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Peripecias de mi Luna de Miel

Bien, como algunos saben, a fines de Febrero me case, la luna de miel es el motivo de mi ausencia esta más de primer quincena de Marzo. Mi luna de miel tuvo todo lo lindo que tiene que tener una luna de miel, un lindo lugar, ganas de desestresarse a full por todo el rollo del casamiento, primer viaje los dos solos y sobre todo una tregua en la relación que uno suplica porque sea así el resto de la vida, cosa que muchos dicen que no sucede… veremos.

El tema es que, como buen mendolotudo que soy, no me podía salir todo redondo, por lo que les vengo a contar sobre mis pequeños inconvenientes, sobre las peripecias de mi luna de miel.

  • ¡Documentos por favor!: primer dolor de cabeza del viaje. Nos casamos el 25 de febrero, por lo que en teoría nos íbamos de luna de miel el lunes 27 de febrero. Estábamos a viernes 24 y el bendito pasaporte de mi hermosa novia no aparecía por ningún lado, yo clavaba clavos con la frente. Nos lo habíamos sacado los dos el mismo día, a mi me había llegado a la semana y el de ella llevaba más de un mes sin novedades. Para colmo… lunes y martes feriado. Pasados los feriados y luego de pelearme con media casa de gobierno, con el personal de tres registros civiles y ante las terribles ganas de empalar empleados públicos, ahí estaba el tonto Bomur a las 8 de la mañana en la sucursal del correo de mi zona revisando con el jefe del correo las cartitas recibidas hasta encontrar el pasaporte del orto. Ya salí para atrás.
  • Nena son vacaciones, ¡no una mudanza!: Nos íbamos dos semanas en total, unos días a Chile, una semana a Punta Cana y volvíamos a Chile para completar las dos semanas. Armé mi bolso con dos jeans, un pantalón de vestir, dos bermudas, dos mayas, dos cortos para correr, siete remeras para salir, cinco para estar en el día, dos camisas, dos camperitas, un par de zapatillas lindas, uno pedorro, unas para correr y unos zapatos. Medias, calzoncillos, artículos de higiene personal y dos libros: total unos 4 o 5 kilos de ropa o un espacio físico de unos treinta centímetros cúbicos como mucho. ¡La señora Bomur apareció con tres valijas señores!, literalmente 25 kilos de ropa… llevaba de todo, pero de todo en serio, ¿Cómo pueden ser tan boludas las minas por Dios? Me imagino irme un mes a Europa contratando un avión especial para la ropa de la ñora. Eso si, al tonto le tocó cargar con todo. En la valija que llevamos a Punta Cana solo el 5% del lugar era ocupado por mis cosas. De todo lo que llevé solo ocupé una maya, una bermuda, un pantalón largo y las siete remeras lindas, lo demás lo podría haber dejado. Ella se puso todo, no se como hizo pero la hija de puta se puso todo.
  • El bólido del infierno – episodio 1: Pasaporte en mano, me dirijo a una estación de servicio a cargar nafta. Tengo una batahola a gas, lo que implica que solo le pongo 50 mangos de nafta por mes, como para que arranque nomás. A Chile me iba en auto, lo dejábamos en Reñaca, partíamos hacia Punta Cana desde Santiago y nos volvíamos a Reñaca. Allá no hay gas, así que decidí llenar el tanque del bólido. Tanque lleno, 230 mangos… me parecía poca cantidad de nafta, le pido que me llene la reserva, el vago le mete nomas furia a la manguera. 230, 250, 260… yo haciendo chistes tales como “tiene más ganas de tomar nafta que yo de ponerla”, “este auto nunca tuvo tanta nafta”, “me imagino ahora hace ¡plop! y se me cae el tanque”, “se la está tragando toda”… 280 y al flaco le pareció raro, se va detrás del auto y me dice “papi, te esta perdiendo nafta”. Me agacho y veo ¡la reputa que lo parió!, ese tanque era un colador, ¡perdía por todas las mangueras! Con lo barata que está la nafta. Me volví loco, la gente de atrás tocaba bocina para que saque el auto, no tenía una puta herramienta, me agacho trato de apretar una manguera que perdía y se me rajo en la cara, bañándome todo de nafta, cara, pecho y ropa, sentía el fresquito de la nafta correr por mi espalda. No se me ocurre más que llevarlo cagando al taller de un amigo. Ninguna de las mangueras que tenía servía, parto en bondi al centro a comprar mangueras, tres horas después aparezco con los repuestos, para enterarme de que me tenía que volver a comprar un pedazo de la bomba de nafta que se había hecho teta. Conclusión: no solo perdí casi toda la nafta, sino que se me fue una Lucrecia en la jodita de las mangueritas y el pedazo de bomba, sin contar que estuve todo el día en el taller ayudándole a mi amigo y tuve que demorar un día más el viaje.
  • Caca on the air: llegamos bien a Chile y luego en tiempo y forma al aeropuerto de Santiago. Me habían recomendado que no coma mucho antes del vuelo, ¡pero quien se le puede resistir a papitas con queso y palta! Creo que me comí un kilo solo, de cada cosa. Antes de salir ya tenía ganas de cagar, voy al baño del aeropuerto y no me animé (los que me leen saben de mis problemitas con la caca y los baños), pense que el viaje no iba a ser tan largo. ¿12.000 km se hacen rápido? Pobre de mí. Son ocho horas hasta Panamá, donde hacíamos trasbordo para luego ir a Punta Cana y a los 10 minutos del despegue ya las ganas de cagar eran insoportables. Imagínense cuando entre a la cabina telefónica que tiene por baño esa mierda. Pensaba todo lo malo, que iban a sentir los pedos hasta los pilotos, que el olor iba a llegar hasta la primera clase, que una azafata me iba a golpear la puerta al grito de “sólidos no”, que el chorro diabólico de agua que tira el inodoro me iba a vaciar el intestino y sobre todo, y más terrible, que ¿dónde mierda estaba el bidet? Obvio que no cague, es más, ni siquiera me animé a tirarme un pedo, ¿esas paredes de felpa taparían el ruido? Volví a ir al baño, mi ahora esposa ya me miraba con cara de “¿te cagas cierto? ¿no te dije que fueran en el aeropuerto?” Yegua de mierda que tenes la suerte de poder cagar hasta en un estadio. La tercera ya fue re obvia, nadie mea tanto. Pero justo esa vez (solo esa) tenía ganas de mear. Largo el chorrito, se aflojan las esfínteres, se aproxima la relajante sensación de que viene un pedo procto-masajeador a acompañar el pichi y ¡chan! El señor no venía solo, como era de esperar, me cague en el avión. Obvio que nadie se entero de nada, fue una embarradita cariñosa y húmeda nomás, incluso mi mujer tampoco porque llegue al hotel y lo primero que hice fue lavar la bermuda. Dos horas en el baño limpiándome el orto y los calzoncillos. El malestar y los nervios con los que viaje el resto del tiempo se comparan solo a aquella vez que de guachito me agarraron los de seguridad de Musimundo robándome la caja de un CD de Volcán con el negro Miranda y dijeron que iban a llamar a nuestras mamás.
  • ¿Y el «libre de impuestos»?: llegamos a Panamá, todos me decían de lo barato que era, y obvio que no me lo iba a perder. Le pregunté a la chica de los tickets a que hora partíamos y me dijo que tenía una hora tranquilo. Ahí estaba de una punta a la otra por el aeropuerto, de arriba abajo viendo ropa, perfumes, zapatillas, xbox’s y play’s… ¡una pija! Debe ser mas barato en la ciudad, pero en el aeropuerto te ahorrabas dos chirolas cagadas, es mentira que es más barato. Para colmo lo barato es la ropa Lacoste, que ahora es de wachiturro, pero todo lo demás un par de pesos menos que acá, un garrón. El tema es que nos recorrimos todos los free shops tratando de develar el misterio, creímos inútilmente que pasando un pasillo mágico iban a aparecer zapatillas de 10 dólares, playstations de 100 dólares y una notebook a 150 dólares ¡minga! Salía do peso menos que acá. Lo chistoso es que en todo el aeropuerto nos estaban nombrando porque se iba el avión y nosotros ni enterados. Cuando llegamos no vimos a nadie, nos metimos en el pasillo y ya habían cerrado la puerta del avión ¡se iban sin nosotros la puta madre!, luego de que casi tengo un colapso nervioso, la puerta se abrió (sino mataba gente empezando por mi futura ex mujer), la gente del avión nos miraba muy mal, las azafatas casi no nos hablaron todo el viaje.
  • Punta Cana: en Punta Cana la pasamos genial, luego haré una nota sobre mi visión de la gente de República Dominicana, sobre los yankys, los rusos y los pelotudos mendocinos que nos encontramos allá (somos los más caretas e imbéciles de todas las razas, debo aceptarlo aunque me pese). Como anécdota puedo decir que no he nacido para los “all inclusive”. Encierren un nene en una juguetería todo un fin de semana y vean la reacción del infante, eso parecía yo, solo que en vez de autitos, muñecos y rastis, había ron, pescados y postres. Experiencia maratónica para mi hígado y mi riñón. Para el órgano reproductivo compre una bebida que se llama Mamajuana (autóctona de allá) que parece ser un golazo, después les cuento.
  • Dos desastres de regreso: último día, yo nunca me acordé de llamar a la casa de turismo para confirmar el horario de regreso desde el hotel hasta el aeropuerto de Punta Cana. El papel decía 16:25 por el lobby, por lo que tenía planeado mi último día pasarlo todo en la playa y estar ahí a las 16:15. Desayuné como un rey, almorcé como los dioses y me di el lujo de comerme una mediatarde anticipada de hamburguesas y papas fritas a la siesta. Tres de la tarde la parejita feliz estaba nadando en la ahora vacía playa del hotel, raro… Tres y cuarto vamos a la habitación, para estar en una horita en el lobby. Entra a bañarse mi esposa, y tipo 3:45 entro yo, apenas abro el agua y me mojo abre la puerta del baño desesperada la señora Bomur al grito de “¡Bomur me acaba de llamar el tipo de la recepción que dice que el micro que va al aeropuerto se va sin nosotros porque está desde las 3 esperándonos y que además tenemos que pagar 30 dólares porque el checkout se hacía a las doce del mediodía!”. Salí de la ducha todo mojado sin siquiera ponerme jabón, la mandé corriendo a mi esposa a que impidiese que el tipo del bondi se vaya (me imaginaba un taxi frenético al aeropuerto a un costo de 100 dólares). Yo me cambié todo mojado y tire literalmente toda la ropa adentro de la valija como pude, ropa, pinturas, cremas, mayas mojadas, regalos, zapatillas llenas de arena,  vestiditos, bermudas, collares, desodorantes, perfumes, todo, todo mezclado, hice presión y terminé de meter todo, salí chivado y mojado a la vez, cargando una maleta de mil kilos solo, con mis tres pelotudeces y el placard de la señora Bomur. Llegamos de pedo, otra vez todos los pasajeros cara de orto. No quise pagar los 30 dólares, pero no me daban de baja si no los pagaba (si no estás dado de baja no podes salir de la isla), así que después de rezongar un rato los tuve que poner.
  • El Chavo del orto: llegamos al aeropuerto, pesamos la misma valija que había salido sin ningún problema de Chile, y nos enteramos de un chistecito: de Chile a Punta Cana podes salir con 32 kilos distribuidos como se te de el orto, de Punta Cana a Chile tenes solo 23, los otros 9 los tenes que llevar en otro bolso. Nos dijeron “o tiran cosas o desarman la valija principal y ponen cosas en otro bolso” No teníamos otro bolso, así que nos dieron una bolsa gigante, como de consorcio transparente. Yo no iba a tirar absolutamente nada, antes mataba al mocosito que me dijo que no, por lo que abrí la espantosa valija (todo tirado así nomás adentro) frente a toda la gente y comencé a sacar las cosas más pesadas y a meterlas en la bolsa inmunda de aerolíneas Copa. Parecíamos dos vagabundos hurgando la basura de McDonalds. Luego de un rato, la valija logró pesar los 23 putos kilos y yo llevaba conmigo una bolsa horrible llena de zapatillas, cremas, libros y porquerías de mi enemiga… estemmmm digo, de mi mujer.
  • El vuelo del terror: el vuelo Punta Cana – Panamá de 10, el de Panamá a Santiago fue la muerte. No solo porque hubo turbulencia todo el viaje y casi me cago de miedo, sino porque un guachito atrás mío se vomitó la vida todo el viaje, aprendí a rezar en catorce idiomas. La comida bastante bien, el que no está bien soy yo que me comí mi ración, la de mi señora, la de la otra chica que iba al lado nuestro y la del pibito que no podía comer por las vomitonas.
  • Un menopausico en el bondi: el bondi de Santiago a Reñaca fue un espanto, iba a mil por hora, con el aire a todo lo que da, así que me quedaba dormido y me cagaba de frío, me despertaba y me cagaba de calor, la manta me picaba, estaba todo chivado, grasiento, como si me hubiesen pasado un mantecol por la frente, cansado y con ganas de llegar al baño. Horrible.
  • El bólido del infierno – episodio 2: llego al depto en Reñaca y me voy directo a ver que onda el auto. No había perdido nafta, pero tampoco arrancaba. Después de dos horas se le acabó la manija a la batería, así que tuve que pechar en auto entre los cerros del orto de Reñaca hasta que encontramos una bajada y lo hice andar. No se que corno le pasaba pero parecía un tractor frío, anduvo todo el viaje como el orto, se me apunó en la cordillera así que le tuve que sacar el filtro con una lapicera como destornillador, casi me quedo sin nafta porque, tarde, descubrí que el coso de la nafta medía mal, y para colmo de males se me rompió el celular. Eso si, me di el gusto de dejarlo en el medio de la calle y ver como lo aplastaba un camión de carga (es nextel, así que me lo cambian gratis).

En fin… cásense y váyanse de Luna de Miel que es hermoso, cuando vuelvan comienza el infierno. Ni hablar de que tengo que hacer tres mudanzas en ocho meses, pero eso se los comento también después.

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