo que se ama a él mismo y que incluso es probable que se autosatisfaga mirándose al espejo ¡porque ante todo lo pelotudo!

Cuando pasa un tiempo prudencial y sos consciente de que el tipo no te va a hablar a menos que quiera pedirte el número del flaquito del delivery al que le pidieron los capeletis la otra noche. Bajás la cabeza, te metés el orgullo en el coliflor y le escribís. Ojo, tenés claro que no querés parecer desesperada ni que él note que te dejó más loca de lo que estabas, por eso le escribís un “hola, ¿cómo estás?” que nunca falla… ¡Hasta ahora! Esas dos tildes azules se te clavan como dos puñales en los ojos y para ese instante no te queda ni un gamo de dignidad. Por eso le escribís reclamándole el visto y te responde “me colgué” para no aceptar que es un digno hijo de puta y que lo seguirá siendo mientras existan bestias como vos que le creen que te quiere para algo más que no sea hundirte el titánic.

Después de eso eliminás su número y lo dejás de seguir por todas las redes que lo hacías. Sos boluda pero por suerte se te acabaron las pilas y volviste al mundo real donde los soretes se enganchan con minas hijas de puta y los buenos, con boludas como vos que prefieren a los hijos de puta. Pero te das cuenta de lo siguiente:

«Los errores no se eligen» LAS BOOOOLAS, nos encanta ser boludas y si el error está bueno, más todavía. Dejen de mentirse a ustedes mismas y acepten que nos encantan los tipos hijos de puta y que nunca les creemos que somos lo mejor que les pasó en su vida porque:

1- No somos comida.

2- No tenemos guita.

3- Son unos conchudos siempre, no importa las tetas que tengas.

4- Siempre hay algún culo que le va a gustar más que el tuyo. Aunque tenga más baches que las calles de Guaymallén.

Ay me va a dar algo, traeme clonazepam.

En fin, yo las amo y las banco pero no cuando son más fáciles que asepxia. Se van calmando. #NiUnaHisteriqueadaMásPorFavor.

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