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Porque las minas nos cansamos de ir a bailar

Todo empezó un jueves en la mañana cuando charlaba con el Dr. Bomur…

Ahí fue cuando me dijo que le habían dicho que me dijera que hiciera una versión femenina de porque a las mujeres les molesta ir a bailar. Haciendo así espejo de la nota de “Crisis Bolichera” (click acá para verla), y si el jefe me lo pide yo lo hago… porque por él soy capaz de hasta prestarle plata para que se haga la permanente de pestañas que tan bien le quedan…

En el caso de la mujer el problema no es la paja. Sino que se basa en un conjunto de un millón novecientos noventa y nueve factores externos e internos que hacen que después de haber salido desde una temprana edad lleguen a los veintitanto sin ganas de ir a los boliches a encontrarse con los pajeros que concurren a los mismos, y es que para llegar a la puerta del boliche han tenido que pasar por un montón de situaciones que hacen que al estar ahí nuestros ovarios estén a punto caramelo para explotar ante cualquier situación mínima ( como una tocada de pelo cuando vas caminando). Detallemos de manera cronológica:

14 hs.

Empiezan los mensajes en los grupos de wsp, histéricos, de las que agitan contra las que dicen que no pero sí, pero no de nuevo pero si… seguido por la pelea del “a donde vamos” para finalizar con el “quien nos hace entrar” y no quiero olvidarme del “anda vos a buscar precinto”. Ahí es cuando todas dejan de responder y se hacen las boludas porque ninguna quiere ir a poner la cara para que las demás no paguen, porque la mujer mendocina es garronera (por lo menos el 80%) si no entra gratis a bailar no va.

15 hs.

¿Dónde nos juntamos? ¿Como nos vamos? ¿Cómo nos volvemos? ¿Me puedo quedar a dormir en tu casa? ¿Te vas a poner cancanes? ¿Quiénes van? ¿Puedo ir con una amiga?… Ahí es cuando comienzan los mensajes a los “amigos” para que nos lleven y traigan sin cobrarnos, empezamos a ver quién va a dormir en la cama, quien va a dormir en la cama de la madre, quien en el sillón y quien con la perra. Siempre está la típica “caigo a comer, esperame” y la que dice “voy a las 12” y termina llegando a la 01.30 justo medio hora antes de que cierren la entrada para los precintos que tanto costó conseguir (porque ahora para que te los den tenes que ser una perra tremenda de entre 17 y 19 años)

19 hs.

Las que se habían perdido para no ir a buscar los precintos vuelven para empezar a preguntar “que se van a poner” lo que nos lleva a la crisis existencial del “no sé, capaz una calza y una camisa o si no voy en bolas”. Todos los fines de semana, mejor dicho toda salida cualquiera sea el día que se realiza, nos lleva a ese problema tan grande que nunca vamos a solucionar por más ropa que nos compremos, lo peor es cuando nos compramos ropa para una salida en especial y cuando llega el momento no queremos usar eso porque nos queda mal. ¡Me cago en el sistema y la sociedad que no me deja andar desnuda por la calle!

Explicación gráfica del “no tengo que ponerme”

20 hs.

Comienza la fase que voy a denominar como “el baño es mío “… La cosa iría en el siguiente orden: Shampoo, enjuague, depilación, enjabono, enjabono de nuevo y vuelvo a enjabonar, me seco, me cepillo el pelo, me seco con la toalla, me seco con el secador, me cepillo de nuevo, reviso si me tengo que depilar los “bigotes”, hago caras en el espejo y mientras realizo todo esto voy pensando que ponerme. Una vez que se seco bien el pelo, prendo la planchita, y me arreglo. Después de eso hay que sacar el pelo que se cayó al piso, el pelo del cepillo, el pelo del lava manos, el pelo del toallon, osea que con un poco de suerte vamos a tener algo que peinarnos antes de irnos a bailar.

21 hs.

La crisis del “que me pongo” deja de estar en nuestras cabezas para pasar a ser una enorme montaña de ropa arriba de nuestra cama, nos probamos todo lo que tenemos una y otra vez de una forma y de otra con o sin cinturón, con o sin medias, con o sin faja, con o sin corpiño, con o sin tetas… Y así estamos un largo rato hasta que nos damos por vencidas y enojadas ,porque después de tanto probar y probar seguimos desconforme con lo que vamos a usar, esperamos a que llegue la primera de las culisueltas a nuestra casa a buscarnos o nos llega la hora de irnos a la casa de alguna (en mi caso mi casa es el bunquer)

Charla gráfica de un fin de semana después de resignarme en mi pelea fallida con el ropero…

23 hs.

A la montaña de ropa que había en nuestra cama se le suma la de una segunda o tercera y hasta cuarta mujer, en un espejo tienen que caber al menos dos personas que intentan arreglarse al mismo tiempo, mientras gritan, charlan, pelean, se aman, andan en corpiño de un lado al otro de la casa (mi hermano feliz de la vida), ponen música y cantan “tengo todo lo que quieren las guachas”, fotos, fotos y mas fotos, estados de facebook y comienza a moverse un poco las ganas de salir que se habían visto opacadas por el estrés pre salida.

Se escucha unas 180.00 veces “esto me hace ver gorda”, unas 90.000 “esto me hace el culo enorme”, otras 40.000 “no te pongas eso que pareces puta” y tipo una de la mañana, ya resignadas, algunas medio bebidas y/o fumadas, partimos hacia nuestro destino.

1.30 hs

Llegamos al boliche y vemos una cola laaaaaarga de mujeres, preguntamos “¿porqué no pasan?” y nos dicen “es que a las de 19 no nos dejan entrar”. ¡Jaaaaaaajajajajajajajaja matate gila! Primer indicio de que adentro va a estar lleno de pendejas borrachas, vomitonas y gatos. Porque por desgracia en Mendoza y en todos lados no respetan los limites de edades, entonces no hay un lugar donde podamos ir a bailar con veinte y tantos sin cruzarnos con las/los cara de pañales menores de 20. Entramos y partimos a buscar precintos para la vip, una mesa y un whisky doble.

Dentro no paran de avanzarte de la manera más patética y frívola que se puede imaginar. Desde encararte de una con la boca, hasta hacerte chamuyos tan pero tan vacíos que dan risa. Rápidamente te volves intolerante al boludeo, muchas veces dejando de garpe a uno que otro que quizás vale la pena.

La noche sigue, entre hacernos las simpáticas para tomar de arriba y no gastar plata (por eso el hombre gasta tanto cuando sale, gracias a nosotras) entre largas colas en el baño, que por lo general suelen ser un asco, entre tipos que te sacan a bailar y le decís que si mientras tu otra amiga le toma lo que tiene en la mano para después decirle que no porque es un gil. Entre los que al contrario de los pendejos se zarpan en viejos verdes y se ponen a hacer el ridículo bailando y diciendo cosas que los hacen quedar como unos bólidos impotentes.

Si el boliche está de moda, estalla en gente. No podes bailar, estas dos horas para tomar algo, te levantan del culo en cada metro cuadrado, y si no esta de onda no hay nadie, esta vacío, bendita idosincracia del mendocino promedio.

Zapatos que empiezan a doler, el frío del invierno que te hace pensar en buscar un novio y si ya lo tenes en decirle que te pase a buscar para ponerla, en lo posible al lado de la estufa…Y es en ese momento donde te das cuenta que tu vieja mula ya no es lo que era. En ese momento empezas a buscar otras opciones, como dijo Pelee en su nota, fiestas en quinchos, bares, asados, fiestas swinger, entre otras….

¿Se soluciona con dejar de ir un par de semanas a bailar? Puede ser que sí, pero cuando vuelvas el problema va a seguir siendo el mismo… pero eso va a ser así porque los boliches no van a cambiar, la única forma de que esto cambie es que aprendan a respetar las edades ¡cada uno en su lugar! Que a los hombres le den entradas mas accesibles, si de todas formas saben que adentro van a consumir y a gastar lo mismo y que los publicas dejen de ser unos panchos.

He dicho. Chau.

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