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Exquisiteces de la Mujer Franquista

Ante la presión del Dr. Bomur y del Club de Fans, tengo que escribir algo, pero desde hace meses tengo mas problemas que un Manual Kapeluz de 6to grado, así que será un refrito nomás, pero no por ser refrito es menos certero.

Años estuvimos todos expuestos a la propaganda mediática que nos convenció sin lugar a dudas que todo lo relacionado con la Dictadura Franquista era reprobable, si bien no me gustan las tiranías de ningún signo, desprecio tanto a Fidel Castro como a Pinochet, en este caso podría perdonarles algunos detalles, la estética con que el régimen franquista desarrolló el tema de “La Mujer” es insuperable, deliciosa, gozosa.

Mucho mas ahora, en tiempos de Alexandras Rampollas y Ricardos Arjonas y Revistas Cosmopolitan que han logrado que las reinas vendimiales sean “hot” o que gente seria como la Srta. Di Pietro haga una oda a la paja o la Dra Lí, crea que puede picudear a diestra y siniestra sin haber aprendido en la calle aquello de “lo que se dice con el pico se sostiene con el cuero”, obviamente no lo aprendieron, ni lo aprenderá nunca porque son minas y cuentan con la impunidad esa que hace que no les enseñen, como a nosotros, con el Método Manual. Cuando las cosas eran como deben ser, la instrucción a las féminas era esta que veremos, puede gustarles o no, pero, como dije antes, la estética es superior y como dice mi amigo, al final de cuentas, toda cuestión es una cuestión estética.

Veamos pues un resumen de cómo se educaba a la mujer en esa España:

«La mujer sensual tiene los ojos hundidos, las mejillas descoloridas, transparentes las orejas, apuntada la barbilla, seca la boca, sudorosas las manos, quebrado el talle, inseguro el paso y triste todo su ser. Espiritualmente, el entendimiento se oscurece, se hace tardo a la reflexión: la voluntad pierde el dominio de sus actos y es como una barquilla a merced de las olas: la memoria se entumece. Sólo la imaginación permanece activa, para du daño, con la representación de imágenes lascivas, que la llenan totalmente. De la mujer sensual no se ha de esperar trabajo serio, idea grave, labor fecunda, sentimiento limpio, ternura acogedora» (Revista de la Sección Femenina, 1945).


«En cuanto respecta a la posibilidad de relaciones íntimas con tu marido, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: si él siente la necesidad de dormir, que sea así no le presiones o estimules la intimidad. Si tu marido sugiera la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es siempre más importante que la de una mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar. Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes». (Revista de la Sección Femenina, 1958).

«A través de toda la vida, la misión de la mujer es servir. Cuando Dios hizo el primer hombre, pensó: No es bueno que el hombre esté solo. Y formó la mujer, para su ayuda y compañía, y para que sirviera de madre. La primera idea de Dios fue el hombre. Pensó en la mujer después, como un complemento necesario, esto es, como algo útil». (Formación Político-Social del primer curso de Bachillerato, 1963).

«La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular -o disimular- no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse. La dependencia voluntaria, la ofrenda de todos los minutos, de todos los deseos y las ilusiones, es el estado más hermoso, porque es la absorción de todos los malos gérmenes -vanidad, egoísmo, frivolidades- por el amor». (’Medina’, revista de la Sección Femenina, 13 de agosto de 1944)

«Una mujer que tenga que atender a las faenas domésticas con toda regularidad, tiene ocasión de hacer tanta gimnasia como no lo hará nunca, verdaderamente, si trabajase fuera de su casa. Solamente la limpieza y abrillantado de los pavimentos constituye un ejemplo muy eficaz, y si se piensa en los movimientos que son necesarios para quitar el polvo de los sitios altos, limpiar los cristales, sacudir los trajes, se darán cuenta que se realizan tantos movimientos de cultura física que, aun cuando no tiene como finalidad la estética del cuerpo, son igualmente eficaces precisamente para este fin» (Economía doméstica para Bachillerato, Comercio y Magisterio, 1968).


«Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho» (Pilar Primo de Rivera, 1942).

«Cuando estéis casadas, pondréis en la tarjeta vuestro nombre propio, vuestro primer apellido y después la partícula «de», seguida del apellido de vuestro marido. Así: Carmen García de Marín. En España se dice de Durán o de Peláez. Esta fórmula es agradable, puesto que no perdemos la personalidad, sino que somos Carmen García, que pertenece al señor Marín, o sea, Carmen García de Marín». (Economía doméstica para Bachillerato, Comercio y Magisterio, 1968).

Es un imperdonable error la negación al esposo del débito conyugal. La mujer no debe, bajo ningún pretexto, negar a su marido lo que le pertenece. Muchas mujeres que se lamentan de las infidelidades de sus esposos no quieren darse cuenta de que fueron ellas las culpables de la traición por no haber conocido a tiempo la enorme trascendencia del consejo que antecede. (Dr. Núñez. Antes de que te cases. 1946).

«No hay que tomar el deporte como pretexto para llevar trajes escandalosos. Podemos lucir nuestra habilidad deportiva, pero no que estas habilidades sirvan para que hagamos exhibiciones indecentes. Tampoco tenemos que tomar el deporte como pretexto para independizarnos de la familia, ni para ninguna libertad, contraria a las buenas costumbres» (Economía doméstica para Bachillerato, Comercio y Magisterio, 1968).


Que las comidas estén dispuestas a tiempo, a la hora que el señor las ha pedido. Puede tener un cita de negocios, una reunión. Si no hay nada preparado a la vuelta, ya se comprende su descontento, su impaciencia. De ahí a las escenas no hay más que un paso que pronto se franquea. Trata de cocinar bien. Los buenos maridos tienen fama de buen apetito. En todo caso, si todas las noches hay charcutería, y cada dos o tres días el mismo menú estereotipado, su humor se resentirá. (ANGEL DEL HOGAR, La intimidad conyugal, 1949).

El hombre busca en la mujer precisamente las cualidades que él por su naturaleza no posee. Busca femineidad, dulzura, delicadeza. Mujer-hombre, no la quiere. Para hombre se basta él. Cuando pedimos café, queremos que se nos sirva café puro, sin mixtificaciones, es decir, café-café. Esas chicas que con sus modales recuerdan a casi un hombre, llamarán tal vez la atención, arrancarán algún piropo a los tontos y a los frescos, pero al chico recto y bien formado eso no le gusta.(JORGE LORING, jesuita. Para salvarte (ellas), 1963)

El organismo de las mujeres está puesto al servicio de una matriz; el organismo del hombre se dispone para el servicio de un cerebro. (FEDERICO ARVESU, médico y jesuita.La virilidad y sus fundamentos sexuales. 1962)

En cierta edad, ya no muy pequeñas, adivinan que su ansia de maternidad -porque toda mujer ha nacido para ser madre- no puede realizarse sino con la cooperación del varón. Por eso sienten necesidad de relacionarse con el otro sexo. Y ¿dónde mejor que en el baile?. El joven la solicita y ella -la dama- se siente complacida entregándose a él. (VICENTE HERNÁNDEZ GARCÍA, El baile,1952 )


Los primeros juguetes de las niñas han de ser las muñecas o cosas parecidas, en conformidad con sus fines ulteriores. Por donde se lleve el agua, por allí corre; y el agua es la conciencia de las niñas en sus primeros años; que corra por sus cauces propios y femeninos. (ANTONIO GARCÍA FIGAR, dominico. Por una mujer mejor, 1952.)

La mujer es la que tiene que llevar la iniciativa en esta táctica del ceder. Constitucionalmente presenta menos dificultad física y psicológicamente de ordinario Dios la ha dotado de una inmensa capacidad de aguante. Después, el hombre, conseguida esa victoria o seudovictoria inicial, más fácilmente cede y aun se da por derrotado. La discreta dulzura femenina puede completar brillantemente la victoria, pero sin la humillación del hombre. (PADRE DAVID MESENGUER Y MURCIA, Matrimonio, 1954).

La actitud íntima de la especie humana es la posición horizontal, es decir, aquélla en que el hombre se sitúa delicadamente sobre la mujer (…). La posición vertical, o sea, de pie, no puede ser más peligrosa, pues expone al hombre a graves accidentes, por ejemplo, a la parálisis de las piernas. Y cuando la mujer ocupa el sitio de su marido el acto conyugal no se cumple como debiera. (M. IGLESIAS, Problemas Conyugales, 1954).

Si por casualidad vuestro marido sale alguna vez y, por casualidad, está a punto de cerrar la puerta sin deciros adónde se va, no os creáis autorizadas a exigirle que os diga lo que va ha hacer. (DOCTOR CARNOT, El Libro del Joven, 1965).

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