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¿Nobel prize o Nobel price? (paradoja del Nobel)

Pensar que Nobel murió con tanta culpa porque sus inventos ayudaron a desarrollar armas de destrucción masiva que donó la mayoría de su fortuna a una fundación que premiara descubrimientos para salvar vidas, para enaltecer la cultura y para fomentar la paz. Pensar que hasta hace unos años había logrado atenuar en parte su gran culpa en la matanza de tantas personas y la destrucción de tantos bienes.

Pero ahora el fantasma de la paradoja vuelve. El Nobel 2009 de la Paz, el señor Obama, presidente del país del Norte, recibió un hermoso Nobel de la Paz para lucir ante las cámaras, por su chamuyo pacífico, de igualdad e inclusión social. Todos nos quedamos con cara de yuyo, me imagino que él también. Quizá el Comité Nobel quiso estimular en tan prometedor personaje un orgullo no merecido pero digno de intentar merecer. Quizá quisieron darle dinero porque lo vieron morochito y pensaron que era pobre.

Igualmente debieron prever la deshonra que el Nobel iba a sufrir en las manos del emperador posmoderno. Es como darle el Premio de La Pera de Oro al Rey de los Olmos: algo tan ingenuo que no parece de buena fe, más bien parece una cuestión de marketing. Es como decirle al pueblo norteamericano (porque el resto de la humanidad no se traga semejante bolazo): toda la matanza que sistemáticamente ejercemos sobre otros países es en nombre de la libertad y la paz mundial, cállese la boca y pague sus impuestos.

Como todos sabemos, los tres negocios más rentables del mundo son las drogas, las armas y la trata de personas. Y aunque las drogas (remedios, vacunas, psicofármacos) y la trata de personas (mano de obra casi regalada) se las ingenian para seguir vigentes en el mercado formal, las armas no han encontrado cabida en el mundo pacífico y diplomático que todos queremos. Podemos dar revólveres a la policía, pero ¿qué coño hacemos con las bombas atómicas y el napalm guardado en enormes bóvedas, con los submarinos, los tomahawks, los quinientos mil tanques que se amohosan en los galpones? Una de esas bombitas de hidrógeno debe valer mucho más que todas las vacunas vendidas a todos los países del mundo durante varios años.

La verdad de la milanesa es que, por más ínfulas pacifistas que este hombre haya abrazado en algún momento de su vida, es un títere más de la maquinaria neoliberal salvaje que maneja este mundo. Y es mucho más fácil ponerle cara de piedra al mundo entero diciendo que la guerra trae la paz, que decirle al monopolio armamentista que su negocio ya no es viable, que se metan los misiles, submarinos y portaaviones en el mismísimo culo, y que se dediquen a levantar quiniela. Al fin y al cabo es gente que no se anda con chiquitas. Y que para ganar los miles de millones, billones y trillones de dólares que ganan, necesitan la guerra. “Bueno, matamos gente, pero producimos mucho trabajo para los hombres libres de buena voluntad que habita en Sacrosanto suelo norteamericano”. ¡Alabados sean!

Ahora pongámonos un segundo en la piel de los pobres sirios (que son los que la sufren ahora). Están en plena guerra civil, en un momento de mierda donde todas las horas pueden ser la última de su vida. Y encima la alternativa es que en vez de matarte un vecino, vengan miles de yanquis a sacarte la comida, destruir lo que queda en pie, matarte a vos y también a tu vecino y saquear tu economía, condenando a tus hijos y tus nietos a pagar con pobreza, desocupación, hambre, deuda externa. Porque primero te destruyen, pero después te prestan plata para reconstruir y los buitres te compran parte de la deuda con lo que se enriquecen por todos los lados posibles, privados y públicos. Redondito el asunto.

 Me imagino qué hubiera sido de este país si los héroes yanquis hubieran decidido “intervenir” cuando nos debatíamos entre bombardeos montoneros y secuestros oficiales. En este momento estaríamos viviendo entre ruinas y miseria, limpiando la mugre de nuestros colonizadores como ciudadanos de segunda en nuestra propia tierra. Todo por su estrambótica teoría, muy conveniente, de: matamos a los intolerantes que piensan de otra manera. Seríamos un triste ejemplo más de la paradoja de Nobel: que a partir de la dinamita hizo su fortuna, y con su fortuna un premio para la Paz. Pero desde el 2009, Nobel siguió haciendo dinamita, a partir de su propio premio.

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