/Porqué el mendocino promedio es un careta pelotudo

Porqué el mendocino promedio es un careta pelotudo

Los menducos promedio somos caretas, nos creemos la última Coca Cola del desierto y miramos a los demás arriba de un trono hecho con todas las cosas materiales que tenemos, porque acá en Mendoza se mide como sos por lo que tenés, a contramano del mundo, donde se valoran las experiencias. Somos lo más por andar en un 0km o por tener una casa a todo orto en Chacras, somos la topetitud por andar enpilchado y con una Ducatti o una Triumph o por recorrer el mundo con la plata de nuestros papitos. Pero a nadie le calienta si somos los más creativos, si tenemos buenas ideas, si tenemos alguna pasión concreta, si conocemos mucha gente o si somos personas copadas y genuinas.

Si nos subimos al bondi nos quejamos de la gente, decimos que “no se bañan” y que hay “olor feo”, cuando ni siquiera pensamos que quién se mueve en bondi labura y muchas veces más de 8 horas sin poder volver a su casa y en condiciones de mucho esfuerzo.

Somos falsos y traicioneros. El menduco te invita a su casa porque sabe que vos llevas el escabio, o se hace amigo de alguien que no le cae bien porque tiene pileta y puede ir a sacarse fotos tirando facha y sintiéndose el superado.

Somos cerrados como culo de muñeca, siempre vamos a los mismos restaurantes, bares y boliches. Es un dolor de huevos abrir un local de diversión nocturna en Mendoza, ya es sabido que al segundo fin de semana va a dejar de ser “tendencia” y vamos a volver a salir al mismo lugar de siempre. Somos capaces de ir al mismo boliche careta todo un año, gastándose $1500 manos en un lugar solo para sacarnos fotos y tratar de levantarnos a una mina “del ambiente”.

Respecto a la mina mendocina… se cree una diosa inalcanzable. Si una mina menduca promedio es más o menos linda nos va a mirar con cara de asco cuando queramos hablarle en el boliche. Después cuando te juntas con ella te lo cuenta sintiéndose la reina de la noche y diciendo “yo salgo a divertirme con mis amigas y me vienen a molestar”, cuando en realidad todos sabemos que lo que quieren es encontrar al príncipe azul, porque ya lo dije: tanto tienes tanto eres.

Somos “expertos en todo”, expertos en política, expertos en minas y ni hablar sobre el vino. Sabemos todo y no pueden discutirnos nada, si alguien es K, peroncho o de izquierda vos sos facho o gorilón y no hay con que darle, es lo que sos. Ahora si es pro o radical vos sos un choriplanero, zurdo de mierda, cabeza lavada o un kaka y no te saca de ese marco, porque nos creemos que sabemos todo, pero somos cuadrado. Yo personalmente he visto a porteños dándonos clases de buen vino y seguir creyendo que por vivir acá somos los mejores catadores del mundo. Apenas se va alguien con el que no compartimos opinión decimos “este gil no sabe nada” porque mezcla nuestra falsedad con nuestro falso saber universal.

Acá el humilde es un “negro de mierda”, el rico un “careta de mierda” y el clase media un “esclavo de mierda”, desprestigiamos a todos, siempre poniéndonos en tercera persona, como si no perteneciésemos al mismo lugar.

Somos envidiosos y mala leche, odiamos profundamente el éxito ajeno, siempre hay algo para desmerecer lo que el otro logra. Vivimos criticando destructivamente al que hace algo, al que crea algo, al que genera algo, desde la comodidad del más absoluto onanismo, con la certeza que nosotros lo haríamos mejor… pero da paja hacerlo. Y cuando ese que empuja y quiere, que desea y atina, fracasa, nos encanta verlo padecer, nos encanta ver como se arruina, ahí quizás demostramos un cachito de tolerancia y respeto, porque ya es menos que nosotros, ya terminó de fracasar. Si el otro gana más que yo, es un acomodado, si triunfa en un emprendimiento, es plata de los papitos, si se levanta a la mina de sus sueños, es porque tiene guita, si es buen deportista, es porque tiene culo.

Nos vivimos quejando, pero nos encanta sentirnos “VIP”, que nos hagan pasar sin hacer la cola, que nos pongan el precinto full, que nos regalen tragos y que nos dejen meter el auto en la playa principal. Y si algo de eso no ocurre nos indignamos… somos una rata asquerosa. Los que más tienen son los más miserables.

Ni hablar de deporte, agarramos una pelota de básquet y ya te hacemos jueguitos como Michael Jordan para que no nos la saques, con la de fútbol somos Lionel Messi y le contamos los goles que le metimos al gordo Alberto, cuando todos sabemos que el gordo no corre ni la cortina del baño y por eso lo mandamos al arco. Y lo peor de todo es cuando agarramos una ovalada, nos creemos Pichot. Y si ellas agarran la bocha son la Luciana Aymar del barrio Trapiche.

Somos en promedio unos pelotudos que aspiramos a tener un Bora para levantar interesadas, buscamos ir a Reñaca en el verano para llenarnos de selfies y poder mostrar en Instagram que somos pistola. Buscamos tenerla más grande cuando en realidad salimos de acá y nos damos cuenta que somos bebes de pecho. Por eso en Rosario, Córdoba y Buenos Aires dicen que somos caretas. Porque allá la gente es espontánea y no tiene dramas de decirte las cosas de frente. Acá nos las guardamos porque somos montañeses, conservadores.

Mendoza es hermosa, es mucho más segura que cualquier provincia del país y acá he encontrado grandes amigos que no son del montón que describí. Pero si fuésemos un poco más espontáneos y no aparentásemos ser algo que no somos, seriamos más felices y la pasaríamos mucho mejor. A modo de experimento salí de noche a Córdoba con una coca y hielo, alguien te va invitar el fernet.

No seamos tan pelotudos y disfrutemos de lo que somos, no nos escondamos atrás de algo que no es.

Te lo digo yo desde mi casa en el Dalvian, escribiendo desde mi iPad y sacándome selfies con mi iphone 10 traído de Miami, porque me encanta Miami, mientras que le ruego a la piba que conocí en el boliche el otro día que por favor salga conmigo y no me da bola.

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