/Humedad, el peor enemigo del mendocino promedio

Humedad, el peor enemigo del mendocino promedio

La semana pasada padecimos una epidemia que atacó a todos los mendocinos: la humedad. Este fenómeno climático está presente en todos lados, pero en nuestra provincia es donde más se sufre a nivel mundial, según los estudios realizados en la Universidad de Montecomán el pasado 27 de Agosto.

La humedad le cambia drásticamente el humor al mendocino. La mañana arranca con telas pegadas a tu entrepierna, enroscado como una larva humana en un paño húmedo que resultan ser tus sábanas. Tu cuerpo parece pintado por un rociador de sudor grasiento y salado. Te miras al espejo, entre que tenes la cara como una ensalada de frutas, con un ojo por acá, otro por allá, todo revuelto, la nariz torcida y la boca hecha pasto, el brillo y la grasitud resaltan infames. Decidis bañarte.

Salis de la ducha y te queda el pelo corte afro, erizado y electrizado, como un copo de azúcar de esos que venden en el parque los jipis. No hay secador, ni plancha, ni gel que ayuden a desenmarañar tremendo laberinto capilar. Te lavas la cara con jabón de azufre, cosa de intentar prolongar el efecto seco del cutis… no hay caso. Llegas al laburo/facultad y parece que te tiznaron con un Mantecol la jeta. Brillante como modelo en plena playa. Sos el Rayito de Sol humano, el Hawaiian tropic cuyano.

La mañana se hace insoportable, el sol pega “con de todo” y evapora los charquitos de agua de la lluvia pasada. En la oficina se escuchan los bufidos de tus compañeros cual manada de búfalos cansados. Todos tienen cara de agobio. No hay axila que no esté decorada con escrachos de humedad. El clima buchonea a los gorditos, marcándoles líneas horizontales de agua en el abdomen, producidas por esos legendarios e imbatibles canelones abdominales. La ropa se pega a las sillas. El sudor corre por tu espalda y sigue su curso como un río maldito, bañando la unión entre cachete y cachete del culo. Se te moja todo y vas caminando como si una bolsa de arena y caca hubiese estallado en tu ropa interior. Te sentís un bebe con el pañal cagado.

Encima te resfrias seguro, ya que entre el aire de la oficina, el calor de la vereda, el aire del auto, el calor de la calle, el aire de tu casa, el calor del pavimento y mil cambios climáticos en un mismo día hacen estallar tu sistema inmunológico. Así que ahí andas como un enólogo en marzo, con la nariz colorada como culo de mandril. Sufrís toda la jornada laboral con olor a mecánico, entre la grasa y el chivo. Tenes que comer frugal para no indigestarte porque si encima le sumas dolor estomacal es preferible morir siendo torturado por un oriental.

Llegas a tu casa reventado, idiota, empapado. La ropa parece de neoprene, tenes que pedirle ayuda a tu familia para sacarte esa camisa adherida al cuerpo. Los pantalones están hechos sopa y la ropa interior parece meada. Te volves a bañar, salis en cuero y con los cortos de Boca del 86 a regar un poco la vereda y la calle como para que baje la temperatura. El calor afloja, pero la humedad, cual tigre acechando a su presa, sigue ahí para cagarte la vida.

La tarde te ahoga, no podes hacer nada porque ya tenes nuevamente la piel resbalosa, como recién enjabonada. Las comisuras de la boca y la nariz parecen pintadas al óleo, nuevamente el culo te baila como si tuvieses espuma entre los cachetes. No tenes ganas de hacer nada, más que sentarte abajo del aire acondicionado, el cual a esta altura de la vida se ha hecho imprescindible en la familia mendocina, como tener una cocina o una heladera.

Está entrando el sol y la humedad no afloja, estas abatido y resbaloso como bulón de rulemán. Has abierto todas las ventanas de la casa y sin embargo no hay fresca que te calme. Te bañas por tercera vez y te vas a dormir mojado, con el ventilador al palo, corriendo el riesgo de mañana levantarte con pulmonía, todo te chupa un huevo. Encima esta semana anuncian que la humedad vuelve, maldita pandemia.

No hay nada en el mundo que ponga más idiota a un menduco que esta cagada de clima, así que paz y paciencia que hay cosas peores, como ser radical, por ejemplo.

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