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¿Ser madre o no ser?

«Un hijo puede no haber salido de tu vientre pero eso no te impide ser maternal con tu perros, tus  amigos o los hijos de tus amigos” Estas palabras pertenecen a la conocida estrella de Hollywood, Jennifer Aniston (45 años) que ha debido explicar su elección de vida una vez más, a la revista Allure y a la cual agrega que: “la presión que  las mujeres sufrimos sobre la maternidad es terrible. Si no sos madre has fracasado en la vida como mujer. Me parece que eso no es justo”. La star de Friends confirma firmemente en su elección y admite que, a pesar de todo continua con los reproches del resto por ser mujer no-madre: “no dejan de repetirme que como en la época yo estaba completamente obnubilada por mi carrera y por mí misma, que no quería ser madre y que eso era egoísta.”

Por otro lado, Estefanía tiene 30 años y ninguna duda: ella no quiere tener hijos. Esta certeza viene desde cuando era chica, elección que asume totalmente pero que no es de total agrado de sus próximos: “¡También mi ginecóloga me juzga!” grita la joven mujer. Celina y David, cada uno de 40 años, han estado siempre de acuerdo desde que se encontraron hace 10 años: “Nosotros jamás nos hemos visto como padres… amamos nuestra libertad, la posibilidad de cambiar de vida de un día para el otro. Somos felices así, pero nuestros amigos y familiares nos quieren recordar que dentro de un tiempo, no podremos dar marcha atrás”.

Estefanía, Celina y David forman parte de un porcentaje de hombres y mujeres que no quieren tener hijos. Y esto genera un gran ruido: ¿cómo explicar a una sociedad que tiene el ideal de paternidad que muchos le dan voluntariamente la espalda? 

Una elección que no viene necesariamente de un traumatismo

Según una psicoanalista consultada (a la que llamaremos Catalina V.) “El deseo de no tener hijos tiene sus raíces en el profundo inconsciente, lo cual no puede tomarse como una generalidad. Esto puede tener origen en la manera en  la cual las relaciones con el padre o la madre fueron vividas en el seno de una historia familiar. Yo me acuerdo por ejemplo de una paciente que me contaba haber decidido no tener hijos porque su propia madre la había dejado ocuparse de su pequeña hermana desde su nacimiento. Ella estaba convencida de que no podría ser jamás una buena mamá porque no había podido serlo con su hermana”. La psicoanalista insiste también: “El hecho de desear un hijo también es un caso extremamente difícil a comprender. Me he encontrado con pacientes que son en una situación de querer quedar embarazadas porque están convencidas que sin hijos no estarán completas. Quieren un bebé, pero… ¿lo desean realmente? No verdaderamente en muchos casos.”

Pero lo que realmente inquieta es el tema de los porcentajes, como si fuera necesario absolutamente una dimensión patológica a ésta decisión de ciertas mujeres de no querer ser mamás, olvidando que ésta es parte de la libertad individual de cada una, una libertad difícilmente adquirida por las mujeres y que no viene necesariamente de un traumatismo. Actualmente, pareciera que se instala una confusión entre feminidad y tener hijos. Como si uno no pudiera convertirse en mujer sin ser madre. Y sin olvidar la enorme presión que cargan en sus espaldas aquellas que no desean estar conforme a la regla predominante.

Terminar con la culpa

Una presión que la blogger francófona Taomin siente cotidianamente: “De la misma manera que ciertas mujeres sienten un deseo de tener un bebé desde que son pequeñas, yo no lo sentí nunca”, explica evocando un deseo visceral: “¡Es mi vientre que dice NO!”. Pero, confía: “Decir esto fuerte y claro cuando una es mujer y sabiendo que se está programada para eso es como si dijéramos que tenemos una bomba en un aeropuerto… Decir que le dejás a las otras la tarea de poblar el mundo es una muestra de egoísmo.”

El egoísmo reviene como una justificación… Como si las madres llevaran en ellas la bondad y la generosidad y que las otras, aquellas que decidieron no serlo, fueran simplemente egocéntricas. Un perjuicio que muchas lo toman como uno de los principales motivos. Algunas mujeres dicen amarse mucho como para tener un hijo: “Siempre me han dicho que yo estaba muy concentrada en mi misma. No pienso que habría podido sacrificar mis hobbies, mi tiempo libre a un niño, aún si esto puede parecer cruel, para mí es así” afirma Estefanía. Pero, estimar y aceptar que no sabríamos darle a nuestro hijo la suficiente atención y cuidados es también una forma de generosidad y coraje. Debemos terminar con la mea-culpa.

 Una decisión a veces “impuesta”

La sociedad y la familia no siempre tienen una mirada positiva en las parejas sin hijos. El deseo de hijos puede ser la primera opción en nuestra vida actual. Pero existen mujeres y hombres que trabajan y que necesitan tiempo para instalarse en su vida profesional y alimentar sus otras ambiciones que aquella de formar una familia en lo inmediato. Pero a veces, es necesario subrayar que lo que aparentemente vivimos como elección, puede haber estado impuesto por razones económicas, profesionales o porque uno quería y el otro no. En este caso, la falta de hijos puede aparecer cuando ya es demasiado tarde. Entonces… es necesario hacer un trabajo de duelo y de revalorización personal y convencerse de que no es porque no soy madre o padre que no soy una persona de bien.

Otra situación diferente se presenta. Laura y su pareja han debido hacer frente a lo que resolvieron, a fuerza de amor: después de un diagnóstico de infertilidad, decidieron no seguir tratamientos de fertilización asistida ni tampoco tentaron la adopción. El click lo provocó el médico al que consultaron que les habría explicado que no tenían que seguir una convención social impuesta de un hijo a todo precio y que muchas parejas podían encontrar un sentido a la vida de otra manera que criando hijos. De hecho, Laura aclara: “¡Es el estilo de vida que nos conviene perfectamente! Si miro todo lo que pude hacer en mi vida hasta el presente y los proyectos que tenemos para el futuro como el hecho de instalarnos un tiempo en el exterior, el arrepentimiento que puedo llegar a sentir algunas veces, se esfuma rápidamente”.

Algo queda claro: no necesitamos aclarar a nadie nuestra elección, cualquiera que ella sea ni seguir una convención social o natural impuesta para estar acorde a la sociedad. Antes se culpabilizaba o se punía la diversidad. Hoy tenemos la suerte de decir que no hay nada de malo en ser o pensar diferente.

 

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