/Lee esta nota para saber que ser puto cuesta caro

Lee esta nota para saber que ser puto cuesta caro

Gay, mariposón, maricón, tragasable, puto. Todo este conjunto de palabras para denominar a quien le gusta una persona de su mismo sexo.

Debo aclarar que no a todos les gusta ser tildados con estos adjetivos. Inclusive a mí, no me gusta llamarle a mi amigo gay, “maricón”. Pero también quiero resaltar que a él no le molesta en lo más mínimo que yo le diga “puto”. Sabio es el dicho que expresa “tómalo como de quien viene”. Se sabe cuándo estos calificativos son usados para ofender y cuándo no.

Realmente deseé y vi importante dar las explicaciones pertinentes antes de que se me tilde de homofóbica, discriminadora o pelotuda por haber escrito “puto”.

Dicho esto, doy comienzo a un nuevo análisis.

Esta es una charla extra-consultorio, de esas que se tiene con amigos. Entre mate que viene y mate que va, me cuenta de su última relación amorosa. Él es de las personas que creemos y buscamos el amor para toda la vida, con todos los miedos y riesgos que esto conlleva. Busca a su príncipe azul y se enamora de inmediato de uno rojo, amarillo o verde. Sufre y da todo lo que tiene en una relación. Para aplaudirlo y a veces pegarle, también.

En fin, su romance fracasó y tiró al pasar, entre lágrimas y risas, unas palabras. Me quedé con una frase nadando en mi cabeza, “esta semana me gasté $700 saliendo con él”.

Ese fue el momento en que me detuve a pensar (y contuve las ganas de zamarrearlo), ¿cómo es que en 7 días podés gastarte semejante suma?

Pues tiene razón: Ser puto cuesta caro…

Comenzando porque si él fuera hétero e invitara a cenar a una mina, la flaca comería como comemos todas en las citas, como unos pajaritos anoréxicos. Esto no es posible porque my friend, como ya dije, se la come entre dos panes (hablando de restaurantes, valga la redundancia). En cambio, al invitar a un hombre, éste come el doble y hasta el triple. Punto a favor del comerciante, punto en contra de la billetera de mi amigo.

Ir a un bolichón es otro presupuesto aparte. Una minita no paga entrada, el novio de mi amigo sí. Las consumiciones, como todo caballero, también las garpa él. Nuevamente la diferencia entre lo que puede beber una mujer y la capacidad de consumo de un tipo. Otra vez, billetico que sale del bolsillo del galancito.

(A esta altura ya me da pena…)

Los forros son todo un gasto extra. Son 2 por cada noche de sexo, uno para cada uno, mínimo, dependiendo de los juegos que se realicen y de los cuidados que se tengan. Basta del mito de que los gays son promiscuos, basta.

(Es en este momento en que pienso en tirarle unas monedas…)

La elección de vestuario tampoco es al azar. Se deslizan unas cuantas marcas de renombre, unos perfumes importados y una que otra crema para rejuvenecer. Ni hablar de depilación…

Por si fuera poco todo este gastadero de guita, la visita al psicólogo es todo un pendiente. Tener que convivir con una sociedad, mejor dicho, con una parte de la sociedad que discrimina al gay es todo un trauma. Encontrar la manera de “encontrarse” con uno mismo, con la familia y el entorno, no es tarea sencilla como para que todos puedan realizar el proceso de entendimiento y aceptación solos. Aquí entra el psicólogo a trabajar. Dicho esto, también entra el pago por cada consulta.

(Prometo no cobrarle nunca más…)

Así que, salir del clóset no cuenta solo con estar preparado psicológicamente, un buen trabajo y una billetera potable le garantizarán algo de esa palabra llamada “felicidad”.

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