/Recorrer el mundo con un Mendocino amargo

Recorrer el mundo con un Mendocino amargo

A todas las personas que me cruzo transitando las veredas del centro, las miro pensando “¿Qué clase de persona pelotuda serás vos?” mientras que ellos piensan lo mismo cuando me ven. Somos así, todos unos forros. Ustedes lo saben, tu mujer lo sabe, yo lo sé; no tengo ningún problema en admitirlo.

Mi problema está con los que además de “malalechearte”, son amargados. Esos son los mendocinos que me chocan: los inconformistas que humillan a un nene en silla de ruedas, no por humor negro, sino por su insaciable necesidad de quejarse.

Mi pensamiento general era que a esa raza de persona habría que mandarla a otras tierras un par de días, para que aprendan a vivir con las narices fuera de sus propios e incómodos culos. Pero si lo pensás bien, es una idea del  orto, porque aumentar la importación de mendocinos amargos, liberaría un mal terrible en el mundo, como si el Ébola y la gripe A se revolcaran para tener un hijo.

Solamente imaginen a una señora del Oeste cuyano en Alemania, charlando con los lugareños:

“-Y en este predio vamos a hacer la October Fest en Noviembre.

-¿Y cómo van a dormir los vecinos? Me parece que van a armar demasiado ruido ¡Acá tenemos que poner menos puestitos de cerveza y más controles municipales!”

¿Se entiende el problema? Estos días da la impresión de que en la calle el que no te afana lo que tenés, te desprecia lo que hacés. Si sacamos a esta gente y nos hacen fama, la próxima vez que alguien diga que somos de Mendoza nos van a preguntar “De Mendoza ¿eh? ¿Y sos chorro o cortachorro?” Falta muy poco para que uno de estos señores llegue a Dubai, vaya hasta el shopping más grande del mundo y ponga quejas al gerente: “Viejo, acá no cierran en la siesta ¿Por qué? Manejate… esto de 12:30 a 17:30 tiene que estar todo ce-rra-di-to, no tiene que haber un solo lugar donde comprar”

Es muy probable que lo que más nos jode, y quizás eso los vuelva amargados a varios, es que se metan con nuestras horas de sueño. Por eso la siesta no ha sido desterrada del horario de comercio. Por eso también, ningún mendocino cortachorro se bancaría vivir en un país como Noruega, donde la aurora boreal no los dejaría pegar un ojo en toda la noche. Meterse con el Sagrado Sueño es algo repudiable y es la única razón por la que podría entender su mala onda alguna vez.

Aunque también es verdad que sería interesantísimo ver qué pasa si un menduco amargo va a festejar el año nuevo chino a… bueno, a China precisamente (sería una pelotudez ir a festejarlo a Irlanda) Si ya de por sí nos consideramos cerrados, imaginate el quilombo que es cruzarte con una cultura tan diferente y tan bizarra como es la china, que de tercos me recuerdan un poco a nosotros.

-Che, Li Chun, me quiero volver al hostel, hay mucha gente acá en China, no me gusta.

-Acá vamos a prender los petarditos, tiramos muchos petarditos.

-¿Cómo que fuegos artificiales? Chabón, le jodés la vida a los perros, no van a poder dormir ¿Sabés lo jodido que es no poder dormir?

-Ah, pero acá hacemos estofado con perritos, comemos muchos perritos.

-¿Qué les pasa a ustedes? Están todos enfermos…

-Pero si llevás comiendo toda la noche perrito a la sartén.

-¡¿Esto es perro también?! ¡Por el precio que pagué me compraba algo mejor! ¡Allá veo perros por todos lados que me puedo cocinar yo solo y sin poner un peso! Es una pelotudez festejar el año nuevo ahora, todo es una sacada de guita… Encima me cobraron hasta los cubiertos…

-¿Qué cubiertos? Te vieron la cara de boludo, acá comemos usando palitos, usamos muchos palitos.

¡Y la discusión prosigue y prosigue hasta el siguiente año nuevo! Porque aunque todos seamos “un poco” quejosos y forros a nuestra forma, en Mendoza terminás aceptando que hay gente que inevitablemente te va a tirar la negativa diciendo todo lo que le molesta sobre absolutamente cualquier cosa. Aprendés a vivir con eso, a distinguir entre el pelotudo promedio y el innecesariamente bardero. Te los imaginás viajando por el mundo echando mierda a cada cosa que les parezca fuera de lugar, mientras los mirás preguntándote “¿Qué clase de persona pelotuda serás vos?”