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Mis sandalias franciscanas

Hace unos días recibí un regalo de cumpleaños, era una caja de zapatos, se notaba a través de la envoltura ¡genial! fue mi primera expresión, con lo bien que me vienen unas Converce.

Sin embargo, abro el regalo y me encuentro con unas sandalias franciscanas, pero no de esas ojotas de cuero, modernas, eran las de san francisco, las verdaderas franciscanas. Seguí buscando en el fondo de la caja y en la envoltura haber si había otra cosa, pero no, las sandalias eran el regalo. Pienso un segundo, y confirmo que no, el día de los inocentes claramente no es, es mi cumpleaños. Con un indisimulable gesto de desagrado, agaché mi cabeza e hice tanta fuerza hasta que me salió una sonrisa y dije- huuu que bueno, gracias, justo lo que necesitaba.

Las sandalias yacían en su caja, en el piso de mi habitación. Estuvieron allí largos días, todavía oliendo a nuevo, y sin usar. Cada vez que les prestaba atención pensaba en mis adentros ¿tanta cara de boludo tengo para usarlas? ¿Alguien me quiere dar un mensaje? Desde que tengo uso de razón, no he visto a nadie menor de treinta años usar las franciscanas, creo que nadie entró a un negocio aunque sea para averiguar por ellas, me parecen espantosas. Tal vez pensaron que soy un boy scout pensé, todo porque se prender fuego y me ubico con los puntos cardinales. Navaja no tengo, y las bermuditas cargo marrones que van arriba de las rodillas tampoco. Se que esas sandalias escondían un mensaje, pero no lo podía descifrar.

Un día llegando tarde a casa, debía de salir volando a comprar a un kiosco a dos cuadras antes de que cerrara. Me cambié la ropa de trabajo, y no tenía nada más que a mano una chomba, un shorcito y las franciscanas. Dude un segundo, ¿y si voy descalzo? No, puedo pisar un vidrio, entonces me las puse.

La primera sensación cuando me paré de la cama fue sentirme virgen otra vez, sentí como si no hubiera visto una teta en mi vida, no sabía si ir al kiosco o a comprarme un libro de Harry Potter. Me sentí Rafa Gorgori.

Tomando caminos alternativos, para pasar desapercibido empecé la travesía, solo eran dos cuadras, que podía pasar. Cruzo un par de pibes en patineta, me siento observado, entonces empecé a tararear una canción de la Renga para disimular un poco, siguieron sin decir nada, zafé. Faltaba solo media cuadra para llegar, no podía volver, ya casi estaba a salvo, cuando me cruzo una mujer de unos 50 años y al verme me pregunta

– Disculpame ¿a qué hora empieza la misa? ¿Vas para la parroquia no?

Atónito y sin emitir sonido por unos segundos

– No señora, no soy de acá – la señora insiste -¿Vos no das confirmación?

Faltando el respeto murmuro que no y sigo mi camino. Me sentí mas virgen todavía, no podía ni pisar una cucaracha con las sandalias, hasta me sentía libre de pecado.

Llego a mi casa, corro hacia mi habitación y me las saco casi de una maniobra. Enciendo mi computadora e inmediatamente googleo Sandalias Franciscanas, ¡bingo! De origen religioso, san francisco las usó durante toda su vida, y de allí en más se había hecho común para los eclesiásticos como para un jugador de fútbol los botines.

Inmediatamente abro mi correo electrónico y envío un mail en cadena a todos los que habían concurrido a mi cumpleaños.

Querida familia, amigos y demás:

Les agradezco infinitamente que hayan venido a mi cumpleaños, la verdad que son gente muy querida por mi. Ustedes saben como soy, y lo que soy, así que espero tenerlos de nuevo el año que viene en mi cumpleaños. Pero antes quiero darles un consejo, si quieren seguir viviendo por favor ni se les ocurra regalarme una túnica, una Biblia o algo similar, porque les juro que les acorto el camino al cielo.

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