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A los mendocinos no hay poronga que les venga bien

Hace dos años que me invitan a los espectáculos por el Día de la Primavera que se hacen en General Alvear, no es mi intención hacer propaganda política, porque son financiados por la municipalidad, lo que hace que las entradas sean baratas y supongo que con suerte salen hechos con los gastos, pero hay que valorar la iniciativa.

Aunque el año pasado, tocaba “Ciro y los Persas” se dió el robo de celulares por la inexperiencia de algunos asistentes que los dejaron un poco a mano en sus bolsillos, por lo demás dió en perfecto orden, con muchas familias y seguridad. Como era de esperarse faltó apoyo a las bandas soporte, que eran locales: Sátiro Jeek, Terapia, La Curandera, Do Acorde y Vieja Cepa. Pero por lo demás, la noche del sábado fue impecable, mucha más gente que el año anterior, seguridad, familias, turistas y por supuesto Divididos hizo despertar, por unas horas al menos, al dormido y apático público mendocino.

Pasando de esta rarísima excepción, bien dice el dicho que “gustos son gustos dijo una vieja y se metió un palo en el c….le hecho dulce de leche al locro”, el problema es cuando no hay poronga que les venga bien. Es sabido que poner cualquier tipo de emprendimiento en Mendoza es un riesgo que pocos se animan a correr.

¿Por qué? Porque si caíste bien y pegó no importa si das caca para comer, si es una mugre, la música un asco, la gente sigue yendo hasta que años después se ponga algo nuevo de moda y te repudien completamente (hola Chapanay City), pero si caíste mal a las dos semanas estas muerto, por más bien que quieras hacer las cosas ya se corrió la bola.

Mendoza tiene esa cuestión de amor/odio, realmente un poco irracional como todos los sentimientos, que se transmite a todo lo demás, por ejemplo un evento. La gente se vive quejando de que no hay nada para hacer, pero cuando hay no va, por una cantidad absurda de excusas, arrancando por tener que pagar para entrar, cualquier monto que quieras poner para el ingreso ya te frena la mitad de la audiencia, a eso se suma la distancia, les gusta que sea al frente de la casa y en lo posible que lo lleven a cococho hasta su asiento, que este todo barato adentro, si son artistas locales no van porque seguro son una cagada pero si son de afuera son los primeros en quererse sacar una foto aunque sea un mamerto (y publicarla en todos lados), y así infinitamente.

Está bien, no a todos nos gusta todos, pero a veces hay que probar, hacer el aguante, tal vez a mí me toque la fibra personal de hacer el aguante porque escribo para ustedes y me gusta que me lean, tipo esa frase de “Trata a los demás como quieres que te traten”, pero no creo que sea una cuestión de altruismo meramente el problema de nuestra provincia.

Más de una vez artistas han manifestado lo “especial” del público mendocino, como en una entrevista que le dió Charly a Susana, luego de su famoso chapuzón del octavo piso a una pileta en un hotel local. La diva acotó “parecía que la pileta no estaba muy llena” a lo que el músico respondió “en Mendoza no llenan nada”. También he escuchado a aquellos que hacen humor decir que somos un público difícil, hasta personalmente he podido comparar el fervor y emoción que hace famoso al público argentino en el exterior y creo que llegué a la raíz del problema…ellos van a disfrutar.

La energía se transmite, cuando todos saltan, dan ganas de saltar, cuando todos cantan, dan ganas de gritar, pero si todos estamos esperando que el otro lo haga, si no quiero quedar ridículo, si estoy pendiente del que dirán, careteando que no la quiero pasar bien, aparte de ser un pelotudo somos un embole. Eso es lo que veo en nuestra provincia, esperamos que la manada apruebe, para sumarnos, nunca queremos quedar afuera, siempre ser parte aunque del todo no nos parezca.

Si intentáramos más seguido asomar la cabeza de entremedio de la multitud, en la que nos gusta entremezclarnos y mimetizarnos, si fuéramos a dónde nos tratan bien no donde van todos como manada, si de vez en cuando apoyáramos lo que se hace acá antes de salir a chupar las medias a todo lo que viene de afuera (incluyo a Starbucks y McDonald’s que me parecen las mecas del caretaje mendocino), si nos arriesgáramos a intentar valorar a los artistas locales y no solo los de Buenos Aires, aunque nos comiéramos varios sapos, a veces nos llevaríamos una grata sorpresa, crecería nuestra identidad cultural y dejaríamos de ser una provincia tan aburridamente careta. Bue…y ya que pido boludeces también quiero un unicornio rosa.