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¿Que carajo me están mirando?

Hoy salí a la calle y note que todos me miraban y me miraban, yo decía ¿qué onda? ¿Estos salames nunca han visto a un tipo fachero? Seguía caminando y los forros me seguían mirando, viejas, niños, mujeres, perros, todos me miraban. La situación me estaba haciendo enojar, ya los miraba mal a todos antes de que ellos me miren a mí, les amagaba piñas, los puteaba, les hacia fakiu y así anduve hasta el mediodía.

Luego de media jornada laboral, llegó la hora de ir a casa en busca de comida y dormir esa siesta reparadora que tanto nos cambia el humor a los mendocinos. La cosa es que me voy a esperar el colectivo en un mediodía asfixiante y todos seguían insistentes en romperme las pelotas, me miro a ver si estoy despeinado en los reflejos de las ventanas, me fijo si tengo mierda de paloma y nada, ¿Qué mierda les pasa a estos pelotudos?

Subo al micro recontra enroscado y cagado de calor, estaba más caliente que un gringo con un ají en el orto. Dos minutos después de subirme a la cafetera (colectivo) una mina me mira y se sonríe tapándose la boca en un gesto mezclado de vergüenza y burla. Esa fue la gota de leche que rebalso el vaso, me desajusté la corbata y le dije ¿Que carajo me mirás flaca? ¿Que es tan gracioso? La mina en una combinación de sorpresa y enfado por mi expresión grosera, me dice mientras me rebaja, creo que se te bajó el cierre del pantalón, señalando de manera despectiva mi entrepierna.

Y pensé, mierda, eso explica todo, eso significa que todas las citas y entrevistas que tuve me vieron con el cierre por el suelo, o sea que por eso no quisieron firmar ese contrato millonario, por eso la secretaria me preguntaba que farmacia estaba de turno, por eso mi amigo me dijo “Más vale pájaro en mano que cien volando” apenas llegué. Ahora me cierra todo, las miradas, las risas, todos esos dedos señalándome.La puta madre loco que vergüenza. ¿Qué les costaba avisarme a los muy forros? en lugar de burlarse de mi con sus chistes chotos.

Ah me chupa un huevo, ¿nunca han visto una bragueta? (Comencé a gritarle a todos los tripulantes del colectivo en un ataque de ira) contesten, ¿nunca se les ha bajado el cierre? ¿Eso es taaaaan gracioso? Y vos flaca, dejate de joder, debes haber abierto más veces la bragueta del pantalón de un vago que la puerta de tu baño  ¿que te sorprende tanto? Estaba totalmente sacado, cual Tano Pasman en el colectivo de River después del clásico, saltaba mientras gritaba, las viejas se tapaban la boca como si estuvieran viendo un video de necro-zoofilia, los bebes lloraban, los padres le tapaban los oídos a sus niños, después de terrible ataque de verborrea, comencé a sudar a mares. ¡Mierda, carajo! Dije.

Ya que taaan terrible es, ya que taanta gracia les da, ya que exageran tanto me voy a subir el cierre ¡Manga de chotos! ¡A ver con que se entretienen ahora! ¡Ahora van a tener que reírse del peinado patético del chofer, o del gorreado este, o de las tetas caídas de esta vieja, o del peluquín de este pancho!

Luego de haber bardeado a todos haciendo hincapié en sus defectos, me decidí a subirme finalmente la bragueta y poner punto final a este circo. Cuando miro para abajo para subirme el cierre, me puse de todos colores, me volví una luz intermitente de vergüenza, me caía la gota gorda por la frente, sentía un terrible bochorno por todo el cuerpo (menos en las bolas), quería que me tragara la tierra.

Me vi a mí mismo, y recordé ese día en el que hermano mayor me bajó los pantalones frente a la chica de mis sueños, y ella vio mi manicito. Sentí casi la misma vergüenza que cuando le tuve que pedir a mi vieja que me llave al médico porque hacía 12 horas que tenía una erección y no se me bajaba por tomar viagra. La misma vergüenza que cuando fui a las putas en pedo y no se me paró, justo la misma que sentís cuando se te escapa el primer pedo frente a tu novia.

Todas las vergüenzas que pasé de chico, todas las burlas que me había encargado de ocultar con mi ropa cara, mi peinado pulcro, mi maletín y mi perfume de Antonio Baderas hoy volvían a mí, y me sentí el mismo choto que era a los 12 años. Las burlas de mis amigos, de mis enemigos, de aquellos que ni conocía y hasta de los pendejitos no eran por tener el cierre abierto, era por lo que este suceso dejaba ver, ni siquiera era lo pequeño y diminuto de mi hombría, era algo mucho peor, y era que esa maldita mañana, justo esa mañana en la que me levante apurado, no me quedaba otra cosa limpia y me puse los calzoncillos del hombre araña que me regalo mi vieja…

 

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