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Fondo Monetario Internacional: el as de espadas del gobierno

Además del ajuste “requetegradualista” donde usted ciudadano va perdiendo de a poco: a la alegría de trabajar la va cambiando  por el instinto de supervivencia,  a la planificación de las vacaciones de fin de año la cambia por la planificación de llenar el tanque; de la liberación de esos impuestos “mala-onda” a las exportaciones y a las grandes fortunas, y  la maravillosa adrenalina de no saber qué va a ser de uno a fin de año; ahora tenemos el honor y la dicha de volver a trabar relaciones con el FMI.

Claro. Lo que pasa es que luego de 2 años de pedir, pedir y pedir plata, no haber señales claras de reactivación económica, y sí señales de desinversión y fuga de capitales, ya no es tan fácil seguir pasando la gorra alegremente por todas partes. Ahora queda manguear a ese prestamista que no hace preguntas, pero te manda los muchachos densos a cobrarte. Ese al que recurrís cuando tenés las tarjetas en rojo, ya te gastaste el adelanto del sueldo y te olvidaste del cumple de tu hijo o sobrino y no podés patearle el regalito para adelante… y bue…

El FMI es ese que te presta pero se asegura de que vas a ahorrar lo suficiente para pagarle. Sería como un prestamista que vaya a tu casa, mire todo lo que tenés y te haga firmar un acuerdo donde te comprometés a dejar de pagar el cable, bajarte de plan de la obra social, no comprarte ropa de marca, vender un par de televisores y no usar el aire acondicionado.  Pero más exactamente sería como si el chabón odiara a los niños o los considerara menos importantes y todos los recortes fueran para ellos. Que usen ropa usada, nada de juguetes, el colegio público del barrio para no gastar en cuota ni transporte, nada de club ni actividades, cuadernos gloria y lápices chinos para la escuela. Que coman tostadas con margarina, pero vos y tu pareja pueden seguir con el club, el spa, comer con champagne e irse de vacaciones mientras no lleven a los chicos.

Parece loco, pero es lo que pasa. Las condiciones del FMI nunca pasan por cobrar retenciones o cualquier tipo de impuesto progresivo. Nunca los ajustes se piden para los que más tienen, para nada. Siempre es para el trabajador, o como le llama el gabinete, “el boludo paganini”. Y más especialmente a los que no tienen armas para protestar, como los jubilados. Jubilados que hasta hace unos años pagaban sus impuestos como todos los laburantes, movían la economía, y a los que se les retenía una parte del sueldo para poder cobrarla más adelante. Y ahora les dicen: laburaste 30 años, guardaste plata 30 años, sorry, la necesito para pagarle el doble a mi primo que me va a construir una súper autopista en La Pampa(o el camino largo: necesito pagar los intereses de deuda que tomé e invertí en infraestructura con licitaciones sospechosas y mano de obra precarizada a la que no pago aportes por lo que sigo desfinanciando la caja de jubilaciones). La necesito para pagar el sueldo a los 1500 amigos y familiares que metí en múltiples secretarías y subsecretarías inventadas, como a la fonoaudióloga que atiende al Presidente, que fue nombrada ayer en el boletín oficial como Directora-de-Gestión Comunicacional-de-la-Dirección-General-de-Discurso-de-la-Subsecretaría-de-Comunicación-Presidencial-de-la-Secretaría-General-de-Presidencia (parece que la consulta era muy cara para pagarla de su bolsillo), además de 8700 contrataciones directas a amigos dueños de consultoras truchas, y los cientos de millones de pauta publicitaria a Vila y Magneto para que no nos maten y sigan transmitiendo tranquilidad.

Además de los jubilados, los ajustes más comunes incluyen baja de salarios de empleados públicos (los que actúan como termómetro, lo que suba el salario del público, lo subirá el privado y lo mismo si bajan), baja o eliminación de subsidios, suba de impuestos a la masa trabajadora, y si todo eso no alcanza, recortes en salud, educación, seguridad, o lo que haga falta.

Lo más gracioso de todo es que el Gobierno ASPIRA a un préstamo del FMI. Está difícil. Todos estos ajustes no van a ser fáciles de llevar a cabo. No porque les duela o les cueste tachar una hoja con un numerito. Sino porque la población, los boludos paganinis, tienen un límite. Y ya sienten el dedo metido en el orto hace un tiempo.

Lo bueno, para la tranquilidad de todos, es que tienen asesores estrella para que las cosas pasen en forma natural, que fluyan cual dinero en cuentas offshore, y son: Cavallo, el simpático exministro de Economía que lloraba por tele cuando veía jubilados decir que no comían mientras los bancos se llevaban millones y millones en comisiones, bonos, etc; y la Pato Bullrich General de la República, que en tiempos de Alianza supo ser Ministra de Trabajo y de Seguridad Social, recortando a su paso sueldos y jubilaciones con su varita mágica y su carita de hormigón fraguado.

Pero no hay que ser apocalíptico. Mejor veamos qué dicen los diarios sobre estos acuerdos:

¡Ups! Son del 2000 y 1998. Mala mía. Bueno, igualmente, si todo salió bien entonces, por qué no ahora. ¿Cierto?

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