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Los cuentos del Testigo: La mediocridad de los reyes

Los problemas de mi cultura y sociedad empeoran con el tiempo. Se vuelve más adicta a lo superfluo y se olvida de la vida, se olvida de todo, de la historia y las bondades de la tierra. Nos hemos olvidado de los libros y de sonreír, de esperar sentados en la puerta de casa con un mate en la mano a que la noche nos llegue. Hemos olvidado las andanzas juveniles y de escalar árboles. Nos enseñaron desde chicos que toda reja es buena para evitar que entre un señor malo a casa. Que todo señor malo es malo por ser desconocido y porque vive en un barrio pobre. Pobre aquel que no tiene mucha plata, se convierte en malo, porque así lo quiso la construcción social imperante.

El tiempo corre. Mientras ese tiempo corre unos trabajan, otros caminan, viven, conspiran, planean su día, aman, odian, son humanos en todos sus actos. Están también aquellos que son más humanos y les gusta jugar con armas, no les gusta que estés distraído y te disparan por la espalda porque tal vez tu billetera tiene un billete de cien pesos, o porque sacaste tus ahorros. No está permitido ahorrar, no está permitido planear a futuro, no está permitido amar. Parece que no se puede tener una familiar sin un muerto en nombre del Estado, para que las cámaras lo filmen y algún periodista se vea obligado a titular “hombre es asesinado a sangre fría por dos delincuentes”.

Todo es sangre desde que somos humanidad. Toda organización social lleva su insignia violenta. ¿Dónde quedaron las ideas de la modernidad? Tan solo en las bibliotecas y en la ilusión de mis sueños, que noche tras noche, me traen un recuerdo que no existe, de ventanas abiertas, de amigos en el barrio, de amores en el zaguán, de vos, de nosotros, de todos los muertos que siguen vivos en mí.

Pero no hay que olvidar que los que vivimos y somos ciudadanos de la República Argentina somos los que hacemos el Estado, y este Estado no le pertenece a un presidente, a una persona cualquiera, le pertenece a la nación argentina: NOSOTROS. Podemos cambiar nuestra realidad cuando juntos, ante lo infinito del universo, digamos basta.

Fuente de la imagen: http://koffi1948.blogspot.com.ar/2011/01/el-anacoreta-y-el-hombre-perfecto-pero.html

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