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Se vino el derechaje

Tomada de la famosa frase de Mirtha Legrand, “se vino el zurdaje”, desesperada y decepcionada por lo que (ella pensaba) era la decadencia del país, puedo hoy decir sin temor a equivocarme que estamos en una etapa nacional de revertir ese proceso que tanto angustiaba a la diva nonagenaria.

Y es que con el nuevo gobierno se reivindican los ideales de la derecha, de aquellos que fruncen la nariz ante la distribución de netbooks en los colegios y sonríen con beneplácito al blanqueo de capitales de dudosa procedencia. De aquellos que detestan la asignación universal y juzgan en qué es gastada, pero no tienen empacho en tener su dinero en el exterior para beneficio de Suiza, Uruguay y Panamá. De aquellos que piensan que Chile es un ejemplo, porque los pobres saben que son pobres y agachan la cabeza, 12 horas de trabajo arduo diario para llegar al objetivo de comer todos los días y darle educación a los hijos, educación que los prepare para sus 12 horas de trabajo diario para poder comer.

La gente que adhiere a estos ideales, los que apoyan la existencia de una oligarquía para la cual todos los beneficios son pocos en desmedro de la mayoría, se siente liberada. En el gobierno anterior, el ánimo popular era efervescente, las minorías se sentían respaldadas y salían a pelear por sus derechos en formas a veces poco ortodoxas.

Pero andá a decir en esa época que alguien era “down” porque era tonto, andá a decirle a una mujer que no sea tan puta, andá a decirle a un pobre que en lugar de comprarse un celular revoque las paredes… todo era estigmatizador, todo era políticamente incorrecto, ahí nomás eran tildados de fachos, de poco inteligentes, de basuras humanas, cuando todo lo que decían era la verdad, lo que todos pensaban.

Ahora pueden decir que Santiago Maldonado era un hippie mugroso que no cambia nada si está vivo o muerto, que los pueblos originarios dejen tanta historia y se pongan a laburar como todo el mundo, que las feministas son solamente mujeres faltas de pija. Ahora “la Cámpora” no es un grupo de futuros líderes sociales, sino un hato de delincuentes vagos de mierda. Ahora podemos estar de acuerdo con que un policía cague a tiros a un delincuente, sin que nos hagan sentir unos asesinos.

Todavía estamos en el proceso, por supuesto. El 49% prefirió votar a un exmenemista poco carismático, tibio en los discursos y con un matrimonio falso, antes de volver a ver el vaciamiento de empresas nacionales, olas de despidos, endeudamiento internacional escandaloso, fuga de cerebros, precarización del empleo y las jubilaciones, entre otras calamidades o “normalización” económica, como le llaman algunos. Entonces se ve la grieta, se vive en todas las casas, los que apoyaban el antiguo correr de las cosas ven con desesperación cercenarse sus posibilidades, los que están de acuerdo aplauden y están muy dispuestos a perder ciertos beneficios a cambio de este sentimiento de que todo vuelve a su lugar.

Si Dios quiere, pensarán estos últimos, en un tiempo más los homosexuales van a volver a ser bichos raros, las feministas se casarán y tendrán hijos, las empleadas domésticas usarán uniforme y no habrá que pagarles más vacaciones ni jubilación, no veremos más villeros en el shopping, en las autopistas no habrán más desempleados manifestándose sino vendiendo mandarinas a los costados, los aborígenes pondrán tiendas de artículos regionales o cosecharán algodón en alguna hacienda, los abuelos dejarán de viajar y volverán a la casa de los hijos a barrer la vereda y amasar ñoquis, los travestis se esconderán nuevamente y no saldrán a la luz del sol.

Hay que reconocer que durante los últimos tiempos el derechaje se bancó al zurdaje con paciencia, y en un momento casi llega a rendirse ante la arrolladora marea de derechos individuales y planes sociales. Pero ahora les toca a ellos, vuelven felices, vuelven esperanzados, a pisotear todo aquello que les resulta contra-natura, a imponer “orden”. Los que pensamos diferente deberemos bancar la parada, dejar fluir el pensamiento conserva como la salida de vapor de una olla a presión, en pos de garantizar la paz y la convivencia. Lo que no significa dejarse pisotear, ni apoyar políticas que nos perjudican. Pero así como hubieron excesos de zurdaje, también los hay ahora de derechaje, y todos, la gran mayoría pacífica y trabajadora, debemos empujar hacia un estado intermedio donde tengamos lo mejor de ambas corrientes de pensamiento, que es lo que realmente nos va a sacar adelante, no sé si económicamente, pero sí como pueblo.

Esto va a ser posible GRACIAS AL PENSAMIENTO CRÍTICO del argentino promedio. En eso somos grandes, somos inquietos, no creemos en dejar las cosas como están, siempre queremos subir un escalón. Eso es al mismo tiempo nuestra condena y salvación. Nos falta solamente un poquito más de mirar alrededor y menos de mirar tele.

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